Por Gustavo Veiga

Estados Unidos sigue convencido de su destino manifiesto. Una idea nacida en 1845 que proyectó en el siglo XX y pretende extender al XXI. Ese papel de celador planetario -forjado en las guerras preventivas que emprendió a través de los cinco continentes-, no va con la idiosincrasia de China, resumida en la paciencia que lleva su nombre. Washington espera en vano una postura crítica de Beijing al gobierno de Vladimir Putin. China se abstuvo de condenarlo en Naciones Unidas y la Casa Blanca le lanza advertencias de todas las maneras posibles. Bajo amenazas de sanciones económicas, por vía de su agresiva diplomacia o mediante noticias sobre la guerra en Ucrania sin fuentes verificables que los chinos rechazan por “maliciosas”. Pero al gigante de la economía mundial – y segundo acreedor de EE.UU, después de Japón – no lo intimidan las presiones. Una de esas presiones está montada en la versión de que el presidente Xi Jinping le podría brindar asistencia militar y financiera a Rusia. La publicaron el New York Times y el Financial Times británico y el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Zhao Lijian, habló de “desinformación” y señaló a la Casa Blanca.

Seguí en vivo el minuto a minuto de la guerra entre Rusia y Ucrania 

Prescindente

China es prescindente en el conflicto que sacude al mundo por derecho propio y porque tiene sus razones para serlo. El principal exportador e importador de bienes del mundo se reservaría para sí el papel de mediador en la guerra, que todavía no explicitó con señales concretas. Tampoco parece que actuará bajo el asedio de la maquinaria propagandística de Estados Unidos. No lo hizo hasta hoy y con imposiciones o sanciones comentadas en los medios es muy poco probable.

En China creen que esta no es su guerra. Bastaría tomarle el pulso a una de sus principales redes sociales, Weibo – un sitio muy parecido a Twitter – para comprobarlo. El conflicto en Ucrania es seguido con desconfianza y las sanciones con que EE.UU pretende disciplinar al país son comentadas hasta de modo risueño: “Si Rusia invade Ucrania, hay que sancionar a China”, se mofan los internautas, como pudo comprobar Página/12 en algunos videos o en otros donde se cuestiona el doble rasero de Occidente que juzga de modo diferente las invasiones de Estados Unidos.

Blanco de la OTAN

China fue blanco de la OTAN – cuya línea política la marca EE.UU desde su fundación en 1949- durante otra guerra ya olvidada, la de Yugoslavia, que terminó con esa nación desmembrada. El 7 de mayo de 1999 la embajada de Beijing en Belgrado fue atacada con misiles que les provocaron la muerte a tres periodistas chinos. Hubo más de veinte heridos, un pedido de disculpas del entonces presidente Bill Clinton y se esgrimió la teoría del “accidente” para salir del paso. La operación había sido sugerida por la CIA, como se comprobó después, pero erró al blanco. “Básicamente, uno de nuestros aviones atacó el objetivo equivocado porque las instrucciones de bombardeo estaban basadas en un mapa anticuado”, confesaría el exsecretario de Defensa estadounidense, William Cohen. Cualquier semejanza con otra guerra – incluida la actual - y la teoría de los daños colaterales es pura coincidencia. 

Estados Unidos tiene un extenso vademécum de excusas para justificar las muertes ajenas en Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Somalia y una gran porción de América Latina. Y la OTAN que atacó la embajada china en Belgrado es la misma que asedia a Rusia desde 1989, tras la caída del muro de Berlín, con las consecuencias geopolíticas que transformaron a Europa en un nuevo campo de batalla. La desproporcionada reacción de Moscú con final incierto hizo lo demás.

El caso Motor Sich

La guerra híbrida que se libra en los medios occidentales y las redes sociales no contextualiza el problema de fondo: cómo China viene disputándole la hegemonía económica a Occidente y de qué manera influye su prudencia en la cuestión ucraniana. Desde mucho antes que Rusia iniciara su campaña militar, el país gobernado por el presidente Volodimir Zelesnki se transformó en un territorio más de ese conflicto de intereses. La historia de una fábrica local muy importante, Motor Sich, explica la evolución de la escalada que deterioró las relaciones entre China y Ucrania. Empezó cuando ni siquiera Zelenski era presidente ni se había fundado el partido político que lidera: Servidor del pueblo.

La compañía produce, desarrolla, mantiene y brinda asistencia técnica para turbinas de aviones y helicópteros o la industria gasífera. Sus productos se venden en casi 120 países, según medios de prensa especializados. Estados Unidos y China han competido para quedarse con su know-how. Cuando Zelenski llegó al gobierno le envió un proyecto de ley al Congreso para nacionalizar Sich, cuyo paquete mayoritario era controlado por la empresa china Beijing Skyrizon Aviation Industry Investment Co hasta un 56 por ciento.

Su inversión en la sociedad fue por una suma multimillonaria – hay medios que hablan de 3.500 millones de dólares y otros 4.500 – que la compañía pretende recuperar. Por eso apeló a un Tribunal de Arbitraje y contrató abogados especializados en litigios internacionales. Las presiones de EE.UU. – señalan en China – hicieron que prosperaran las coacciones sobre Ucrania para que abandonara a los capitales de Beijing.

Pese a las promesas de compensación por la nacionalización de Motor Sich, China avanzó con su denuncia al igual que Turquía, que tenía una participación accionaria en la empresa ucraniana. Además mantenía varios proyectos conjuntos para motores de aviación y transferencia de tecnología. Para el país en guerra, el conflicto por esta compañía significó un dilema. Depende de la asistencia económica y militar de EE.UU. pero antes de la guerra buscaba recomponer su relación comercial con China. Es uno de sus principales clientes en la compra de productos agrícolas.

El 28 de enero de 2021 el sitio ruso Sputnik publicó que “el gobierno de Ucrania bloquea desde el 2016 las operaciones con las acciones de Motor Sich adquiridas por las compañías chinas”. Un año antes esos inversores habían anunciado su propósito de demandar a Ucrania.

Diplomacia

El periodista e historiador Néstor Restivo dirige la revista DangDai que analiza las relaciones entre Argentina y la segunda economía mundial. Le dice a este diario que “China está moviéndose diplomáticamente, entendiendo que este conflicto tiene una resolución a través del diálogo y la negociación”. También señala que “Europa jugó un papel patético; debía haberse abrazado a la posibilidad de acuerdos con Rusia, sin descartar su alianza histórica con EE.UU. Partir la relación con Moscú fue un gran error que a la larga debilitará a Washington”.

En un discurso virtual ante el Congreso de Estados Unidos, el presidente Zelenski, mirando a cámara, se dirigió a su colega de Estados Unidos directamente: “Biden, deseo que usted sea el líder del mundo y ser el líder del mundo significa ser el líder de la paz”. Palabras que remarcan el camino transitado por Ucrania hasta el momento y que explican la aparente neutralidad de China.

En Occidente se extendió por los medios la sospecha de que Xi Jinping convalida la política de Putin. Pero existe un conflicto de intereses que la saga de Motor Sich ya había anticipado hace al menos tres años. En 2019 una comitiva de EE.UU. llegó a Kiev con el declamado propósito de conversar sobre temas de defensa. Pero la verdadera intención era impedir que la vital compañía de insumos para la industria de aviación siguiera en manos chinas. Un capítulo más del conflicto global entre Washington y Beijing.

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