La trayectoria “natural” con la que ha venido dando vueltas hace ya siglo el mundo, de pronto se interrumpió. Un cimbronazo, una explosión. En el año 2012 se registra en la República Argentina un big bang que puso en evidencia la vida. La vida de gente que ya estaba viva y la existencia de personas condenadas al “no a lugar” desde su infancia. La certeza de los ecógrafos, los escarpines y las parteras que gritan todavía “varón o chancleta” quedó oficialmente en suspenso el 9 de marzo de 2012 cuando en la Argentina se promulgó una ley única en el mundo, pensada, discutida y redactada por personas que conocieron en cuerpo propio la injusticia del método y la crueldad de las consecuencias. El trámite “natural” con el que el mundo otorga bienvenida y sexo en cada sala de partos luego de una inspección impúdica de partes que a continuación pasan a ser “partes íntimas”, quedó en su más ridícula evidencia.

El 9 de mayo de 2012 debería ser una fecha patria con sus próceres travestis y trans, académicos y de la calle, abogados y no abogados todxs con X, responsables de la ley. Una fecha ilustre recordada con escarapela celeste, blanca y multicolor. La ley de identidad de género no tuvo tantas discusiones escandalosas y aberrantes y mucho menos públicas como la ley de matrimonio universal de 2010 pero dejó a una sociedad mundial en posición adelantada, con preguntas que no se formulan o se auto responden con más preguntas: ¿Esa es la ley que le dio un documento con el nombre que se les cante a travas y a trans? ¿Cómo? ¿No se tienen que operar ni someterse a un estudio psicológico como mínimo? ¿Quiere decir que mañana voy al Registro Civil y digo que me llamo Carlos? ¿Cúantos van a querer hacerse minas para agarrar la jubilación cinco años antes? Así es. La magnitud del cambio de perspectiva que implica la ley de identidad de género es tan revolucionario, afecta a tal porcentaje de la población, que todo parece indicar que el año 2012 no será recordado por esto. 

No hablaban de ti

En los diarios no hablaron de la ley 26.743 en el clásico recuento de hitos y acontecimientos que se hace cada diciembre. Según las crónicas oficiales, el años 2012 empieza con la ran oscuridad del 22 de febrero cuando un tren repleto de pasajeros se estrella sin frenos en la Estación de Once dejando 51 muertos, cientos de heridos y una cadena de fallas técnicas, empresariales y políticas en evidencia; continúa en abril con la reestatización del 51 por ciento de las acciones de Repsol-YPF; luego del triunfo de Cristina Kirchner en las elecciones, llega octubre con el “cepo al dólar” metáfora truculenta que contrasta con la sencillez cool del “8 N” respuesta cacerolada y música de fondo para la famosa grieta que se abrirá con todo poco después. En materia de leyes los balances consignan el proyecto de empezar a votar a los 16 años, los festejos oficialistas por La ley de Medios y el escándalo que comienza el 27 de septiembre cuando la Corte Suprema establece la necesidad de tipificar los casos de aborto no punible, la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires sanciona un texto acorde y el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, veta la iniciativa y revela el lugar donde se practicaría el primer aborto legal marcándole el camino a los grupos “pro vida” que interponen recursos para impedirlo. Las crónicas internacionales, salvo que estén redactadas por activistas especializados, tampoco se ocupan de la ley de identidad de género argentina que tomarán otros países del mundo como ejemplo y modelo. Los balances 2012 de corte pop lamentan la muerte de Whitney Houston y festejan la duda sobre si será nena o varón el retoño de Kate Middleton, uno de los bebés más poderosos del mundo que llegan a generar tanta ansiedad que una revista inglesa modifica la silueta de la futura madre con photoshop con tal de dar una falsa primicia. El sexo del futuro bebé de Shakira es el otro gran enigma y el flamante bebé de Beyoné convertido en marca para revendedores de marihuana en Los Angeles dejan demostrado hasta qué punto una ley que reconoce a a cada individuo la libre determinación de su sexo, se adelanta a “la realidad”. 

“Toda persona podrá solicitar la rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida. Presentar ante el Registro Nacional de las Personas. Expresar el nuevo nombre de pila elegido con el que solicita inscribirse. En ningún caso será requisito acreditar intervención quirúrgica por reasignación genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales u otro tratamiento psicológico o médico” dice clarito la ley nuestra.

Preguntas y respuestas

Sorprende de la ley argentina en especial su brevedad –dura apenas una carilla– y su claridad – no incurre en ningún “dígase ni hágase”– no la entiende solamente quien no la quiera entender: “Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su identidad de género; al libre desarrollo de su persona; a ser tratada de acuerdo con esa identidad y, en particular, a ser identificada de ese modo en los instrumentos que acreditan su identidad respecto de nombre/s de pila, imagen y sexo con los que allí es registrada.” La ley, y no parece una casualidad, emplea un lenguaje sencillo, amoroso y didáctico que se adelanta incluso a la pregunta sobre ¿qué querrán decir con eso de “identidad de género?: “Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.” 

No es la primera ley en el mundo que reconoce la identidad, sí es la primera que no pide permiso, ni pruebas, ni cirugías. El trámite es personal y directo, sin gestores, no implica la obligación de agrandar o achicar nada y a la vez no implica un abandono de obras sociales y asistencia médica a quienes quieran recurrir a tratamientos hormonales, cirugías y todo lo que haga falta para vivir con salud.

La activista trans Lohana Berkins multiplicaba el efecto Big Bang cada vez que abría la boca en sus notas del Suplemento SOY de este diario: “Quienes nos asumimos como travestis rechazamos la binariedad, nos situamos en una identidad propia, con el trabajo que eso nos cuesta. Decir “soy travesti” es asumir nuestra propia belleza T, nuestros cuerpos y una cuestión que incluso a veces deja paralizado al feminismo: nosotras tenemos un pene, que no es lo mismo que hablar de falo. ¿Por qué deberíamos ocultar que la belleza del cuerpo travesti también incluye un pene? ¿Por qué tanta incomodidad con algo que es parte de nuestra propia corporalidad, sexualidad y deseos? Por supuesto que todas tenemos derecho a hacer las construcciones corporales que queramos, pero hasta que propios y ajenos no incorporemos que aceptar nuestros cuerpos tal cual son también es parte de nuestra identidad, no habrá sexualidad ni amor que se puedan edificar a partir de eso. ¿Por qué tanta dificultad en nombrar nuestros deseos tal cual son sin que eso nos remita necesariamente a convertirnos en varones?” 

En el año 2012 Argentina abolió una esclavitud más aberrante que todas las esclavitudes por ignorada, por desestimada, por incomprendida hasta el presente. No figura en la lista de los hitos. Sin embargo aquí está. 

Esperanza

Dos niños, hijos de unos amigos, pelean por un juguete. “Es mi muñeca” dice uno. “No, es un soldado”, asegura el otro, “Deberíamos preguntarle qué es”, agrega el primero, no sin una cuota mayoritaria de picardía pero muy seguro de ganar con su argumento: No creo que haya oído a Lohana Berkins pero seguro ha sido alcanzado por esa poderosa voz que sigue volando como buena mariposa por nuestros aires. “Fijate que hay hombres que no tienen pene.” El otro niño se calla, presiente que ha perdido. Los adultos que escuchan la discusión también hacen silencio. O porque entienden o porque saben que les falta entender. Yo también hago un silencio. Respetuoso silencio. Y así doy por terminado mi homenaje al año 2012.