A menudo se señala que la gran batalla de la activista feminista RoxcyO’Neal Bolton fue contra el clima. O, en honor a la exactitud, contra los meteorólogos norteamericanos que, en la década del 50, habían adoptado la costumbre de bautizar a los huracanes tropicales con nombres de mujer, aplicando además clichés sexistas a la información que dispensaban sobre ciclones y tormentas (decían que eran “temperamentales”, que “coqueteaban con la costa”…  ) . Costumbre que Roxcy desdeñaba hasta la médula y que, contra viento y marea, se dispuso a erradicar, proponiendo que se usaran epítetos masculinos (“los de nuestros senadores, por caso, a quienes les deleita tener cosas que lleven su nombre”), no solo femeninos. “Las mujeres resentimos profundamente ser arbitrariamente asociadas con el desastre”, solía explicar ella, que redobló losbríos al mofarse el NationalHurricane Center de su sugerencia. Y los triplicó, cuadriplicó con el correr de los años, logrando que –en el ‘79– el segundo huracán en azotar territorio estadounidense se llamara…   Bob.  

Por cierto: advierte el New York Times que la ofensiva contra la nomenclatura sexista de R.B. probablemente haya salvado numerosas vidas, visto y considerando que –acorde a un reciente estudio de la Nacional Academy of Sciences–  las tormentas con nombre femenino históricamente han causado más muertes ¿La razón? Tristísima: la gente no se las toma suficientemente en serio, con los peligros que eso conlleva…

Sureña nacida en 1926 en DuckHills, un pueblito de 500 habitantes de Mississippi, hija de granjeros, el sueño de niñez de Bolton –ser política para construir puentes– no se concretó. Pero, asentada en Miami ni bien terminó la secundaria, permutó tal deseo por cruzada mayor: la de luchar por los derechos de las mujeres. Fan de EleanorRoosevelt, demócrata por elección y convicción, vivió acorde a su frase de cabecera: “Sin importar lo que te digan, una persona puede hacer la diferencia”. Frase que encarnó cuando logró que las aerolíneas no despidieran a sus aeromozas al quedar embarazadas; al conseguir que las empleadas de grandes tiendas pudieran almorzar con sus compañeros varones (hasta entonces tenían designados espacios segregados), esgrimiendo en acalorados debates: “Si hombres y mujeres dormimos juntos, ¿por qué no podemos comer juntos?”. 

En el ‘71, lideró una marcha con 100 mujeres empresarias, políticas, activistas, amas de casa (también algunos muchachos) por las calles de Miami exigiendo más policía en las calles, agentes femeninas para investigar casos de violación, rápido procesamiento de violadores, “en la que posiblemente haya sido la primera manifestación contra el abuso sexual de Estados Unidos”, anota el Miami Herald; y recuerda que el esfuerzo le valió ser ridiculizada por la prensa, que entonces publicó: “Si las muñecas se enfrentaran a los hechos y no viviesen a dieta de ideas tontas, como quemar corpiños o querer beber en bares de hombre, conseguirían mucho más”. A palabras necias, oídos sordos…   Y así, al año siguiente, Roxcy fundó Women in Distress, albergue que ofreció atención y refugio a más de 2 mil mujeres, a menudo víctimas de abuso (Ese mismo año, por cierto, también llenó su cestita de picnic y salió a acampar: frente a la oficina del decano de la Universidad de Miami, claro, exigiéndole que más mujeres ocuparan posiciones de liderazgo en la institución y que, por mismo trabajo, recibieran misma paga).

La tenaz topadora Bolton no se detuvo allí, y al poco tiempo estableció el Rape Treatment Center en un hospital de la zona, primero en su tipo en el país del norte, con personal médico especialmente capacitado en abuso sexual, que brindaba asistencia, terapia, asesoramiento legal las 24 horas del día. Por esos días, además, organizó un grupo de “vigilantes”: 12 mujeres que patrullaban alertando a otras sobre peligros concretos en la zona (entre ellos, la presencia de un violador serial)…

Apenas dos años atrás, la mítica publicación Ms Magazine invitaba a conocer a “mujeres maravilla que han hecho y continúan haciendo historia; feministas que merecen ser incluidas en el panteón del movimiento por haber motorizado cambios vitales en la sociedad”. Y mencionaban a Roxcy, fundadora de la NationalOrganizationforWomen (NOW) en el estado de Florida, compartiendo significativa anécdota: cómo a comienzos de los 70s, ella se enteró que muchachas estaban siendo apresadas por dar la teta a sus bebés en parques de Miami, acusadas de inmorales, de exhibicionistas. Indignada, tomó teléfono y llamó a la oficina del procurador general Robert Shevin. Atendió su secretaria: el fiscal no podía hablar, estaba en una reunión. “Es urgente”, espetó Roxcy, y convenció a la asistente de que era imperioso que la comunicara. Cuando el hombre la atendió, las primeras palabras que salieron de la boca de la histórica feminista fueron claras: “¿Acaso tu madre nunca te dio la teta?”. Con esa charla, lograría que las jóvenes madres pronto fueran liberadas…

“Era un pitbull: una vez que le hincaba los dientes a una causa, no la soltaba hasta lograr su cometido”, asegura JimCason, exgobernador de Coral Gables, Florida; y cuenta que, aunque tuvieron sus –muchos– encontronazos, Roxcy fue una figura necesaria para la comunidad, manteniendo a los políticos a raya.Célebre líder del movimiento feminista en el mentado estado, ni siquiera dos ataques al corazón detuvieron su empuje, y continuó hasta los 90 bien cumplidos luchando por los derechos de las mujeres. Murió los pasados días; en su lápida, el epitafio es simple: su nombre, la fecha en que nació, en que partió, y una palabra que lo resume todo: “Mujer”.