En 2020, antes de que comenzara la pandemia, la coreógrafa y bailarina Marina Otero estrenó Fuck me, una obra notable que apareció luego de que sufriera una hernia de disco por la cual tuvo que ser operada, internada en cuatro oportunidades y guardar reposo absoluto por largos períodos. Dentro de la lógica de la autoficción, como la mayoría de sus trabajos, Fuck me narraba todo eso, con seis intérpretes a los que ella observaba sentada. Ahora estrena Love me, suerte de continuación de aquel espectáculo. "La pregunta es desde dónde bailar ahora. Todavía no tiene respuesta concreta, pero esa es la búsqueda", dice Otero en la charla con Página/12. Ambas obras pueden verse en el marco del FIBAFuck me, luego de un recorrido por ciudades de Europa, la primera "gran gira" de la artista independiente.

"Dos años después de lo que pasó ya estoy rebien. El primero fue de rehabilitación. Ahora obviamente tengo dolores, muy chiquitos, pero nada que ver", cuenta la explosiva intérprete, que se ha lucido en varias obras de Pablo Rottemberg. En la sinopsis que se encuentra en el catálogo del festival anticipa, sobre el nuevo material: “La obra se llama Love me. Sí, Fuck me y después Love me. Primero cogeme, después hablemos de amor. La escribí con un amigo porque sola ya no puedo. Este cuerpo fue hecho para destruir. A veces siento que es poseído por un espíritu maligno. Como si fuera el emisario de un mensaje ancestral, primitivo y violento. Planeo fugarme, huir de él. Esta obra es una despedida”. Ese amigo, con quien co-dirige también, es Martín Flores Cárdenas. Ella es la única performer sobre el escenario. 

El proceso de creación se inició en medio de la pandemia. Fuck me había tenido unas pocas funciones en CABA. Quedó frustrada su presentación en el Teatro San Martín. "Con Martín, alias 'Tato', nos juntábamos a charlar a ver si podíamos pensar algo juntos. Surgió Love me. En relación a Fuck me genera un contraste muy grande. Fuck me es una gran obra, una especie de show. Esta es muy chiquita. Va hablando de diferentes temas, entre ellos la violencia de la mujer. Mía, específicamente. O de la Marina personaje, porque siempre trabajo con lo mismo, la delgada línea entre la Marina de ficción y la real", compara la dramaturga y perfomer. "La violencia femenina era un tema que me interesaba. Me preguntaba desde dónde hablar, teniendo en cuenta todo lo que se está hablando sobre feminismo", agrega.

La obra es también una despedida porque dentro de poco se va a vivir a Madrid, otro tópico que aparece: "Tengo hace muchos años la fantasía de vivir en otro lado. Se armaron muchas redes laborales en Europa, por suerte. Madrid es una ciudad que me encanta, cercana a nuestro país, accesible. Me sentía encerrada y estancada. Necesito salir a conocer otras personas, artistas, vivir otras experiencias para seguir enriqueciendo mi trabajo. Cuando volvió el movimiento tomé conciencia de que la vida es ahora. En este momento lo que más quiero es moverme". Hay varias funciones de Love me hasta el sábado 5 de marzo, en CASA Teatro/Estudio, Guardia Vieja 4257 (Almagro). Fuck me se presenta el lunes y martes a las 21.30 en el C. C. 25 de Mayo (Avenida Triunvirato 4444).

Foto: Nora Lezano.

-¿La obra habla de la violencia hacia la mujer en qué sentido?
-No, al revés. Habla de la violencia de una mujer hacia el mundo. Hacia la autodestrucción o los otros. Se ha hablado tanto de la violencia de los hombres... entonces hablemos también de la violencia femenina, que tiene que ver con la machista y es casi una defensa, porque ante la violencia de un hombre opera la respuesta de una mujer.

