Es 16 de diciembre y Natalia Zaracho sale a la cancha por primera vez en el Congreso. En el recinto de diputados se para en medio de un semicírculo de hombres de traje y camisa y mujeres vestidas con blazer y tacos. Pero ella no. Natalia entra con su ropa de cartonera: un pantalón oscuro de trabajo y una remera con una banda reflectante para que la gente que tira de los carros sea vista por los autos y corra menos peligros. El pelo atado con el rodete de todos los días. “Natalia Zaracho, ¿juráis por dios y la patria desempeñar fielmente el cargo de diputada y obrar en todo en conformidad con lo que prescribe la Constitución Nacional?”, le pregunta Sergio Massa. “Por la patria cartonera, por la lucha de los pobres de nuestra tierra, sí, juro”, le responde esta recicladora urbana hija del 2001 y flamante funcionaria pública. Más que un juramento, fue un acto performático de potencia explosiva.

Los medios de comunicación se hicieron un festín con ella: por pobre, por marrona y por haber accedido a un cargo históricamente negado. En los comentarios de sus videos de YouTube, los seguidores de Milei y Patricia Bullrich se escandalizan con Natalia y la detestan: creen que no merece un escaño público porque terminó el colegio primario de grande, hace un par de años. Consideran que su presencia villera contamina un espacio institucional sagrado e impoluto. Pero ella ahora está tranquila acomodándose en su nuevo despacho, y sigue yendo a trabajar con su remera con banda reflectante y zapatillas. En diálogo con Las12, nos comparte cuáles sus expectativas como diputada, su mirada sobre el acuerdo con el FMI, su experiencia como mamá, su recorrido como activista feminista popular y cómo recuerda sus primeros acercamientos a la política, cuando no quería saber nada de la militancia.

¿Cómo estás viviendo tus primeros días como diputada?

--Recién nos estamos acomodando con los compañeros y compañeras, buscándole la vuelta. La verdad que hay mucha burocracia y está todo muy preparado para determinada clase social, ¿no? Te das cuenta…

¿En qué vez esa diferenciación? ¿Qué te llamó la atención?

--Yo me acuerdo que, cuando fui por primera vez al Congreso, poco más me revisaron toda; me preguntaban a dónde iba, con quién iba, a qué hora salía. Y ahora, medio que también. La gente no está acostumbrada a ver a una diputada con rodete o que lleve la remera de cartoneros o use zapatillas. Ahora ya lo saben y me conocen. También intento esto: molestar y sacarlos de la comodidad y que no seamos nosotros los que nos sintamos siempre incómodos, sino todo lo contrario.

Foto: Constanza Niscovolos


"Siempre voy a ir con mi ropa de trabajo"

¿Eso mismo buscaste el día de tu juramento? ¿Qué te corrió por el cuerpo en ese momento?

--Tuve muchas sensaciones, ¿no? Más allá de que nosotros militamos todos los días porque estamos convencidos, cuando me dijeron "che, la semana que viene asumís", yo pensé: “¿Qué? ¿Me estás hablando en serio?". Y lo primero que dije desde el día uno que fui candidata fue: "Yo el día que asuma, voy a asumir con mi ropa”. Porque es lo que me identifica, es lo que represento, también. Esto es lo que hay. Es lo que soy. Y yo estoy acá por lo que soy y represento. Y nosotros tenemos que llenar de barrio el Congreso. Entonces, si la primera vez que vamos cambiamos nuestra forma de vestirnos, de hablar, de pensar, digo, estamos equivocados. A mí me llena de orgullo, posta, significó mucho el día que nosotros nos organizamos y que a nosotros nos dieron una ropa. Parece una boludez, pero fue reconocernos como trabajadores y trabajadoras de la economía popular.

¿Cómo viviste ese proceso de reconocerte como laburante?

--A mí me costó mucho sentirme trabajadora, o sea, a mí me daba vergüenza cuando empecé a trabajar; tener que revisar una bolsa de basura de otro para sacar algo para meterlo adentro de la olla. Me costó mucho ese proceso y creo que eso me marcó. Hoy nos toca estar ocupando una banca que es representativa, que es colectiva y que es un paso, no es una victoria, pero es un paso muy importante. Una victoria va a ser cuando todos tengan tienen tierra, techo y trabajo.

¿Qué le responderías a los comentaristas de YouTube que dicen que no merecés este puesto porque terminaste el colegio de grande?

