La querella y la familia de Lautaro Rosé --el joven que desapareció el 8 de noviembre en en Corrientes tras una persecución policial y apareció sin vida dos días después en el río Paraná-- informaron que declaró en sede judicial el adolescente de 16 años que corrió junto a Lautaro al escapar de la policía provincial esa madrugada en la Costanera correntina. El principal testigo de la causa fue resguardado por su condición de menor y en su declaración confirmó la persecución policial. "Lautaro gritaba desde el agua pidiendo auxilio porque no sabía nadar. Y no es que no lo veían o no lo escuchaban porque los policías, que eran muchos, se alumbraban con linternas y disparaban al río", fueron algunos de los conceptos de la declaración.

Según este testimonio, reconstruído por una fuente ante Página/12, en el grupo de nueve uniformados había una mujer. También dijo que le sacaron fotos, le pegaron, y lo amenazaron para que no hablara nada de lo que vivió. La familia Rosé ahora exige que luego de esta contundente declaración se avance con las detenciones de los policías responsables de este hecho de abandono de persona seguida de muerte, del incumplimiento de los deberes de funcionario público y de los apremios ilegales. 

En el expediente ya declararon los policías pero no como acusados sino como testigos. "Todos coinciden en la existencia del hecho, pero seguramente por algún pacto de silencio dicen que no recuerdan a las personas que estaban en el lugar. Nosotros estamos convencidos de que sí saben", explicó en aquel momento Hermindo González, abogado de la familia. Del grupo inicial de once policías imputados, dos quedaron descartados porque no estaban en el lugar. Con la revisión de los GPS de los patrulleros los investigadores fueron precisando esa lista. Los oficiales acusados pertenecen al Grupo de Intervención Rápida (GIR), al Grupo de Respuesta Inmediata Motorizado (GRIM) y a la Comisaría 12ª, y son investigados por el Juzgado de Instrucción 3 de la ciudad de Corrientes, a cargo de Josefina González Cabañas. La magistrada delegó el caso en el fiscal Gustavo Robineau.

Fueron citados como testigos la madre de Lautaro, Juana Luz Sotelo, y su hermano Matías Rosé, que fue quien encontró las zapatillas de Lautaro un día antes de que apareciera su cuerpo sin vida en la ribera del Paraná, a la altura del barrio Virgen de los Dolores, el 10 de noviembre. La madrugada del lunes 8, Lautaro estaba con un amigo, menor de edad, a quien la Policía golpeó. Ese joven se convirtió en un importante testigo y las autoridades judiciales y de la fiscalía, en conjunto con el abogado querellante, se contactaron con uno de los programas nacionales de asistencia. Su declaración se demoró porque antes de realizarla debía recibir apoyo psicológico. También declaró otro de los hermanos y uno de sus tíos.

De acuerdo con el informe del Ministerio Público Fiscal de Corrientes, la desaparición del joven se produjo tras una serie de incidentes en la Costanera, debajo del puente General Belgrano, la madrugada del 8 de noviembre. “En el lugar donde se inició el hecho se generó un incidente e intervino personal de la Policía de Corrientes, lo que derivó en un tumulto de personas y corridas”, precisaron las fuentes.

Lautaro Alexander Rosé tenía 18 años, iba a cuarto año de la secundaria, era de Boca, jugaba al fútbol e iba a ser el primero de su familia en continuar sus estudios, probablemente en la Marina Mercante. Además, colaboraba en el merendero de su barrio Abuela Rosario, del Frente Popular Darío Santillán-Corriente Nacional, donde era puntual a la hora de hacer el fuego o preparar tortas fritas para los pibes y pibas que concurrían. La noche del domingo 7 había ido a pasar el rato a la Costanera sur, un sector donde los correntinos buscan el fresco de la orilla del Paraná. Esas playas antes públicas, están privatizadas de facto desde que se instalaron boliches en la arena, y son frecuentes las corridas porque tanto la policía como custodios privados "sacan a los pobres para que entren los ricos", como afirman los vecinos del cercano barrio Trujillo (Galván II). Esa trampa mortal se cobró la vida de Lautaro, tal como sucedió en 2014 con Mariano Barrientos, que desapareció tras una razzia y apareció sin vida diez días más tarde en el mismo lugar que Lautaro.