Cuando el ex presidente Mauricio Macri emprendió su viaje a China en mayo de 2017, llevaba dos objetivos centrales. Uno era hacer negocios (para él y sus amigos) y el otro, reducir el crónico déficit de la relación comercial. China es el país con el cual tenemos el mayor rojo: vendemos materias primas sin industrializar y compramos lo industrializado. Un auténtico negocio “chino”, heredado y defendido por la logia argentina primarizante (LOPA) que encabeza el monocultivo sojero, principal beneficiario de este intercambio desigual, que Macrí quería incrementar.

La periodista Marcela Pagano, que cubrió aquella gira presidencial, nos dice que “según el INDEC, en 2016 el déficit comercial alcanzado por Argentina con China fue de 5951 millones de dólares. Pero para el organismo de estadísticas chino, ese déficit fue de menos de la mitad, de apenas 2084 millones”. Una diferencia mayúscula, de 3867 millones, ¡no le erraron por dos pesos! “Un agujero negro de 4000 milones sin declarar” titulaba otro medio capitalino. Los “eficientes” CEOs de la exportación “cantan” al Estado el número que quieren.

Las principales diferencias provenían de los rubros de maquinarias, equipos, material eléctrico, semillas y frutos oleaginosos. “La inconsistencia sobre este último rubro (soja-maíz) es la que mayores dolores de cabeza le generaría a la comitiva oficial”. Los funcionarios macristas no se explican de dónde surgen las diferencias que por otra parte, también aparecen en el intercambio de estadísticas con otros países, no solo China. La fiesta es global, según parece.

Tratemos de ayudar a comprender la situación. Lo primero es saber que los puertos privados son verdaderos enclaves coloniales donde no hay más ley que la de sus dueños. Por allí entra y sale todo lo que los concesionarios permitan, en forma expresa o mirando para otro lado. Al Estado le cuentan lo que quieren ellos y el Estado: bien gracias.

Además, Macri cambió a favor de las empresas toda la normativa con que se realiza el comercio exterior, entre ellas la forma de pesaje de los barcos. En octubre de 2017 Macri modificó la Resolución General 4.138-E de agosto de 1990, sobre determinación de peso por el sistema de control de calado y sondaje de tanques (Draft-Survey). Las empresas (dueñas de los puertos) tienen la opción de pesar por este sistema, o por el de balanzas: los dos son exactos, depende de quien los maneje. Allí está el detalle de esta historia.

Entre los cambios que dispuso el inefable Maurico a favor de las mega corporaciones, está el margen de error del pesaje por el sistema Draft-Survey. Históricamente este osciló entre el 1 y el 1,5 por ciento; él lo llevó al 4. En épocas en que el desarrollo científico técnico permite una precisión fenomenal, el “ingeniero” va para atrás: es como si en lugar de la computadora, volviéramos al ábaco. Según un especialista consultado para esta nota ”entre jugar con esa deficiencia de pesaje y alterar el registro de pesos totales con lastre, agua y combustible, hace que perdamos de vista el 10 por ciento de cada barco”.

En los puertos de Rosario entran alrededor de 4000 barcos al año (cuando el río lo permite). Son barcos denominados Bulk Carrier, que oscilan entre 35.000 y 60.000 toneladas. Tomando el porcentaje señalado por el especialista quiere decir que 400 barcos de, como mínimo 35.000 toneladas, no es que pagan menos impuestos sino que directamente se evaporan de la contabilidad oficial. ¿No estará allí una de las razones de la diferencia de registración entre Argentina y China?

Más que oportuno este viaje de Alberto Fernandez al gigante asiático. Aparte de los acuerdos que se firmen, será muy importante cotejar los números que traiga de allí la comitiva presidencial, con los que tiene el Estado argentino. Según Miguel Pesce, presidente del Banco Central, el rojo comercial trepó a los 7.000 millones de dólares. Una cifra escalofriante sobre la que, de ser real, hay que operar inmediatamente. Real debe ser, a lo que me refiero es a que la registración sea consistente con el monto genuino de la venta física.

Martin Guzman dijo que el acuerdo con el FMI no se va a solventar aumentando los impuestos: se va a ir contra la evasión y el lavado de dinero. Es por acá, Ministro.

Pesar y medir todo nuestro comercio exterior (me refiero a todo-todo, lo que entra y lo que sale). Eso no es injerencia del Estado en la economía, es simple y mero control para poder cobrar lo que corresponde, es una cuestión a-ideológica. No robar en el peso y las medidas es, además, virtud de buena ciudadanía. Virtud que parece en extinción entre los ejecutivos de las multinacionales granarias globales.

* Ex director Federación Agraria.