Lo que es el destino, las vueltas de la vida…

Este sábado apenas dos ex jugadores ingresaron al Salón de la Fama (también una ex, Cam Swim) y estos dos nombres están íntimamente emparentados, aunque uno de ellos tal vez no lo sepa. Uno, lo sabemos todos, es nuestro Manu Ginóbili. El otro Tim Hardaway. Jugadores de distintas épocas que nunca se cruzaron en una cancha y apenas coincidieron un tiempo en la NBA, ya que el base jugó los últimos 17 partidos de su carrera en la primera temporada de bahiense en la elite, la 2002/2003. Pero hay una historia que los une. El juego del Señor del Crossover, nombre que podríamos ponerle para hacer justicia, porque Hardaway fue tal vez el jugador de la historia que mejor ejecutó esa acción -cambiar de dirección, con la pelota, cuando uno tiene enfrente a un defensor-, fue tan cautivante que inspiró a Gino cuando era un adolescente que soñaba con llegar a la Liga Nacional. Claro, en esa época nadie pensaba que el escolta podría ser lo que fue -ni cerca- y la ilusión era ser profesional del básquet, como sus hermanos mayores.

Eran años en que la NBA empezaba a llegar más regularmente al país y Manu, apasionado como pocos del básquet y de la mejor liga del mundo, se desvivía por esos partidos que se veían por ESPN. Nacido en 1977, era fana de los Bulls, todos lo saben, y en su habitación tenía un poster tamaño real de Michael Jordan. Pero pocos conocen que su segundo equipo eran los Warriors. Sí, Golden State, pese a que no era uno de los más populares. Y una de las razones era que estaba Hardaway, uno de los armadores más creativos y deslumbrantes para ver en toda la historia. Se trataba de jugador bajo (1m83), pero fornido, un tanquecito con una habilidad deslumbrante para driblar y desequilibrar. Jugaba como si estuviera en el playground, nuestro potrero, y anotaba en diversas formas, yendo hacia adentro o tirando de lejos. En sus 15 temporadas, entre 1989 y 2003, fue cinco veces elegido para el All Star y cinco para el All NBA Team (equipos ideales). Terminó su carrera con promedios de 17.7 puntos y 8.2 asistencias. Hoy algunos deben conocer a su hijo, que está Dallas Mavs, pero el mejor de los dos es el padre, está claro…

Tim Hardaway, ídolo de Manu y ahora compañero en el Salón de la Fama.

Pero no sólo por él Manu se hizo fan de GSW. También por el estilo de un equipo singular que rompió el molde y ayudó a cambiar el juego para siempre. De hecho, es parte de la cadena de evolución que hace unos años se profundizó, el estilo más vertical, de muchas posesiones y con gran predominio del tiro de tres puntos. Todo arrancó con la llegada de Don Nelson, técnico innovador y arriesgado, que hizo resurgir a Golden State. Primero aprovechó al zurdo Chris Mullin, excelso tirador, de lo mejor de la historia. Al otro año sumó a un escolta de elite como Mitch Richmond y entró a playoffs. Ya en 1989, también vía draft, se quedó con el elemento que le faltaba (Hardaway) para formar uno de los mejores perímetros ofensivos de siempre.

Nelson desarrolló un estilo de juego que buscaba, con velocidad, muchos ataques y tiros al aro, darles oportunidades de anotar a tres goleadores puros. Fueron apenas dos temporadas las que compartieron equipo, suficientes para revolucionar la competencia y dejar una huella. Mullin (promedió 25.4 entre esas dos), Richmond (23) y Hardaway (19) formaron un tridente letal que se ganó el apodo (Run TMC) por las primeras letras de los nombres, que justamente eran similares a los de un famoso grupo de rap (Run DMC). Un trío que, además, era apoyado por un sistema y otras piezas de rol, todas perimetrales. Ahí estaban, por caso, el lituano Marciulonis –primer soviético en llegar a la NBA- y Mario Elie, un escolta que había estado jugando la Liga Nacional con Unión de Santa Fe.

El trío de Golden State que enamoró a Ginóbili.

Ese equipo abrazó el estilo Run & Gun (Correr y Tirar), que en ese momento era novedad y hoy es parte de una tendencia mundial. Hasta el sudanés Manute Bol, uno de los jugadores más altos de la historia (2m31), lanzaba de 3 puntos en ese equipo… El juego, entretenido, cautivó más allá de la Bahía de California. Una atracción llegó hasta Bahía Blanca. “Manu era fanático de ese crossover de Hardaway y hasta llegó a tener una camiseta suya que le trajeron de USA”, contó Leandro, el mayor de los tres hermanos. No es de extrañar que aquel movimiento sea parte de la inspiración del Eurostep, la acción que patentó Manu, a partir de una que hacía Marciulonis en los 80 y que además tiene reminiscencia del Lazo de Dejan Bodiroga. Manu también fue eso: la capacidad de mirar y adaptar lo mejor. Tanto con Hardaway como con cualquier otro crack…

Aquel Run TMC sólo duró dos temporadas, suficiente como para dejar una huella en la historia. En la primera, GSW ganó sólo 37 de los 82 partidos. Poco. Aunque en la siguiente todo mejoró: se impuso en siete más (récord de 44-39) y llegó a playoffs. Sorprendió eliminado a San Antonio en primera ronda (3-1) y perdió con los Lakers (4-1) que serían finalistas. Ese equipo fue el segundo más anotador de la NBA, con 117 puntos. Eso sí, también fue el segundo en puntos recibidos (115). Defendían poco pero anotaban mucho y, se sabe, en Estados Unidos los tickets los venden las ofensivas. No sorprendió que ese equipo, a diferencia de lo que había pasado hacía una década, llenó el estadio en cada uno de los 41 partidos de local. Con el trío anotando casi 72 puntos de promedio. Ya en la siguiente no estuvo Richmond, aunque se quedaron Mullin y Hardaway, pero el estilo se afianzó y pasó a 55 triunfos. Hasta ahí llegó el amor. En la siguiente se cayó a 34 y fue el principio del fin. Pero fueron años en lo que Hardaway no bajó nunca de los 20 puntos y 9 asistencias de promedio.

Timmy estuvo en Oakland hasta 1995, cuando pasó a Miami y, bajo Pat Riley, dentro de un equipo muy defensivo en el que era el mayor talento ofensivo, disfrutó de su segunda juventud, volviendo a ser uno de los más devastadores bases ofensivos de la competencia. Manu, en ese entonces, ya lo disfrutaba -siempre por TV- ya afianzado como un jugador de la Liga Nacional. Con el tiempo jugaron en la misma competencia y ahora, vaya casualidad, entraron juntos por la puerta grande del Valhalla del básquet.