Aunque Periplo, la compañía teatral que dirige Diego Cazabat, cumplió 25 años de trayectoria en plena pandemia, hoy sus integrantes festejan retroactivamente el cuarto de siglo de andadura artística con el estreno que tenían previsto para el 2020. Se trata de Carniceros de la lírica, obra de Alberto Muñoz que sube a escena el viernes 18 de marzo en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636, a las 20). Con la actuación de Andrea Ojeda, Hugo De Bernardi y Manuel Longueira y la dirección del mismo Cazabat, la compañía celebra implementando varios cambios y “expandiendo fronteras”: cuentan con dos invitados (además del dramaturgo, se suma Longueira al elenco), y realizan funciones en un teatro que no es El Astrolabio, el espacio que les pertenece, ubicado en Villa Mitre.

Cazabat y Muñoz cuentan a Página/12 que hace años que piensan en trabajar juntos dado que conocen las respectivas obras y, además, comparten el mismo barrio. Autor de personalísima escritura, Muñoz sostiene que los actores de Periplo están muy próximos a su imaginario por “su concepción escénica y su emisión expresiva”, refiriéndose a la rigurosidad formal de los intérpretes. Por este motivo les ofreció un texto que en algún momento pensó en estrenar él mismo, junto a su esposa, la cantante y actriz Claudia Tomás. Un texto que, en realidad, parece hecho a medida para Periplo, dado que la temperatura de las situaciones y la presencia del canto y la música presentan coincidencias con el universo propio de los espectáculos del grupo.

Una de estas coincidencias es la elección del grotesco y otras formas expresivas propias del teatro popular, centrales en esta propuesta. La otra similitud es el deseo de trascendencia que moviliza a los personajes planteados por Muñoz, un ansia de superación de la mera materialidad de la vida que también está en la base de obras creadas por el grupo, como las iniciales De cómo orbitan los hombres y La pérdida de mi Alhama, o El cantar de los soñantes, espectáculo de 2017. En el caso de esta comedia dramática en cuatro actos, el punto de partida es la relación entre una pareja de carniceros que intenta saltar a la fama como dúo musical a pesar de su falta de acuerdo en algunas cuestiones. La aparición de uno de sus clientes, un viejo anarquista descreído de toda certeza, va a propiciar un suceso del orden de lo maravilloso. Adelantar más detalles de la trama desactivaría la sorpresa que depara al espectador la relación que entabla este singular trío. La escenografía es obra de Hernán Bermúdez, el vestuario, de Julieta Fassone y el tratamiento sonoro, de Nicolás Wío.

-¿Qué cambios experimentó Periplo en estos 25 años?

Diego Cazabat: -En tantos años fueron muchos los cambios, pero lo que pasó en este último tiempo es que fuimos cambiando la forma de producir. Con los años fuimos ganando autoridad sobre nosotros mismos, tanto en los proyectos que lleva adelante cada uno como en la compañía. En este momento disfruto de este estreno sin pensar en lo que va a venir, en lo que vamos a producir después.

-¿Qué cuestiones aborda Carniceros de la lírica?

Alberto Muñoz: -La obra habla de la carne y el espíritu: estos carniceros tienen un negocio que va bien pero lo que anhelan es algo espiritual. Cuando cierran la carnicería son músicos y apuestan a llegar a la gloria con la única canción que compusieron, "La virgen de la morcilla". Como comerciantes sostienen su lucha militante en contra del supermercadismo, pero su deseo es triunfar en la música. La obra transita el absurdo y un realismo cruel. Y tiene el humor de un sainete. El humor lubrica los oídos y permite escuchar.

-¿El espacio de la carnicería tiene un valor simbólico?

D.C.: -El ámbito de la carnicería produce resonancias, habla de lo nacional. La carne expone diferentes niveles de la realidad nuestra: habla de las tensiones, de lo mal resuelto de nuestra historia, de la falta de escucha, de la falta de interés en escuchar al otro.

-¿Cómo explicar esta situación de ausencia de diálogo?

A.M.: -Hoy hay un continuo susurro y, a la vez, una enorme ausencia auditiva: hay un acto conversatorio permanente pero nadie escucha a nadie. Se habla de la falla, de la grieta, y yo creo que la falla es auditiva. Pero no porque oímos mal sino porque no oímos.

Otros proyectos

Ventilación para la obra

Diego Cazabat y Alberto Muñoz supieron sacar partido del compás de espera que determinó la pandemia. Junto a los otros integrantes de Periplo, Cazabat le fue dando forma al proyecto de construir otra sede del grupo ubicada en Sierra de la Ventana, nuevo espacio para sus residencias teatrales. Por su parte, Muñoz, que suele vivir entre Buenos Aires y el Tigre, se recluyó en la isla, desde donde sin dejar sus clases aprovechó para extremar su necesidad de oxigenación vital. “Todos necesitamos un campo de oxígeno para la propia obra -sostiene el artista-, porque si no se ventila, se va cayendo y comienza a repetirse”.