La inflación y la guerra en Ucrania no cesan, más bien escalan. Vientos de fronda para el Gobierno.

En la semana que pasó, de cualquier modo, hubo medidas promisorias. Destaquemos un par:

  • El aumento de la Tarjeta Alimentar, un cincuenta por ciento, mejora los ingresos de millones de familias. Es transferencia directa de fondos, sencilla de implementar. Se aplica a un padrón preexistente construido con requisitos objetivos: no media discrecionalidad ni capricho de las autoridades. Atañe a un sector que lo necesita. El avance es claro aunque ninguna medida equivale a panacea total para una clase trabajadora fragmentada con distintas posiciones relativas.La decisión contrasta con la propuesta salvaje de Juntos por el Cambio (JpC) encabezado por el Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta: quitarle “los planes” a los argentinos que se movilizan para reclamar mejoras al Estado.
  • El acuerdo de compra de gas a Bolivia alivia el escenario energético. La perspectiva de complementarlo con Brasil mejora la ecuación. Es prematuro afirmar que lo conseguido bastará para cubrir todo “lo que falta”. Las proyecciones en tales casos son aproximativas o voluntaristas pues dependen de variables indeterminadas, entre ellas (nada menos) cuán crudo será el invierno. Pero se contará con más gas, a precios menos siderales. Es buena nueva.

En torno del ministro de Economía Martín Guzmán resaltan que éste tomó parte en las negociaciones con Brasil y obtuvo un buen tiempo de espera por la deuda con el Club de París. “Martín no habla de la interna pero hace”, transmiten sin decirlo.

En el otro lado de la grieta interna del Frente de Todos (FdT) piensan muuuy distinto. Agregan a otros cuestionamientos (inflación, poder adquisitivo de los ingresos fijos) que el pacto entre el Gobierno, la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Unión Industrial Argentina (UIA) tiene sabor a poco o a nada. El senador Oscar Parrilli en declaraciones televisivas dobló la apuesta: dijo que hay ministros a quienes conduce el titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja. Ninguneó un tanto a la CGT que participó de los cónclaves.

La citada mesa, vuelve a señalar esta columna, congrega representaciones sectoriales acotadas. Faltan las organizaciones sociales, las dos CTA, otras centrales empresarias… Si faltaba uno más no entraba, bromeaba Macedonio Fernández.

Adelantar las paritarias puede ser útil o hasta imprescindible. Pero su devenir queda supeditado a la capacidad negociadora de los sindicatos (muy dispar, ya se sabe) y a la voluntad patronal. El calendario tradicional de las negociaciones colectivas comprueba que unas cuantas estaban al caer “por ventanilla”.

El rol del Gobierno luce desdibujado, casi como maestro de ceremonias de la puja distributiva. Tendría que intervenir en la pulseada: convencer o presionar al empresariado para que reconozca aumentos sustantivos.

La burguesía nacional no existe, se argumenta a menudo. Su solidaridad en tiempos de catástrofe es otra quimera. La tercera pata de la mesa incide poco o nada: se pactó lo de costumbre… eventualmente con un poco de antelación.

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Del libro didáctico a las expectativas: Sinceramente es alta la capacidad de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner para promover best sellers. La irónica alusión al libro del sociólogo Juan Carlos Torre indujo interés de lectores y hasta una nueva edición. El autor del libro no quiere atender entrevistas, deslizó a través de amigos y colegas que no le place la interpretación que propugna Cristina.

El presidente Alberto Fernández pisó el palito, respondió que no leería el libro porque no necesita informarse sobre lo que vivió. Ambos puntos de vista son refutables. Un libro serio de memorias propugna una interpretación de la época pero cualquier lector puede llegar a otra en base a la información recibida. El argumento presidencial, a su vez, es flojo: nadie termina de conocer la realidad por haberla “vivido”. Otras miradas, otros datos sirven para iluminar, repensar, aprender. Pero volvamos al eje.

La “indirecta” de Cristina dio luz verde a otras recriminaciones internas. “No sé si Roberto Feletti le pidió permiso a Cristina para cuestionar a su ministro (Guzmán)” comenta un alto funcionario nacional. Por ahí, cavila, el secretario de Comercio Interior interpretó que tenía plafón. La diferencia es irrelevante: la autorización existió, expresa o tácita.

AF y CFK no se dirigen la palabra y acumulan recriminaciones desde hace rato. La prensa hegemónica disfruta de la situación. La mayoría de las acusaciones que divulga le llegan de fuentes oficiales.

La línea oficial demarcada por el presidente es consagrarse a la gestión, no discutir la interna. “No salir a responder todo el tiempo”. A menudo, él desacata su propia directiva, tira la bronca ante oídos de la opo mediática que lo divulga con alegre saña.

