Desde Londres

La Scotland Yard está poniendo freno a la publicación de la investigación sobre el PartyGate que debería haberse dado a conocer sin cortes el jueves y que ahora el equipo de Sue Gray está intentando publicar el lunes aunque sea fuertemente editada.

El martes la Scotland Yard anunció que iba a lanzar su propia investigación sobre las fiestas en 10 Downing Street y, aunque al principio aseguró que no interferiría con el informe de Gray, el viernes dio a conocer un comunicado que está levantando olas en todo el espectro político, incluso en el conservador.

En el comunicado, la Scotland Yard advirtió que estaba analizando el informe para que no se publiquen partes que puedan “prejuzgar” su propia pesquisa. La pregunta que se hacían los medios y los políticos y la gente de la calle de por qué se estaba demorando la publicación del informe tiene ahora una provisoria respuesta: gracias a los guardianes del orden, a la policía. Pero todo huele a ese tipo de conspiración institucional para trabar revelaciones demasiado fuertes para el establishment que son el guión de tantas series de Netflix y películas.

La célebre Scotland Yard parece estar tirándole un salvavidas a Johnson, enfriando el torbellino político con una investigación policial que puede durar semanas, suficientes para que el primer ministro lance iniciativas que hagan olvidar un poco el escándalo y estiren su tiempo en 10 Downing Street.

El precio a pagar

Un primer ministro desesperado por salvar su puesto es peligroso, más si tiene las características personales de Johnson como apuntó la semana pasada en el The Guardian, uno de sus principales comentaristas políticos, Johnathan Freeland (quien lo comparó con Donald Trump y hasta con Jair Bolsonaro).

En las últimas dos semanas Johnson lanzó iniciativas para seducir al núcleo duro de pro-Brexit y neo cons tanto de su bancada como de los activistas y votantes conservadores.

En un momento delicadísimo por la situación con Ucrania, elevó una retórica dura de la guerra fría contra Vladimir Putin con el tono confrontativo de la Guerra Fría.

En el terreno de la covid decidió levantar el 27 de enero, es decir el pasado jueves, todas las restricciones sociales frente a la pandemia justificándolo en que los casos estaban bajando (…son “solo” 90 mil…).

El lunes pasado anunció el congelamiento del financiamiento de la BBC por dos años proponiendo además que a partir de 2027 la emisora pública pierda su actual forma de financiamiento (licencia anual que paga el público) y lo reemplace por uno privado, mixto o salido de los impuestos generales (y mucho más pasible de interferencia política del gobierno de turno).

¿Transparencia?

En diciembre y enero el periodismo británico había denunciado la existencia de fiestas en 10 Downing Street durante los distintos períodos de confinamiento que vivió el país desde marzo de 2020. Ante el furor público y político por estas revelaciones, que el gobierno negó terminantemente en un principio, Johnson solicitó a la funcionara de carrera Sue Gray que investigara los hechos. Una vez llegada a su conclusión, Gray le entregaría un informe al primer ministro que se haría público completo para garantizar la “transparencia” y aclarar exactamente qué había ocurrido, quiénes estaban involucrados y qué medidas se tomarían para que no volviera a suceder.

La cosa se empezó a empantanar cuando a las seis fiestas con que comenzó su investigación el equipo de Gray el 11 de enero se le fueron agregando otras nuevas. En menos de tres semanas Gray tuvo que demorar la publicación de su informe porque las denuncias en los medios los habían obligado a agregar 10 fiestas más: 16 en total.

Es un trabajo arduo para un equipo reducido porque tienen que revisar todo el material existente (libros de entrada a 10 Downing Street, CCTV, etc) y tomar testimonio a todos los participantes de estos eventos para ver si se podían justificar como “reuniones de trabajo” o eran simples festicholas como las que prohibía la ley para el resto de la sociedad.

Para peor, como si el Partygate fuera un barril sin fondo, continúan las revelaciones periodísticas sin distinción de colores políticos porque tanto diarios pro-conservadores (la mayoría) como pro-laboristas (como el The Guardian, el Daily Mirror y, en menor medida, The Independent) están haciendo el periodismo tradicional (pre noticias las 24 horas, pre internet, pre redes sociales y fake news) de otras épocas que era subirse a la ola de hechos de esta envergadura porque aumentaban la circulación.

El Daily Mirror, por ejemplo, denunció que había una fiesta informal todos los viernes para celebrar el fin de otra semana indudablemente agotadora de lucha contra la pandemia en 10 Downing Street, una información que corroboraron otros diarios. Como personal esencial, los funcionarios y el personal de 10 Dowining Street y los ministerios y Boris Johnson podían tener reuniones no virtuales. Lo que no estaba permitido era tener reuniones sociales. Si uno suma estas “reuniones informales de cada viernes” elevaría el número de eventos sociales a más de 100 desde marzo de 2020 hasta el momento (52 viernes al año, casi dos años, sumadas las 16 que investiga Gray y … las que seguramente seguirán apareciendo…).

