Contento de que por fin hayan dispuesto la vacuna antigripal para beneficio de los benditos ciudadanos, el Puma Flores escribe la dirección como los medios de difusión lo han indicado: www.buenosaires.gob.ar/gripe... Lee: La ciudad habilitó turnos de vacunación antigripal para niños hasta tres años, embarazadas y mayores de 65. Todo bien. Explicaciones innecesarias. ¿Quiénes pueden recibir la vacuna antigripal? Menores. No, esto no es. Población con condiciones priorizadas. Acá es. Sacar turno. Feliz, el Puma Flores presiona enter con satisfacción. Turno más próximo, por fecha, por lugar. Elige la primera opción y hace clic en donde se lee comenzar. Aparece un circulito rojo, negando, aunque de inmediato se abre otra pantalla: Actualmente no se encuentran turnos disponibles; más abajo gran cantidad de cruces rojas. Desastre. Probemos otra opción. Por fecha. Mismo aviso: actualmente no se encuentran turnos disponibles; debajo el calendario de abril. Por más que haga clic, no hay respuesta. Prueba en Por Lugar. Análoga historia. Carajo. ¿Para qué anuncian que ya se puede sacar turno, si no cumplen?…

Al otro día vuelve a probar. Igualito, la frustración se repite. Así que decide tirarse el lance yendo a la Rural. El sábado es precioso. Embutido en el barbijo, se mete en el subte. Llega. Pregunta en la entrada y una chica, más terminante que un torturador le repite mil veces que no y que no y que no. Y le da una tirita de papel donde figura la dirección de internet. Él no se anima a decirle que no es ningún boludo, que ya entró en esa página, y también le cuenta toda la historia sufrida con la computadora sin que la chica se moleste en escucharlo muy oronda sentada en la baranda atenta a su celular. A él se le sube la sangre, sabe que un cafecito con dos facturitas de membrillo lo calmarán. Eso hace en un bar continuando la lectura de Papá Goriot, de su querido Balzac. Pero como se ha quedado con la sangre en el ojo, no logra meterse en la lectura. Sale del bar y vuelve a la lucha. 

Como estamos todos embarbijados no me reconocerá. Por si acaso, reacomoda la pistola en el bolsillo de la cazadora, no vaya a ser que se le note y se arme quilombo al pedo… No ve a la chica. Hay gente confusa y eso le permite hacerse el otario y pasar sin que se aviven. Gracias, Dios, pudiendo subir al ring ya tengo la mitad de la pelea ganada. Ingresa al colosal patio con los maravillosos puestos de atención. Poca gente. Llega casi al fondo. Se hace el boludo y una chica le pregunta y él parece que responde adecuadamente porque ella le dice siéntese allá. Lo hace tan ilusionado que se promete un Malbec caro para la cena. Le dicen que pase donde ese señor se retira. El Puma Flores no lo puede creer, ¡se va a vacunar! ¡Soy un piola flor y flor! Entrega el DNI. La mujer mira la pantalla buscándolo mientras la otra dama le sugiere también aplicarse otra vacuna complementaria. Él dice que sí, que acepta todas las vacunas del mundo con tal de que le den la antigripal tan codiciada. Pero hay inconvenientes porque su nombre no figura. ¿Sacó turno? Me lo sacó mi hija Vanesa, me dijo que viniera… ¿Y cómo entró acá?... Por la puerta. La cosa se va poniendo espesa. Usted no figura, no tiene turno. Él pone cara de gil. Argumenta que no puede ser, que es una persona mayor, y habiendo tantos puestos vacíos y todos atentos a los chismes de los celulares… Como corresponde se cagan en él. Acompáñeme. Y va detrás. La mujer habla con otra. Hacen posta hasta que lo sientan ante la jefa o lo que se supone que sea. Ella husmea en la pantalla, pero nada. Usted no tiene turno. Él esgrime planteos y derechos, que siempre la gente mayor es la más castigada, y estoy viendo montones de puestos sin pacientes. Pero ella, con elegancia, lo manda preso. Gran actor, él hace la de Richard Burton cuando la Taylor le dijo: nene esto ya no va más; pero de nada sirve. Se retira puteando a Dios y María santísima. A la mierda con el Malbec caro. Para lograr la calma nada mejor que largas caminatas. Es un fabuloso ejercicio pasear por el Jardín Botánico.

