La guerra en Ucrania generó un salto en el precio internacional de los commodities. Si bien ninguna bomba cayó en los campos argentinos, los precios internos de las materias primas que produce el país también se dispararon. La explicación reside en que las materias primas argentinas se exportan, de manera que al aumentar el precio internacional, se incrementa el precio que reciben los productores. Quien quiera comprar granos para el mercado interno deberá pagar el mismo precio que reciben quienes exportan, ya que de lo contrario no sería abastecido. De esta manera, el precio interno de las materias primas se incrementa por encima de la inflación aun cuando los costos de producción no sufrieron variaciones significativas respecto del promedio.

Ante esa situación, el Gobierno anunció subas marginales en la tasas de retenciones a las exportaciones de harinas y aceites de soja, con la intención de generar un fondo de unos 400 millones de dólares para subsidiar el precio interno del trigo. Si bien la soja cotiza en máximos históricos y la suba en la tasa de retenciones es mínima, la medida desató la protesta de las patronales agropecuarias y de políticos de la oposición. Semejante actitud pone en evidencia lo difícil que es lograr mejorar la calidad de vida de las mayorías sin confrontar con los dueños del poder económico y sus representantes mediáticos, políticos y judiciales.

A partir del fondo compensatorio se espera recaudar el 17 por ciento del valor de las 7 millones de toneladas de trigo que se consumen anualmente en el país, de acuerdo a la cotización del mercado de Rosario de las últimas semanas. La discusión sobre cómo utilizarlo pasa por sostener el precio del trigo que compran los molinos que producen para el mercado interno, subsidiar las harinas que utilizan quienes fabrican alimentos para el mercado interno o subsidiar directamente al consumidor.

Cada alternativa tiene sus pros y sus contra. Cuanto más al inicio de la cadena se dirija el subsidio, mayor es el impacto en el precio del bien de consumo final. Ello es así porque los distintos estamentos de la cadena de valor agregan un margen sobre las materias primas que utilizan. Así, el precio de la materia prima llega multiplicado por los sucesivos márgenes que se le aplican, hasta que lo adquiere el consumidor en forma de bien final. Si se abarata el primer eslabón (o se evita que suba), su impacto final será amplificado por los sucesivos márgenes. La contra es que la dirección del subsidio es más generalizada, alcanzando sectores de elevado ingresos que no lo precisan.

Por el contrario, si se subsidia el consumo final, se puede orientar quien lo recibe en forma bastante precisa. Por ejemplo, se puede dirigir el fondo hacia la tarjeta Alimentar, quienes perciben jubilaciones, asignaciones, un ingreso por política social, o percibieron el IFE, asegurando que el dinero fluya hacia quien más lo precise. La contra es que el precio de los panificados aumentará multiplicando el alza del trigo por los distintos márgenes que aplican los diversos eslabones de su cadena.

@AndresAsiain