Los resultados económicos de Spotify del último trimestre de 2021, recientemente publicados, mostraron pérdidas en ingresos operativos por siete millones de euros, sobre ingresos totales por 2689 millones. En el cuatrimestre anterior, la empresa había obtenido una ganancia de 75 millones sobre ingresos por 2178 millones. En términos anuales, en 2021 Spotify obtuvo ingresos operativos por unos magros 94 millones de euros. Las acciones cayeron un 17 por  ciento tras el anuncio, aunque luego se recuperaron, para quedar un 8 por ciento abajo.

La empresa ya se había visto afectada por el anuncio de Neil Young y otros músicos de que retirarían su música de la plataforma en protesta por los podcast con discursos antivacunas. Pero esta "mala prensa" no alcanza para explicar la caída de las acciones.

Para peor, en la semana siguiente se produjo la mayor baja bursátil de la historia de las empresas tecnológicas, luego de que Meta publicara su reporte 2021 y expandiera más miedo en la economía de plataformas.

¿Fin de ciclo en la economía de plataformas?

Cuando en los ‘90, el capital de inversión avanzó decidido para asegurarse su porción de internet, infló una burbuja que no estalló pero sí se pinchó durante el período que va de marzo de 2000 a octubre de 2002. Miles de millones de dólares se desvanecieron junto con la ilusión de negocios que nunca recuperarían lo invertido. Entre los pocos sobrevivientes quedó nada menos que Google, además de otros que venían de antes, como Amazon y Facebook que se fundaría en 2004.

Luego de la crisis inmobiliaria de 2008 surgió un interés por hacer "el próximo Google". Gracias a esta expectativa se atrajeron capitales para todo tipo de plataformas, desde Uber o Rappi, pasando por cientos más, muchas de ellas de corta duración. Las más grandes aguantaron gracias a enormes cantidades de inversiones, como en el caso de Uber. Pero los años pasan, las expectativas flaquean y el miedo se extiende en una suerte de profecía autocumplida. ¿Será posible hablar de fin de ciclo?

La situación de Spotify

Las cosas no son lineales para Spotify. La empresa fundada en 2008 es pionera en el streaming musical. Salió a la bolsa en 2018 y ese año declaró pérdidas anuales por 43 millones, 73 millones en 2019  y 293 millones de euros en 2020. En 2021, revirtió la tendencia con ingresos por 94 millones de euros. A septiembre del año pasado, la deuda de largo plazo de la plataforma llegaba a los 1386 millones de euros.

La empresa tiene cerca del 32 por ciento del mercado de streaming musical, contra el 16 por ciento de Apple Musica, el 13 por ciento de Amazon, otro 13 por ciento de la china Tencent y el 8 por ciento de Google, sobre todo a través de YouTube. El problema es que todas estas plataformas pertenecen a corporaciones que pueden sostener una batalla comercial a pérdida por años, realizando subsidios cruzados desde sus negocios más rentables. Spotify, en cambio debe sostenerse sola.

Una serie de pérdidas es "normal" en este tipo de negocios, parte de la apuesta a largo plazo por un mercado que, una vez conquistado, permitirá recuperar lo invertido. El problema es que trece años parece demasiado y la ansiedad atraviesa a inversores que deben saltar a tiempo pero sin producir pánico, bajo riesgo de quedarse sin compradores. Por eso, hacia afuera, es fundamental insistir en que está todo bien.

Así las cosas, Spotify y otras plataformas sufren una pérdida de confiabilidad que mezcla muchos factores simbólicos, económicos, de ecosistema y una competencia con corporaciones mucho más grandes.

El problema de los podcast

Justamente para fidelizar aún más a sus usuarios, Spotify se metió en el negocio de los podcast. La contracara es que distribuir programas le sumó el problema del rol editorial frente a los contenidos. Para mostrarse activo, aunque sin bajar los programas antivacunas, recientemente retiró setenta podcast de Joe Rogan por usar términos racistas.

La pregunta sobre los resultados económicos y, sobre todo, sobre qué depara el futuro, plantea un desafío para los inversores de la economía de plataformas que deben decidir entre redoblar la apuesta y sostener el negocio o retirarse a tiempo con ganancias por debajo de las expectativas o con pérdidas lisas y llanas. A esto se suma las dudas sobre el ecosistema en general, particularmente golpeado por la caída de Facebook que, cabe aclarar, sí genera enormes ganancias.

La última oleada de plataformas da señales de agotamiento. Algunas lograrán, tal vez, un negocio "normal", no un nuevo Google. En el caso particular de Spotify, se suma su origen sueco, extranjero al mundillo de Silicon Valley, y que debe valerse por sí misma frente a monstruos varias escalas más grandes como Apple, Amazon o Google.