Llega a su casa. Se ducha. El agua también calma. No se da por vencido. Prende la compu. Insiste con lo mismo. Mismo procedimiento, mismo resultado. Verifica en la pedorra tirita de papel que le dio la chica. Agrega: salud/vacunas/gripe. Pero es igual. Buscando llega al Ministerio de Salud de la Nación. Brilla un teléfono. Marca 0800-222-1000. Suena, gracias Dios. Suena, sí, pero nadie responde. Sí-sí, atiende un disco femenino que le agradece haberse comunicado con la Concesionaria Mercedes Benz, y le da los horarios de atención. Puta madre. Verifica el número anotado y ve que el último cero en realidad es un dos. Vuelve a marcar correctamente. Suena, Dios existe. ¡Alguien levanta el tubo y le dice que es el Ministerio tan querido! Bravo. Se llama Pablo. Hola, Pablo. Y el Puma Flores le cuenta los esfuerzos de la jornada sin los beneficios anhelados; lo escuchan, ya es algo, Dios querido. Pero el tal Pablo explica que él no lo puede ayudar, posiblemente sí logre algo en el 147. Harto, llama al 147. Una voz le indica las opciones. Poncha con determinación. Suena el teléfono. Vos femenina muy lejana. Por favor levante la voz. ¿Verónica? El Puma Flores repite el viacrucis que viene sobrellevando. En la conversación ella le pide el DNI. El Puma Flores se pone contento, porque si le piden identidad quiere decir que lo han tomado en cuenta y la posibilidad de que acierte en el blanco no es mera ilusión. Pero no, ella dice que no. Él está a punto de preguntar con rispidez ¿para qué mierda me pediste el DNI? Mejor no, me tildan de maleducado-acosador-fóbico y me trago una probation, lo que faltaría. Pero no se aguanta y le reprocha que al menos las personas mayores deberían tener facilidad para vacunarse en cualquier lado y sin pedir turno. Está por añadir algo más duro sobre las autoridades, pero, como buen caballero, agradece y cuelga. En el balcón, afloja las piernas. Se distiende con una mezcla de la antigua gimnasia sueca de su infancia, barnizada con respiración yoga. Dice uno, levanta los brazos y aspira por la nariz llenando el estómago de aire. Dice dos, baja los brazos y expele. Repite el ejercicio tapando por vez un agujero de la nariz. Ahora se siente mejor. Dios proveerá. Es lo que me tocó. Se apoya en la baranda y ve los apurones de la gente, escucha los enfermizos bocinazos de los autos. Por la esquina aparece alguien corriendo a todo lo que da. Se lo ve ágil y con buena preparación física. Detrás corren otros dos a los gritos: ¡Agarren al chorro, agarren al chorro hijo de puta! Estos no tienen buen estado atlético, sólo entusiasmo, se van quedando atrás y el chorro logra desaparecer enganchando por la otra esquina, donde pide limosna la familia que duerme en la calle. Los policías, parados como postes en la puerta de los edificios donde viven los políticos con sueldos millonarios, siguen mirando con mucho esmero los espejitos de colores en sus celulares. El Puma Flores entiende que mejor que tirarse por el balcón es mucho más inteligente seguir haciendo ejercicios, que es lo que vuelve a hacer poniendo las manos en la cintura y rotando el cuello. Cuando cree que ya superó el estado de locura natural, propio del mejor ciudadano que paga sus impuestos, se sienta a tomar sol. Gracias, Dios, por brindarme esta deliciosa paz; al menos me liberaste de oler la mierda desparramada en la 9 de Julio, donde volcaron los baños químicos alquilados por los piqueteros…