La cadena televisiva privada ITV reveló una de las más impactantes hace poco más de una semana, el 24 de enero. Según la cadena televisiva, Carrie Johnson, la esposa del primer ministro, le preparó una fiesta sorpresa para su cumpleaños el 19 de junio de 2020 en el Cabinet Room (la sala de reunión del gabinete) a la que asistieron más de 30 personas. No es la única denuncia en la que está directamente involucrado el primer ministro. En la Cámara de los Comunes a mediados de enero Johnson tuvo que defender su presencia en una fiesta de más de 40 personas organizada en el jardín de su residencia oficial, 10 Downing Street, diciendo que pensaba que todas esas personas que tomaban vino, cerveza, gin and tonic o whisky estaban en una “reunión de trabajo”.

With a Little help from my friends

En medio de este desmadre, el informe de Sue Gray puede decidir la suerte de Johnson porque los diputados conservadores indicaron que esperarían a su publicación para decidir si efectivamente toman el primer paso que puede terminar con su renuncia. Se necesitan 54 cartas al jefe del grupo parlamentario conservador 1922, Graham Brady, para activar el proceso electoral interno partidario y verificar si Johnson tiene la confianza de, como mínimo, la mitad más uno de los 358 parlamentarios tories. Si el informe de Gray es contundente e inapelable se llegará a las 54 cartas con facilidad y muy probablemente se alcancen los 180 diputados que quieren su cabeza.

La oposición y muchos diputados oficialistas condenaron esta intervención de la Scotland Yard en un proceso de investigación que ya era de por sí laborioso y bizantino. El laborismo indicó que otra postergación de la publicación del informe era intolerable porque, entre otras cosas, paralizaba la capacidad de reacción del gobierno que no puede centrar la atención en otras crisis como la del costo de la vida o la posible invasión rusa de Ucrania. En declaraciones off the record varios diputados conservadores dijeron que Johnson era un “lame duck” (pato cojo) que estaba arrastrando al gobierno a su destrucción con este escándalo.

¿Qué va a hacer Gray?

La relación entre Sue Gray, funcionaria de carrera y el gobierno es una de esa típicas peculiaridades del funcionamiento institucional británico. Gray es la “Civil Servant” (sirviente civil de la sociedad: funcionaria pública) número dos de la Oficina del Gabinete del gobierno. En este gabinete que aceita y coordina las políticas que tienen que seguir los ministros, predominan los “civil servants” que representan al aparato estatal: hay unos 8 mil funcionarios públicos que conocen reglas, precedentes, la historia entera de los últimos 50 años y más de funcionamiento estatal-gubernamental. El jefe directo de la encargada de dar un veredicto que puede terminar con la carrera de Johnson es Steve Barclays, un político que responde… a Johnson.

A pesar de eso, todo el mundo está esperando en vilo (incluso el gobierno) el texto final de Gray. ¿Se atreverá la funcionaria de carrera a terminar con la carrera política del primer ministro, su jefe en última instancia, o terminará ella siendo parte de la conspiración del establishment? ¿Aprovechará la cobertura que le da la investigación policial para lavarse las manos? En ese caso, ¿cuánto tardaría la Scotland Yard en llegar a sus propias conclusiones?En el mundo político británico todo puede ser porque Sue Gray tiene que actuar dentro de reglas bastante estrictas, porque todos los ojos están puestos en su informe y porque su reputación está en juego: ella misma no querrá que el Party Gate se transforme el Gray Gate o el Gray cover up.

Según la prensa británica el equipo de Gray está decidiendo si publicar un informe recortado (censurado) o esperar que la Policía británica termine su investigación lo que podría llevar semanas o meses. La otra opción es publicar una versión con paréntesis tachados en los lugares donde su dictamen podría “prejuzgar” la investigación de la Scotland Yard.

En medio de estos vertiginosos dos meses de escándalo nadie sabe qué va a suceder. La música podría orientar al primer ministro. Su banda favorita es “The Clash”, pero Johnson también “very fond” de los Rolling Stones. En tal caso ojalá recuerde el título de un par de las más célebres canciones de Mick Jagger y Keith Richard: “Time waits for no one” (and it wil not wait for me) y “You can´t always get what you want”. (El tiempo no espera a nadie y no me va a esperar a mí y No siempre puedes obtener lo que quieres).