--Siempre me hicieron pensar que estos lugares son para determinada clase social. Me pasó que en un momento me sentía como "bueno, ¿qué voy a hacer yo ahí? La verdad que no terminé la escuela. ¿Qué puedo aportar?" Y, cuando me puse a pensar, me di cuenta que nosotros tenemos mucho para aportar. ¿Por qué? Porque sabemos lo que necesitamos, porque la vivimos, a nosotros nadie nos cuenta cómo aumentan los precios o cuál es el impacto que tiene en los más pobres un gobierno neoliberal. Nadie nos tiene que venir a contar cómo es no poder acceder a la educación, a la salud, a tener una casa, un trabajo digno. Muchos diputados te hablan de las escuelas públicas y todos mandan a los pibes a una escuela privada, ¿entendés?

Totalmente.

--¿Qué mierda saben de la escuela pública? Que se hagan atender en un hospital público y lleven a sus pibes a un colegio público y que después vengan a discutir. Te discuten lo que pasa en los barrios popular cuando no cruzaron la General Paz. Sí, terminé el primario hace dos años con el plan FINES, pero el conocimiento teórico que ellos tienen los aleja mucho de la realidad.

El acuerdo con el FMI y la deuda con los pobres

Cambiando un poco de tema, pero no tanto: ¿cómo ves el acuerdo con el Fondo y cómo puede impactar en los sectores más populares?

--A mí nadie me va a contar qué pasa cuando viene el Fondo, porque yo tenía 12 años cuando vino el Fondo acá y estalló la crisis del 2001. Yo tuve que dejar la escuela, mi vieja perdió el laburo, tuvimos que salir a cartonear y fueron muchos años que tuvimos que bancárnosla. Nosotros no podemos ser aplaudidores del gobierno. Desde el Frente Patria Grande tenemos una postura crítica. Para nosotros cualquier acuerdo con el Fondo va a ser malo, pero, también, entendemos que necesitamos que haya un acuerdo urgente con el pueblo. Cada tres meses va a venir una auditoría de afuera a ver si cumplimos con las metas o no. Bueno, cada tres meses tiene que juntarse con el pueblo a darle una explicación. ¿Se generó más empleo? ¿Bajaron los índices de pobreza? Nosotros necesitamos, también, un contrato. Y decirle a la sociedad que hoy estamos discutiendo una deuda que fue de los que ahora están haciendo campaña para el 2023. Pero, por más de que hacemos un montón de planteos desde el frente Patria Grande, también entendemos que en el 2019 nosotros votamos y militamos para sacar al macrismo. En el 2023 no pueden volver, no podemos volver a tener un gobierno neoliberal en nuestro país. Entonces, tenemos que trabajar fuerte por la unidad.

Recién hablabas del 2001, un tema recurrente en tu vida. Este año se cumplieron dos décadas de esta crisis, ¿cómo te pegó este aniversario?

--La verdad que hoy estamos casi en la misma situación, ¿no? Con la deuda con el Fondo, con los índices de pobreza, con la brecha de desigualdad que hay. La diferencia es que hoy tenemos un gobierno nacional y popular que nos representa, podemos tener 10.000 diferencias, pero tenemos un gobierno con el que podemos impulsar nuestra agenda, de la cual somos parte.

En una entrevista contaste que alrededor del 2001 tu mamá puso un comedor y que en ese momento empezó tu recorrido militante. ¿Qué recordás de esos primeros días? 

--Yo creo que era más el enojo de vivir para la mierda, de estar en la mierda todo el tiempo, de ver a los pibes en consumo, de ver que mi vieja, cuando caían 2 gotas, se ponía a llorar al lado de la ventana porque nos inundábamos y perdíamos todo... Mi vieja siempre fue muy solidaria, de hecho, cuando armó el comedor yo le decía: "¿Tenés ganas de perder el tiempo? ¿Aguantar a todos los chicos del barrio? ¿No tenés ni para vos y te armás un comedor?” Pero como a mi mamá no la ayudaba más que una vecina, a mi me daba cosa y le daba una mano. Y empecé a conocer un grupo de militantes que venía de la universidad y... yo me re calentaba. Pensaba: estos vienen un rato y después se van a sus casas y siguen gozando de sus privilegios, ¿entendés? Y tiran la cadena y tienen agua y todo lo que ya sabemos.

Desconfiabas de esos pibes…¿Y qué pasó?