-Te corriste del lugar políticamente correcto.
-Traté de no ponerme en un lugar victimista, sino de hablar desde lo que somos y traemos. Obviamente hay una historia, somos víctimas de un sistema, pero también desde ese lugar podemos hablar de nuestras oscuridades, no solamente de la gloria. Me interesa meterme en zonas incorrectas. Es lo de siempre (risas). No para oponerme al feminismo, sino por el contrario, para hablar desde un lugar más sano, de aceptación de nuestras oscuridades. Trato, además, de continuar la obra interminable que tiene que ver con este yo, Marina Otero. De ver cuáles son las nuevas formas de contar y cómo sigue la autoinvestigación. Contar qué pasó después de la operación.

-¿Cuál es la bailarina que emergió después de lo que pasó?
-Sigue pensando en la quietud y el movimiento, en relación no solo a la danza sino también a la vida y las emociones. La obra cuenta una experiencia después de haber viajado con Fuck me, que tiene que ver con el movimiento. Ahora tengo una columna que me permite moverme, entonces voy a moverme. Cuál es la forma de hacerlo, en la danza y en la vida, es la pregunta.

-En su momento te preocupaba cómo ibas a manejar el hecho de haber sido siempre tan extrema como bailarina. ¿Qué te sucede ahora con eso?
-
Justamente es una pregunta eje, en relación a esos movimientos extremos que tienen que ver con algo más de lo histórico, de la violencia personal. Un cuerpo que necesita, que tiene una pulsión de destrucción o de ira... para mí la danza siempre fue una salvación para poner eso en la ficción y no en la vida real. El problema es: ahora que me recuperé de la columna y sé que a esos lugares no puedo llegar en la danza y tampoco en la vida... ¿dónde pongo toda esta violencia que llevo adentro? La danza siempre me salvó pero también me lastima. Esa es la paradoja.

-¿Por qué, si la obra habla de violencia y autodestrucción, se llama Love me?
-Porque la necesidad de ser amada genera frustración, ira, violencia. Tiene que ver con la seguridad: a veces ponemos en el afuera, en los otros o en lo que hacemos, cierta necesidad de que nos quieran. Lo que no podemos poner adentro. Y eso te va cargando; una se va desdibujando. Hay un juego de palabras con Fuck me, que es una obra que busca el deseo. Porque ahí hay un cuerpo que perdió el deseo; de coger, de bailar. La rigidez le hizo perder el deseo. Ahora lo recuperó, pero busca el amor. La pregunta que abre Love me es por la búsqueda del amor, la necesidad de ser amado. Si lo extremo es parte de mi pulsión o, entre comillas, mi esencia, ¿cómo busco esa extremidad sin lastimar ni lastimarme? Fuck me es una gran producción; esta obra es muy chiquita. El sexo o el deseo requieren de cosas grandes. El amor es muy pequeño y sutil; va para adentro, no para afuera. Por eso mantenemos la idea de hacerlo en una sala chiquita y somos sólo dos personas, no hay grandes recursos. Apostamos a que quede el cuerpo solo en escena, despojado. Es menos espectacular y más performático.

-¿Por qué elegís la autoficción para expresarte? ¿Así nombrás al género?
-Hay quienes le dicen biodrama, otros autoficción... soy muy "antietiquetas" pero podría decir que mi trabajo tiene que ver con esos ejes. El límite entre la Marina real y la de ficción es muy fino. Ya no sé si me invento una vida real que me sirva para la ficción o la ficción transforma la vida real. Obviamente hay un tratamiento dramatúrgico, no soy puramente fiel al acontecimiento. Pero es peligroso: todo el tiempo estoy contando cosas que tienen que ver con mi intimidad. Lo padezco bastante. No es gratuito, tiene que ver con el riesgo, que me gusta mucho pero me trae problemas.

-Imagino que caen unos cuantos directores en esta obra...
-Exactamente (risas). Hay una preparación para llegar a la obra, mucha intimidad, pienso qué palabra usar. Se asumen las posibles consecuencias de lo que pueda generar, pero también la ficción es un resguardo. No tengo la misma exposición en las redes sociales, por ejemplo. Lo hago con el cuerpo en vivo. Todo lo que está ahí es mentira también, podemos jugar con eso libremente. Soy una persona disciplinada, responsable, virginiana. Pero en la escena parezco una desquiciada total.