Encierros, el reciente estreno de Susana Torres Molina como autora y directora incluye tres historias que, habiendo sido escritas en diferentes momentos, cobran vigencia al presentar situaciones de características similares: “Todas hablan de un acorralamiento que, en cada caso, se manifiesta desde la emotividad, la potencia y cierto humor negro”, adelanta la dramaturga en diálogo con Página/12. Con música de Carmen Baliero e iluminación de Luciana Giacobbe, la obra puede verse en el Teatro del Pueblo de Lavalle al 3600, con la actuación de Silvia Dietrich y Emiliano Díaz.

Luego de Extraño juguete, su primera obra, Torres Molina estrenó en 1981 A otra cosa mariposa, bajo su conducción, lo cual era por entonces una rareza: “fui la primera autora que dirigió una obra propia”, cuenta Torres Molina antes de hacer referencia a los roles creativos propios de su generación: “En esa época todo estaba muy compartimentado: los dramaturgos, los directores y los actores hacían cada uno lo suyo”, aclara, para luego comparar esta modalidad con la eclosión que se produjo en los ’90, cuando todos los roles en el teatro comenzaron a fusionarse. “Hoy está todo hibridizado y se escribe desde otro lugar”, afirma.

-¿Cómo comenzaste a escribir teatro?

-Escribir fue mi modo de expresarme desde chica, pero nunca pensé en ser dramaturga. En el taller de actuación de Beatriz Matar empecé a escribir escenas breves para mí y para mis compañeros. No había casi dramaturgas, por eso en 1977, cuando se estrenó Extraño juguete fue un acontecimiento que la prensa de la época destacó especialmente.

-¿Fue difícil decidirte a dirigir tus propios textos?

-No resultó fue difícil porque conocía el mecanismo de la actuación. En mis obras siempre pongo al cuerpo del actor en primer plano. Para mí es el eje fundante, porque no todo lo que se dice en teatro se dice a través de la palabra. A veces se escribe teatro explicando demasiado, poniendo el énfasis en una escritura muy literaria.

-Una de tus características es la gran variedad de temas que abordás en cada obra.

-Sí, soy muy curiosa y hay muchos temas que me interesan. Aunque no tengo un método, el tema es lo que siempre me aparece primero. Entonces me pongo a investigarlo, a nutrirme de estímulos.

-¿Y cómo sigue el proceso?

-Luego surgen las preguntas sobre las que tengo que encontrar respuestas. Lo difícil siempre me resulta un desafío. Y después, sin forzar nada, sobre la marcha, irá apareciendo la forma estética, el tono de la obra. Cuando no se sabe cómo va a ser y adónde va a llegar lo que se escribe, hay creatividad. Si no hay asombro, es porque hay repetición.

-Hurlingham, la primera de las obras que incluye Encierros, es una historia de abandono e indefensión. ¿Cómo surgió?

.Allí apelé a mi historia familiar, algo que ocurrió en otras dos oportunidades. Quise referirme a decisiones que unas personas toman por otras. Pensé en hacer un paralelismo: quienes no pueden decidir nada, quienes deben aceptar lo que se les impone son los ancianos y los niños.

-Aunque haya sido escrita en los ’90, Nada entre los dientes es un texto que parece aludir al primer tiempo de la pandemia…

-Sí, es un texto distópico, literatura dramática de anticipación: no hay a dónde ir, no hay más abrazos, todas son pantallas, no se distingue lo que es real de lo que no lo es. El personaje se pregunta: ¿hace cuánto tiempo que no veo un firmamento? En esta obra cobra especial relevancia la potencia de la actuación.

-La tercera de las obras, Le Privé, ¿fue reescrita para este estreno?

-Sí, es un extracto de Privacidad, obra estrenada en 2013 por los mismos actores que la interpretan ahora. Ellos me hicieron notar su vigencia. La obra está en clave de humor negro, habla de un encierro psicológico, de las adicciones y de la adrenalina del consumo, de cuando aun sabiendo que hará daño es imposible detenerse.

*Encierros, Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los jueves a las 21 hs.