La semana de Silvio Diez venía cargada. Había hablado con sus compañerxs de teatro por la obra en la que estaba participando, llamó a sus clientas para avisar de la nueva campaña de cosméticos por catálogo y planeaba ir con una comparsa el sábado. Por eso, cuando corrió la teoría de que se había suicidado, nadie pudo creer que fuera cierto.

Silvio tenía 43 años y vivía en el fondo de la casa familiar, donde tenía su monoambiente. El martes 26 de enero la madre vio que salía humo y al acercarse lo encontró muerto. El cuerpo mostraba signos de haber recibido golpes, puntazos y estaba cubierto por un colchón, que era lo que se estaba incendiando. Le faltaba el celular y una mochila nueva, otra prueba por la que cuesta creer en un suicidio. A pesar de esa escena, el primer relato policial que trascendió -basado en la partida de defunción- hablaba de una simple “muerte por asfixia”.

Durante el velorio, sus conocidxs se organizaron para exigir que la causa tome un giro. Darío Pérez, del Área de Diversidad de Concordia, fue quien convenció a la madre para que el cuerpo no sea cremado hasta que se aclare su muerte: “Tenemos que cambiar la naturalización que se hace de ciertas cosas, de lo contrario estas muertes pasan a engordar una lista de suicidios sin investigación”, dijo a SOY Pérez, para quien la pérdida de Silvio deja “un mensaje machista y violento para toda la sociedad”.

Teatro y catarsis

Entre sus allegados se sabía que Silvio había sufrido mucho. Solía relatar el trauma de una internación en el neuropsiquiátrico de la ciudad de Diamante, donde le habían aplicado una terapia de conversión sexual. Decía que sus problemas en los riñones empezaron después de eso, por la cantidad de medicamentos que le dieron. Sin embargo, en el último tiempo lo veían vital: el teatro era una pasión que lo mantenía alegre.

“Silvio fue uno de los primeros integrantes del grupo de teatro El Furgón, que funciona hace cinco años. Es un espacio con abordaje terapéutico para personas que atraviesan algún padecimiento mental o un diagnóstico asociado a la discapacidad y que fueron vulnerados en sus derechos”, cuenta Natalia Palacio, profesora del grupo. “Con base en sus experiencias, es que surge la idea de hacer obras de teatro que canalicen de alguna manera lo que vivieron”.

La primera obra en la que participó Silvio fue Cóctel de pastillas, en la que hablaba sobre las violencias por orientación sexual y cómo la psiquiatría trató a lo largo de la historia aplicar sus terapias de conversión. La última que estaban haciendo -ya llevaban cinco presentaciones- era Catarsis, donde su interpretación planteaba un anhelo de vestirse con ropa asignada al género femenino sin sufrir maltratos.

“Pensar la obra sin Silvio es un dolor enorme”, dice Daniela García, amiga e integrante de la Colectiva Frente por la ESI Concordia. A partir de su trabajo con violencias, Daniela fue convocada a participar de Catarsis y presenció la devolución atenta que tenía el público al final de las funciones. “Recibió muchos aplausos sobre el escenario y eso lo hacía brillar. Por eso decidimos despedirlo con aplausos en su velatorio”.

Crimen de odio

Para la abogada Cielo Petit, querellante junto a Matías Lladós, no se trata solo de un “homicidio por robo con alevosía”, tal como ahora se caratula al momento el expediente. “Cuando hablamos de género no solo hablamos de mujeres sino también de las personas de la comunidad LGBT. La justicia tiene que tomar el caso desde esa óptica, pero a pesar de las leyes y las capacitaciones es muy difícil. Las estructuras institucionales no tienen un análisis con perspectiva de género cuando se trata mujeres, mucho menos lo vemos cuando se trata de personas LGBT”.

Tras realizar un peritaje de cámaras, la policía y el fiscal del caso, Fabio Zabaleta, detectaron un hombre que salía del monoambiente de Silvio después de iniciado el incendio. El sábado se hicieron dos allanamientos y dieron con él: en su casa estaba el celular, la mochila y encontraron restos de sangre. El presunto asesino, que tiene unos de 30 años, está detenido.

Ahora el trabajo estará en que se entienda el mensaje social de la saña en su cuerpo, lo que se enmarca en un crimen de odio. “El fuero penal debe tener una visión más amplia”, dice Cielo Petit. “Cuando el delito es tomado por fuera de la perspectiva de género, lo que ve es a un hombre que entra a una casa y mata a otro hombre, eso deja afuera toda la violencia específica que hay en la comunidad a la que pertenece Silvio. Por ahí va a estar la lucha: en orientar al fiscal, al que creo muy capaz, para que siga esta causa desde ese punto de vista”.