--Desconfiaba mucho. Pero, después, me di cuenta que esos pibes y pibas podían elegir estar haciendo otra cosa y elegían venir al barrio, ayudar a que los pibes aprendan a leer y a escribir, a que aprendan un taller, a ayudar a que la gente haga su DNI… y me empecé a interpelar. Después, me invitaron al Encuentro de Mujeres en el 2015 y me impactó un montón ver a tantas mujeres organizadas, pero…

¿No te interpeló la lucha feminista?

--No me interpelaba porque pensaba "es un feminismo clase media, clase alta”. Sí, compartía algunas cosas de la agenda, pero nuestra agenda no estaba ahí o no era prioritaria.

¿Seguiste yendo al Encuentro?

--Sí, sí, seguí yendo.

¿Y en qué momento te enganchaste con las consignas feministas?

--Cuando me empecé a dar cuenta de que nosotras ya hacía mucho que veníamos practicando el feminismo popular, pero no teníamos el tiempo ni la posibilidad de parar la pelota, pensarlo y darle un nombre. Desde bancar la olla o ayudar a una compañera, hasta ir a buscar a un pibe cuando la mamá no pude: esa red ya la veníamos tejiendo. Entonces, cuando me puse a pensar en eso, fue como que…

Te hizo un click.

--Me hizo un click. Entonces, cuando fui al Encuentro les dije: "che, todo bien, pero démosle lugar a las pibas de los barrios, vayamos a buscarlas para que vengan acá. Déjennos hablar a nosotras”. No podemos pensar en un feminismo que nos represente a todas cuando todavía tenemos pibas que no tienen dónde vivir, que no tienen trabajo. Y la piba que no tiene qué comer no puede pensar más allá, ¿entendés? Porque está pensando en el hoy, en la urgencia; no le podés pedir a esa piba que te salga a bancar en una campaña del aborto porque no tiene qué comer.

El feminismo popular y el 8M que se viene

¿Y cuál es para vos la agenda que tiene que discutir este año el feminismo popular de cara al 8 de marzo?

--En medio del acuerdo con el Fondo, el feminismo popular tiene que discutir quiénes van a pagar esa deuda, quiénes son las pobres dentro de los pobres y cómo vamos a hacer para que la deuda no la paguen los últimos ni las últimas. Por otro lado, tenemos un Ministerio de Mujeres y Diversidades y estamos exigiendo que sea mas representativo, que genere políticas públicas para los sectores más populares, con una mirada transversal que abarque el acceso a la salud y la educación, que son los temas que más nos atraviesan. Este año vamos a acompañar con nuestra agenda de Tierra, Techo y Trabajo y expresar que tenemos que tener una mirada hacia las últimas de la fila.

Me estabas contando anteriormente que en el 2015 empezaste tu recorrido militante, ¿qué pasó en ese momento, además de haber ido al Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans?

--Participé del Encuentro de la Economía Popular y en ese momento me di cuenta que si no militaba estaba desperdiciando mi vida. Y una vez que empezás a militar te podés enojar, te podés cansar, pero no dejás nunca más de militar, de una u otra forma vas a seguir militando.

Empezaste a militar de grande y ya eras mamá de dos chiques…

--Sí, estaba re en otra. Pero desde ahí empecé a participar de asambleas y en cada curso que veía me metía. Ahí me empecé a dar cuenta de que lo que nosotros vivimos todos los días y naturalizamos no era casualidad, eran decisiones políticas que hacían que nosotros viviéramos para el culo, ¿entendés? Y para transformar eso, nosotros tenemos que ser parte de la discusión. Lo único que nos va a salvar es la organización popular.

¿Y sentiste en algún momento algo como así como "esto no es para mí"?

--Sí, un montón de veces. Aparte, cuando me iba de viaje para algún plenario o para alguna actividad mi vieja me decía "sos re mala madre que dejás tus pibes”.

¿Cómo te llevas con el término “mala madre”?

--Y, la verdad, a mí me cuesta. Yo ahora vuelvo a Fiorito y no tengo una señora que me espera con la comida lista. Yo hago lo que puedo y trato de que ellos no pasen lo que yo pasé y tengan una vida mejor. También, que sean conscientes y, ojalá, sigan el mismo camino de militancia y que tengan empatía con el otro y la otra, que sean solidarios. Trato de dejarles eso, de enseñarles eso. Ellos ven todo el día que, de repente, yo no estoy, yo me voy a la mañana y, por ahí, llego a la noche y yo trato de contarles lo que hago, a dónde fui, por qué lo hago.

