Una canción tradicional cuenta la historia del señor de La Palice quien “no se ponía sombrero/ sino para cubrirse la cabeza… se casó como es sabido/ con una dama virtuosa;/ si soltero hubiese seguido/ no habría desposado a una moza,/ siempre fue querido,/ ella no era celosa/ cuando él se convirtió en su marido,/ ella devino su esposa. Fue por un triste destino/ que una mano lo hirió mal,/ se cree, porque él murió/ que la herida era mortal. /Murió un viernes/ el último día de su vida/ si hubiera muerto un sábado/ habría vivido otro día.” El investigador francés Michel Pêcheux, tituló a su exhaustivo análisis crítico del discurso Les Vérités de La Palice. Linguistique, sémantique, philosophie. Apareció en 1975 en la colección “Théorie” dirigida por Louis Althousser, de quien Pêcheux fue discípulo. “Lapalisade” término que utiliza Pêcheux para criticar ciertas definiciones de cosas o personas, podría ser el equivalente en castellano de las “perogrulladas” o verdades de Pero Grullo (según el Diccionario de la Real Academia: “verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza decirla”).No se trata, sin embargo, aun cuando el autor fuera considerado parte de la “Escuela Francesa de Análisis del Discurso”, de una especie de estudio lingüístico o de reflexión filosófica sobre el lenguaje, sino de un detallado examen que involucra tanto a esas dos disciplinas como a otras cuestiones relativas a la constitución del sujeto, al idealismo, a la producción de sentido, a la ideología y a la política. 

Aunque parcialmente citado en nuestra lengua, y con dos traducciones previas (al inglés en 1982 y al portugués en 1988) hubo de esperar hasta la actualidad para que pudiera leerse completo en castellano gracias al trabajo realizado por Mara Glozman, Pedro Karczmarczyk, Guadalupe Marando y Margarita Martínez. El título elegido por los traductores es Las verdades evidentes; de algún modo ya desde ahí se nota el carácter polémico del libro, que, siguiendo la crítica de Althusser a las “evidencias”, se ocupa de desmontarlas. Como su maestro, Pêcheux acude al pensamiento de Marx (y con ello a sus distintas vertientes e interpretaciones), al psicoanálisis (en particular a Jacques Lacan) para formular sus hipótesis. Glozman, en su prólogo, define al texto como “aseverativo, que expone tesis y obtiene conclusiones, que no cesa de abrir, de generar pliegues, de sacudir lo que va de suyo, de preguntar (se) por sus propias condiciones de emergencia”. Por su parte, en el segundo prólogo, “La problemática teórica althusseriana y Las verdades evidentes”, Karczmarczyk expone la perspectiva del autor de Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, Para leer El Capital y otras obras menos conocidas, como referencia fundamental en las postulaciones de Pêcheux. Pero además, reafirma la relevancia de sus análisis en un contexto histórico en que luego de que “el consenso ideológico en el que se asentaron los 80 y 90 comenzó a resquebrajarse”, fue posible que “las posiciones materialistas volvieron a tornarse legibles”. A lo que cabría agregar, tanto más importante si pensamos en la actual coyuntura donde asistimos a una especie de retorno de aquellas décadas no sólo en cuanto a la política imperialista norteamericana, que ya había deshecho la creencia en la construcción de estructuras estatales supranacionales “bajo la cobertura ideológica de la filosofía habermasiana”, según Karczmarczyk, sino también en el resurgimiento y renovada expansión del neoliberalismo. 

La teoría materialista del discurso que propone Pêcheux -con tres pivotes fundamentales imbricados: materialismo histórico, psicoanálisis y lingüística- posibilita desarrollar un pensamiento crítico para comprender los cambios en la subjetividad (desde la misma noción de sujeto), las concepciones, estatuto y modos de operar de la ideología, la configuración de imaginarios, las relaciones sociales y las prácticas políticas. 

En la “Introducción” denominada “Simple nota preliminar”, aunque no simple, se examinan una serie de conceptos tales como semántica, semiótica, semiología, lógica, retórica, tendencias lingüísticas (chomskiana, histórica, lingüística del habla), interdiscursividad, comunicación, procesos y formaciones discursivos, idealismo, empirismo, determinación, entre los principales, contextualizados históricamente. 

A lo largo de cuatro capítulos, en los que Pêcheux, según su consistente método de exponer distintas posiciones y definiciones -en un lapso histórico que se remonta al siglo XVII- y además de ver sus fundamentos y analizarlas, también las confronta entre sí y con sus propias postulaciones. Ciencia, ideología, lenguaje y discurso son puntos nodales que recorren todo el estudio hasta llegar a una “Conclusión” en la cual sintetiza todo el minucioso recorrido anterior para sistematizar sus “constataciones”, “tesis” y “proposiciones”, esto último deja la puerta abierta para la continuación de esta teoría. Y finaliza definiendo a la ideología no como “error”, “ilusión” o “ignorancia” sino como el espacio donde contienden la “tendencia idealista” que “apunta a la unificación de lo real bajo la forma de la unificación del pensamiento” y la “tendencia materialista”, en tanto “proceso no unificado, atravesado de desigualdades y contradicciones”. 

La lectura de Las verdades evidentes supone una atención sostenida, la capacidad de seguir un pensamiento vivo, que, coherentemente, no se aquieta ni ancla en un sentido prefijado, por, como dice Mara Glozman, “la potencia teórica, política y epistemológica que entrama el libro en su conjunto”, el cual va dirigido a una variedad de lectores “interesados en los problemas y teorías del discurso, en los problemas y teorías del lenguaje -de la lengua-, en los problemas y teorías del sujeto, en las prácticas políticas transformadoras y en los procesos de producción del conocimiento”.

Las verdades evidentes: Lingüística. Semántica. Filosofía Michel Pêcheux Ediciones del CCC 245 páginas