¿A dónde está mi amiga? es una de las frases ilustres de Esperando la carroza, la película de Alejandro Doria de 1985. Por celebridad acumulada ¿A dónde está mi amiga? es un meme que la evoca, un texto impreso que ayuda a vender remeras y tazas de cerámica o plástico, y es también un mensaje simpático de whatsapp que simula un hola en un entre nos cinéfilo. 

¿A dónde está mi amiga? es el guiño maestro del humor que se comparte, una patria elegida y la certeza de saber que a veces, aunque pasen los años sus vertientes suspenden el devenir y son la disponibilidad del presente. Con el campo semántico a sus anchas ¿A dónde está mi amiga? es también el signo fausto que recuerda a Angelita Pardo, la actriz que abriendo las manos y levantando los brazos hace esa pregunta a los gritos con voz de amor ante la tragedia: “¿Por qué Cora hizo esto”?, y protagoniza con elegancia bufona una escena de velatorio memorable con un magnífico remate de comedia que honra cuando se acerca al ataúd, apoya sus dedos en el borde del cajón entre rasos y puntillas entredós, abre los ojos y dice: “¿Qué te paso? ¿Qué te hicieron? ¿Quién te dejó así?”. 

Angelita Pardo murió tres años después del estreno de Esperando la Carroza, vivía en Buenos Aires, en una de las habitaciones de la Casa del Teatro, era una huésped más en el hogar que desde 1938 recibe a “gente ligada a todos los oficios del mundo del espectáculo” y en la que vivieron entre otros, Luis Moglia Barth y María Esther Buschiazzo.

Angelita había pisado escenarios toda su vida, había formado un dúo de “cantores guitarristas” con Juan Raggi y había cantado tango y folclore en el mítico Hippodrome en el escuadrón teatral de los hermanos Podestá. Había actuado en muchísimos sainetes criollos, era una estrella laboriosa en el esplendor teatral de los años veinte, “una prestigiosa cultora del folclore argentino”, como dice el epígrafe de un retrato en el que aparece junto a Raggi y que guarda el Museo de Arte Popular José Hernández, una hacedora de luces en la noche del varieté porteño y tal vez una de las primeras cultoras de la liturgia gardeliana en el multitudinario sepelio del cantor en el Luna Park.

Buscando amparo en los secretos que los rincones de la Casa del Teatro guardan descubriremos que definitivamente Angelita Pardo era mucho más que esta enumeración devota que recuerda aquel rumor falso que decía que era la madre de Alejandro Doria y que actuaba en las películas de su hijo como también lo hacía en aquellos años Francisca -Paquita- Caballero, la madre de Pedro Almodóvar, en ¿Qué hecho yo para merecer esto? y en Mujeres al borde de un ataque de nervios, entre otras. En una escena previa a la del velatorio, Rosaura (Angelita) está en el patio de su casa prensando uva, antesala del vino que su hijo Felipe (Enrique Pinti) tomará de inmediato; la escena es breve, brevísima, pero esos minutos bastan para que Angelita haga gala de su justa gracia y nos lleve de viaje al verde de sus ayeres.

Antes y después de decir otra de sus frases emblema: “¿Quién no conoce a un Sergio?”, Angelita canta con afinada modulación sin encandilamiento ni impaciencia: “que como el amor de madre otro en el mundo no habrá” y lo hace con la exactitud que dan la generosidad y la falta de interés interesado. Razón dichosa para volver a escucharla en la película mientras en un intento esperanzador dan ganas de rastrear hemerotecas disciplinadas en busca de un hallazgo.