¿Cómo viven tus hijos tu nueva realidad como diputada?

--Tienen 15 y 13 años y la verdad se la bancan un montón. Ellos están en plena adolescencia y lo ven medio por arriba, no toman dimensión y creo que yo tampoco (risas). Pero para mí también es importante saber que tengo un equipo que me acompaña todos los días, sino hubiese mandado todo a la mierda. Es importante tener organizada tu vida personal. Yo ahora me quedo tranquila, sé que los chicos no están en la calle, pero en otro momento capaz que sí lo pensaba, o me preocupaba que repitan de grado. Entonces, para que las compañeras ocupen estos lugares, también hay que tener acompañamiento. Lo digo porque me pasó.

Sin una red es imposible…

--Estos lugares son muy hostiles y son muy mezquinos y nosotros ya venimos muy golpeados. Entonces, todo ese proceso hay que acompañarlo.

Justo me contabas que te preocupaba pensar que tus hijos podrían estar en la calle. Este mes impactó muy fuerte la noticia de la cocaína adulterada. ¿Cómo ves el tema del consumo en los barrios? ¿Cuáles son tus propuestas?

--Yo tengo mucha bronca, porque lo primero que te muestran en la tele es un pibe fumando, un pibe vendiendo o cómo allanan las casas de los barrios populares y, la verdad, los que se llenan de plata no viven en un barrio popular, viven el Delta o viven acá en el Centro. Hay un problema y es que el narcotráfico es un negociado: lo vemos cuando en los barrios van los patrulleros a cobrarles a los tranzas o cuando agarran a los pibes, le sacan la droga, les pegan y se los llevan en cana. Nosotros vamos a trabajar fuertemente para impulsar la ley de Emergencia en las Adicciones que busca combatir una realidad: que no hay espacios donde los pibes y las pibas puedan hacer un tratamiento para rehabilitarse. El Estado no llega donde tiene que llegar y ese pibe, esa piba, antes de caer en el consumo, pasó por un montón de instancias del Estado: educación, salud, los centros culturales, los centros deportivos y ninguno de esos espacios le dio contención, todos los expulsaron.

Por último, quiero preguntarte sobre otro asunto del que estuviste hablando recientemente en tus redes sociales: la ley de humedales. ¿Cómo ves la agenda del ambientalismo? Hay cierto prejuicio de que este tema es muy de un activismo de clase media. ¿Cómo se vincula con la realidad de los sectores más populares?

--La verdad, cuando hablábamos de medioambiente también pensaba en una militancia de clase media... Pero cuando nosotros pensamos en una crisis sanitaria, económica o ambiental la sufrimos todos, pero los que más las sufrimos somos los sectores populares. Digo, el Riachuelo contaminado lo tenemos nosotros, los basurales a cielo abierto están en las periferias de las ciudades, no están acá, lo mismo las fábricas que contaminan.

¿Se puede pensar en una ecología popular?

--Nosotros tenemos que pensar en un mundo más sano, cuidando los bienes comunes y eso va a ser con nosotros, (los sectores populares), que somos un actor fundamental, adentro discutiendo. Por eso trabajamos en conjunto con los pibes y pibas que militan en Jóvenes por el Clima y otros espacios que, también, viven laburando a full, ¿no? Una justicia ambiental con una justicia social, son dos cosas que van de la mano. Además, vamos a laburar muy fuerte la Ley de Envases, un proyecto que recoge nuestra experiencia de 20 años como cartones y que propone que el productor se haga responsable del producto final. Ese producto final, ese envase, termina, por ejemplo, en el riachuelo, en un mar, en un basural a cielo abierto y las empresas no se hacen cargo de eso. Lo que hace esta ley es cobrarles una tasa del máximo 3% que va bajando si el producto es más amigable con el medio ambiente. Lo que nosotros buscamos es que esa plata que se recaude genere políticas de reciclado con inclusión social.

Por último: ¿cuál sentís que es tu desafío más grande en este momento, acá?

--En lo legislativo, impulsar todas las leyes que tengan que ver con nuestro sector y todo lo que podamos aportar para, justamente, visibilizar las problemáticas. ¿Cómo se viene laburando? Con leyes, como la Ley de Envases, ahora la Ley de Emergencia en Adicciones y así con distintas cosas. Y, después, como parte del Frente de Todos, hacer que los últimos no la pasen mal.