El debate por la deuda criminal que tomó Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional tapó la repercusión mediática de la masiva movilización del 8M y la asunción en Chile del gobierno de centroizquierda de Gabriel Boric. Las derivas de la negociación y la votación en sí implicaron el debilitamiento del gobierno y de Macri quienes, paradójicamente, fueron los que se beneficiaron en lo inmediato.
El anticipo de una votación dividida en el Frente de Todos debilitó al Gobierno que no tuvo más remedio que negociar con Juntos por el Cambio. Pero hizo la misma manganeta que el Fondo le había hecho antes: negoció las palabras, pero mantuvo la esencia. El documento no habla de la responsabilidad malsana de Macri por esa deuda insólita.
Los problemas de Mauricio Macri
Macri lo consideró un triunfo personal. Pero que no figure en el escrito acordado no obstaculiza la causa en la Justicia que investiga las irregularidades en el proceso de toma y concesión del préstamo que empeñó al país y su utilización para financiar la fuga de capitales.
El macrismo no se esfuerza demasiado para justificar el desastre que generó su gobierno. Dicen que le pidieron al Fondo porque es el que cobra menos intereses, pero omiten recordar que en 2016 y 2017 Argentina fue el país que más se endeudó en el mundo. En 2018 ya no había prestamista privado que quisiera negociar con el gobierno de Macri y por eso tuvieron que recurrir al FMI.
Macri había presionado para que la alianza conservadora rechazara el acuerdo del actual gobierno con el Fondo y el PRO, incluyendo al jefe de gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, lo acompañó en esa posición.
El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que avasalló a la Justicia de la provincia para encarcelar de manera arbitraria a Milagro Sala, surgió como el referente “sensato” del radicalismo al enfrentar al PRO, encabezado por Macri y su mano derecha, Patricia Bullrich. La negociación que definió la ausencia de responsabilidades en el texto aprobado hizo que el PRO se uniera a la posición de los radicales, promovida por Morales.
Y al mismo tiempo que la figura del ex presidente Macri va quedando muy atrás --porque este acuerdo finalmente se forzó para que no figurara su nombre-- ya no es tan indiscutible el unicato de Larreta para aspirar a la candidatura presidencial del 2023. Después de esta negociación, Morales y los radicales salieron fortalecidos.
Los problemas de Alberto Fernández
Hasta último momento fue difícil saber si los legisladores más críticos optarían por la abstención o el rechazo. Finalmente, la mayoría optó por el voto negativo. Pero sumando los votos del oficialismo más los de Juntos por el Cambio, lograron la aprobación del acuerdo con el Fondo por amplia mayoría, 202 votos a favor.
Alberto Fernández consiguió lo que necesitaba, pero salió debilitado y con la fuerza política que lo llevó al gobierno atravesada ya no por las diferencias que siempre las hubo, sino por las heridas que dejaron este debate y la votación. Si cualquiera de las fuerzas que conforma el Frente de Todos aspira a tener alguna posibilidad en el 2023, tendrán que recomponer los puentes que fueron rotos en este proceso. Fue evidente que más de un legislador que podría haber votado en contra priorizó con su voto positivo la unidad de la fuerza.
Esta votación reafirmó la idea de realizar internas abiertas que se instaló en el FdT después del resultado desfavorable que obtuvo en las últimas legislativas. Pero ya no se trata de ofrecer una contienda más atractiva que la lista única, sino de generar espacios institucionales para las distintas corrientes del peronismo y del Frente de Todos.
Los piedrazos contra el despacho de Cristina Kirchner fueron una demostración de que la derecha estará pendiente y operará sobre las heridas que dejó la interna en el oficialismo. El agujero negro que abrió Macri con esta deuda perversa esmerila en forma permanente a la dirigencia política. A la derecha le interesa que Cristina Kirchner no quede fuera de ese desgaste y la involucra aunque sea a pedradas.
La vicepresidenta ha evitado protagonismo a lo largo de este debate, aunque, al igual que todo el Gobierno, expresó sus críticas al retorno del FMI de la mano de Macri y con el acuerdo por la deuda que tomó el expresidente. El Gobierno también es crítico, pero considera que era lo menos malo.
En el rechazo al acuerdo se mezclaron los que plantearon el no pago y la presentación de una denuncia en tribunales internacionales --lo cual equivale al default-- con los que aceptaron la negociación pero consideran que el resultado fue extremadamente concesivo.
La denuncia corresponde, más allá de lo que se haya resuelto. Tan evidente resultaba el desastre que había concertado el Fondo con el gobierno de Juntos por el Cambio que, aún antes de que Alberto Fernández planteara su rediscusión, el Fondo ya proponía el acuerdo de Facilidades Extendidas.
Los límites de la negociación con el FMI
Y se plantaron allí, no movieron ni una coma. La propuesta argentina que no fue tenida en cuenta por el Fondo era que el plazo se ampliara a más de diez años, porque las cuotas conspiran contra el crecimiento. Se planteó que no exigiera las tasas punitorias de interés y que se ampliara y flexibilizara también el cronograma para bajar el déficit. No era nada del otro mundo, pero eran los números que, según el lado argentino, no hubieran obstaculizado las posibilidades de crecer con inclusión y al mismo tiempo cubrir la deuda.
A pesar de estar en falta grave con Argentina, el Fondo no hizo ni una sola concesión. Lo máximo fue incluir en el memorándum la aclaración de que no exigía reforma laboral o previsional. La carta de Máximo Kirchner planteaba dos cuestiones: la posición negociadora argentina no había sido suficientemente enérgica y tampoco habían escuchado a otras voces que integran el Frente.
En ese caso no se planteaba el default, sino una negociación más fuerte, y recordó las que había sostenido su padre, Néstor Kirchner. No es aconsejable hacer comparaciones porque las situaciones son diferentes. Pero incluso Néstor Kirchner tuvo que soportar durante un año la supervisión del Fondo, hasta que pagó toda la deuda de un saque para sacárselos de encima.
El resultado es que el ministro Martín Guzmán no pudo mover al Fondo de su posición inicial. Como si no hubiera habido negociación. A pesar de estas cifras, es probable que no haya un ajuste salvaje como el de los gobiernos neoliberales. La perspectiva en el mejor de los casos será atenuar el impacto con el aumento de la recaudación y repartir el resto de los costos de la manera más progresiva posible.
Por eso, en el video que difundió Cristina Kirchner, habla con ironía del “plan del FMI”, porque incluye los puntos que planteó el organismo y ninguno de los que habría llevado el lado argentino.
Entre los que votaron por la positiva hubo algunos muy críticos, como Carlos Heller, que priorizaron la unidad del Frente de Todos. Los que rechazaron el acuerdo con el Fondo plantearon que permanecerán en la alianza que gobierna. Pero la votación profundizó fisuras que ya se venían anunciando. En los dos años que le restan al Gobierno, el desafío será restañar heridas y mantener la unidad del Frente al mismo tiempo que debe avanzar por el camino muy angosto que le deja este acuerdo sobre las cifras de pobreza que han dejado el gobierno de Macri y la pandemia.