“¿Vos crees que porque ocupan la calle o hacen manifestaciones tienen algún poder para cambiar algo? ¿Para discutir la deuda? ¿Cómo piensan hacerlo?” La pregunta llegó por teléfono, desde un estudio de radio donde hacían una nota para comunicar cómo iba a ser el 8 de marzo. No dudo de las buenas intenciones del entrevistador, pero da cuenta de todo lo que no se ve detrás de las impresionantes imágenes de la movilización y el Paro Internacional feminista que tomó las calles del centro de Buenos Aires y de muchas ciudades de nuestro país y de otros países del mundo, incluso de aquellos donde arbitrariamente se cree que no existimos o no resistimos. Países de Medio Oriente, por ejemplo. O en Rusia, donde las feministas se organizaron para redactar y poner a circular un manifiesto contra la guerra.

Lo que queda velado detrás de las imágenes que circulan del 8M -y que siempre actualizan la emoción recién vivida, apenas vueltas de la calle- es el proceso de organización que se necesita para que movilizarse sea una fiesta, sea ese espacio en el que se cruzan las demandas con el deseo de soltar el cuerpo, el miedo, el cansancio, la rabia que se acumula entre las heridas de la violencia machista que no cesa y sobre la que siempre tenemos que responder ¿Por qué creemos que no bajan los índices de femicidio no bajan? ¿No será que es peor hablar tanto de eso?

Libres y desendeudadas nos queremos, una consigna que sigue acompañando cada 8M.

El Paro Internacional Feminista que viene convocándose cada 8 de marzo desde 2017 no es un llamado que se anuncia por los medios o las redes, es un proceso de organización que se multiplica en asambleas, discusiones y reuniones que van confluyendo igual que los arroyos y los ríos en una cuenca que se traduce en la ocupación de la calle y en un documento colectivo capaz mezclar los deseos y necesidades de las trabajadoras de la tierra con la demanda de les pacientes de vih por una actualización de la ley que contempla sus derechos y ya perdió dos veces estado parlamentario. Por poner un ejemplo de historias que pueden parecer distantes pero que confluyen porque ambas se pueden narrar en clave de género, de racismo, de transfobia; todas supuraciones de un sistema cis hétero patriarcal y -perdón, pero voy a repetir- racista que privilegia unos cuerpos sobre otros, que condena a unos directamente al descarte.

El documento colectivo de este 8 de marzo de 2022, que declama en primer término que la deuda es con nosotras, con nosotres y con nosotros -y el masculino fue una demanda presentada en asamblea por los compañeros trans que también evocaron a los niños y adolescentes que están haciendo futuro feminista ahora mismo-, tiene cinco puntos estratégicos que surgieron de esas asambleas y que dan razones suficientes para que quede claro por qué hablamos de deuda. Por qué los feminismos no se limitan a decir que dejen de matarnos o de violarnos, como se vio en tantos carteles hechos a mano, fruto del tiempo que cada quien, que cada grupo se tomó para prepararse para ocupar la calle. 

El documento completo del Paro Internacional Feminista 2022 puede leerse en las redes del Colectivo Ni Una Menos o en niunamenos.org.ar

Por supuesto, el documento evalúa el contexto en el que se realiza el Paro Feminista, la conmoción social por la violación en patota que sucedió en Palermo a plena luz del día, el reclamo por la absolución de Higui de Jesús, lesbiana procesada por defenderse, la ausencia de Tehuel de la Torres, el pibe trans que lleva un año desaparecido, la situación de las promotoras territoriales que no cuentan con salario social, las muertes evitables por covid en barrios populares. Y el horror de un 60 por ciento de niñes bajo la línea de pobreza que pagan sin razón la deuda que se fugaron. Los cinco puntos en que se ordenan las demandas son: 1. Cuidar es trabajar 2.Reforma Judicial Feminista y Transdiciplinar 3. Contra la precarización: Trabajadorxs somos todxs 3. Autonomía de nuestros cuerpos y nuestros territorios 4. Educación Sexual Integral. El texto completo se puede leer y descargar de niunamenos.org.ar 

En nuestro país, los feminismos -así en plural para dar cuenta de las intersecciones necesarias para narrarnos- y su masividad no salen sólo de las universidades ni copian fórmulas de discursos aprendidos en el norte global. Se cocieron junto a las ollas populares en los ’90 y en 2001, se afianzaron en los Encuentros que año a año vienen sucediendo desde hace más de 30 -interrumpidos sólo por la pandemia-, en los que se viene discutiendo en clave de género desde la economía hasta la forma de amar o tener sexo, desde el acceso a la tierra hasta la situación en las cárceles, desde la diversidad corporal hasta el aborto.

Destruyamos el patriarcado, no el planeta, un cartel que lo dice todo.

Nuestra agenda es interseccional porque sabemos que no hablamos de mujeres, de lesbianas, travestis o trans como si fuéramos siluetas vacías. Sino de esas identidades situadas en las ciudades, los barrios populares, la ruralidad o los territorios de los pueblos originarios expropiados. Somos mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries con distintos colores de piel, con distinto acceso a los bienes necesarios para sostener la dignidad de la vida. Y por eso no aceptamos lavadas de cara que permitan apropiaciones de derecha de nuestras demandas. Porque no queremos igualdad en este mundo, queremos construir otro. En esta tierra y con la tierra y con todas las formas de existencia que la habitan.

 

La calle fue una fiesta este 8M, porque volvimos a encontrarnos con esa energía que no nos deja volver a casa una vez terminados los actos, porque tomamos la calle para liberarla de todo lo que nos condiciona y hacemos alianzas y amistad en ese estar acampando en la plaza pública, jugando a la pelota, tocando tambores o discutiendo lo que nos gustó más o menos del documento, lo que falta enhebrar en nuestros discursos, las ausencias que todavía se notan en el movimiento. Porque siempre nos falta algo. Porque siempre nos falta alguien. Pero ahí en la calle, en las ranchadas que se extienden hasta la medianoche, en las consignas anotadas en el cuerpo o en cartones es donde tomamos fuerza y también sentido, para seguir tejiendo resistencia, para tener capacidad de bloqueo y también imaginación de futuro. Nuestra agenda es amplia y se sigue ensanchando. Hasta que el mundo sea como lo soñamos.