Edwidge Danticat, la autora de estos relatos, nació en Puerto Príncipe, a los doce años se mudó a Nueva York y hoy vive en Miami. Es parte de una comunidad de haitianos exiliados, entre los que se encuentran la mayor parte de los escritores e intelectuales de su país. En estos cuentos, como no podía ser de otro modo, la autora indaga en esa diáspora, en lo que quedó de un lado y del otro de ese movimiento, en las vidas partidas a la mitad, que hablan en dos o tres lenguas y, a la vez, lo más intenso de sus vivencias parecería no poder expresarse en ninguna.

Por eso el título de este libro, Todo lo que hay dentro, subraya esa especie de interior doliente, cierta carencia inicial de la que los migrantes tiene que emerger para hacer su vida. En este sentido, el libro se inicia con un epígrafe muy revelador: “Nacer es el primer exilio./ Caminar por la tierra/ es una eterna diáspora.” Con estas palabras Danticat pone la problemática mucho más adelante, o mejor dicho, atrás, en el origen mismo de nuestra especie. Se trata de ocho cuentos protagonizados por haitianos y haitianas que van y vienen –física o mentalmente-- entre Haití y Estados Unidos, o más específicamente entre Puerto Príncipe y barrio Little Haiti en Miami, o en Nueva York. En casi todos ellos nos encontramos con integrantes de la clase trabajadora, que se ganan el sueldo en bares, tareas de cuidado y en obras en construcción. Algunos intentan hacer de ese nuevo hogar su residencia definitiva. Otros se sostienen en un estado de transitoriedad, que mantiene viva la posibilidad del regreso. Y estas formas de obrar, estas decisiones cruciales, dividen pareja, familias, grupos de amigos, estallando aún más la comunidad, ya no geográficamente, sino en los pensamientos y sentimientos que guardan en su interior.

Danticat viene escribiendo sobre la colectividad haitiana en Estados Unidos en textos anteriores que aún no ha sido traducidos al español. Estos trabajos le valieron numerosos premios y distinciones, entre ellos el American Book Award, el Story Prize, el premio del National Book Critics Circle, la beca MacArthur y el Neustadt International Prize for Literature. Ha dado clases de escritura creativa en las universidades de Miami y Nueva York y colabora en The New Yorker, Harper’s Magazine y The New York Times, donde algunos de estos cuentos fueron publicados.

Por momentos Todo lo que hay dentro recuerda una película coral, donde pequeños sucesos interconectados --espacial o temporalmente-- hacen avanzar una trama mayor que se alimenta de esa acumulación de tragedias módicas, a escala humana. En el primer relato una chica que cuida ancianos es víctima del secuestro virtual de una amiga en Haití y debe entregar todos sus ahorros en una circunstancia más que incierta. En el siguiente, una profesora de literatura haitiana, residente en Brooklyn tiene que viajar a su país natal para despedirse de su padre, a quien por la propia diáspora nunca ha conocido. En el tercer cuento, un hotel boutique en Puerto Príncipe es escenario de las sutiles tensiones entre patrones y empleados, más aún cuando una de ellos contraiga HIV. El que le sigue narra el difícil recuentro de una pareja de amantes, luego del terremoto de 2010. En el quinto dos amigas, estudiantes de la universidad de Miami se ven enfrentadas por sus pensamientos y acciones en torno a un grupo de trabajo comunitario en Haití. El siguiente es el cuento más largo del libro, un relato oscilante que va tomando el punto de vista de la madre, el padre y la hija adulta de una familia. La depresión post parto de esta última, y la senilidad de la primera son los ejes de una historia conmovedora y de gran tensión. Le sucede un relato de una escritora que viaja a una isla del Caribe invitada por la Primera dama a escribir una crónica de una serie de eventos en los que participará el presidente. Este es el único relato en el que vemos la forma de vida de la clase alta y dirigente, un punto de vista privilegiado sobre la estructura social de un país que, en este caso, nunca se nombra. En el último cuento la voz es la de un migrante ilegal -una de las pocas voces masculinas del libro- que resbala de un andamio, y en el tiempo que tarda en caer, reflexiona sobre los momentos más significativos de sus últimos años y canta una canción haitiana tradicional ligada a la muerte.

La escritura de Danticat es sobria y centrada siempre sobre unos personajes a quienes terminamos conociendo en profundidad, pese a la brevedad de los relatos. Cada uno de ellos ilumina una intimidad a la que describe en pocos y certeros trazos; Construir a estos seres que viven en dos mundos, sin simplificaciones ni maniqueísmos, en toda su ambigüedad, es un modo de hacer justicia a su tragedia. El denominador común es la fuerte carga emocional de cada historia que sin embargo, nunca termina de caer en un baño de lágrimas.

En muchos de los textos la muerte asedia, a veces cercana, a veces pasada, individual o colectiva, a veces como un horizonte que parece venir. Finalmente, es de la pérdida en todas sus manifestaciones y de las formas de sobreponerse a ella, que trata este libro. Como dice la madre anciana del cuento "Amanecer, anochecer", lúcida y senil, pensando en su hija hipersensible: “¿No se da cuenta de que la vida que tiene es un accidente del azar? ¿No sabe que es una excepción en este mundo, donde lo normal es ser infeliz, tener hambre, trabajar sin parar y no ganar casi nada, y aguantar los caprichos de lo que venga, desde tiranos hasta huracanes y terremotos?”

Todo lo que hay dentro tiene que salir afuera. Y es ese sobreponerse –quizás el único y verdadero empoderamiento que vale la pena- lo que Danticat acierta en mostrar.