De todas maneras la consigna es seguir adelante, gobernando y poner entre paréntesis (pongalé) la interna. El cuadro es extraño, sin precedentes históricos comparables.

Es comidilla que el presidente amplió el elenco con el que dialoga, el sucedáneo de la “mesa chica”, sumando al exministro Agustín Rossi. La incorporación remoza un elenco demasiado amigófilo (una tendencia común en la que recae cualquier oficialismo en problemas) y AMBA céntrico.

El Chivo Rossi porta valores inusuales: es leal pero no obsecuente, tiene pensamiento propio. Tuvo templanza para soportar desaires de Alberto y de Cristina cuando se lanzó a las Primarias Abiertas en Santa Fe contra la lista que promovía el gobernador Omar Perotti. El presidente lo hizo renunciar, apresuradamente… casi como castigo.

Colocado en el rol de asesor sin cargo Rossi sostiene que el Gobierno debe “militar la gestión”, gobernar y defender lo que hace. Que deben hacerse Primarias Abiertas presidenciales el año que viene. Que es imprescindible un Ingreso Universal o una medida similar para combatir la pobreza y la indigencia. Que hay que hacer las reyertas internas a un lado para gobernar 24x7. Lo charla en tertulias privadas, lo divulga en surtidas entrevistas.

El Ingreso o el Salario Básico Universal está fuera del radar de Guzmán. Fernández, chimentan quienes lo conocen, recién ahora empieza a decir que habría que estudiarlos. Los costos, la complejidad de articularlos con programas preexistentes son los argumentos más usuales para renegar de la herramienta. La necesidad incentiva a dar un salto cualitativo, innovar. En circunstancias excepcionales hacen falta respuestas audaces.

Mediciones recientes reflejaron baja de los índices de pobreza y de indigencia. Datos estimulantes que necesitan ser mirados con detalle. El porcentaje de merma de la pobreza fue muy superior al de la indigencia. Dado que millones de argentinos transitan por un límite muy finito, si advienen otros meses de elevada inflación el porcentaje de pobreza volverá a subir.

A su vez, el de indigencia se mueve poco. En su momento, la Asignación Universal por Hijo (AUH) determinó una caída sustantiva y perdurable de la indigencia. Otra causa para preconizar una medida similar, años después.

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Unidad, expectativas, rumores: Los dos sectores del FdT concuerdan en algo: nadie quiere romper la coalición. El kirchnerismo agrega que sus cuitas con Guzmán no son personales sino referidas a políticas económicas y a participación en las decisiones. En criollo, aseveran que no exigen su reemplazo.

Allende las palabras y aún la voluntad del oficialismo en su extraño conjunto, las internas debilitan al Gobierno. Los adversarios y los enemigos juegan, se apalancan en la interna, generan incertidumbre.

La economía no es pura expectativa, vale… pero las expectativas pesan en el horizonte y son una de las multi causas de la inflación.

Los rumores sobre la renuncia o remoción de Guzmán se renuevan con asiduidad, recrudecieron en esta semana. El run-run resiente la gestión, distrae, enfada… los disensos internos restan mística.

Se pone de moda construir mesas de arena: divagar sobre adelantamientos electorales, candidaturas. Con elecciones cada dos años es inevitable. En un mundo tan convulsionado las especulaciones se debilitan, pareciéndose demasiado a fantasías, castillos en el aire viciado.

Algo es seguro: no hay porvenir interesante para ningún sector del FdT o para sus virtuales presidenciables si el Gobierno fracasa o no repunta fuertemente antes de las elecciones.

Alberto Fernández afronta un intríngulis político. Necesita imprimir cambios que posiblemente sean leídos como concesiones. Pero si no los hace, las perspectivas son opacas. El mero despliegue de la recuperación actual, ya está verificado, no alterará las tendencias a la desigualdad y la concentración del ingreso.

Uno de los pocos ministros que charla mano a mano con él, lo conoce y hasta lo intuye, adelanta: “El presidente tomó decisiones duras cuando fue la pandemia. En materia sanitaria y económica. Tomó decisiones duras en el canje de deuda con los acreedores privados y en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Digo duras, no indiscutibles que no existen. Ahora también las tomará. Respecto del equipo de gobierno y de la coalición, si es necesario”.

“¿Cuáles?” inquiere el cronista.

“No lo sé”. Y si lo sabe, lo reserva. Factible que lo ignore y que el mismo presidente las esté aquilatando. Habrá que ver.

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Índices acusadores: Baja la cotización del dólar blue; aumenta la recaudación impositiva en particular por retenciones; hay más empleos y se eleva el consumo. Esto ocurre ahora, no es Argentina año verde. La recuperación es visible, hay más trabajo, concuerdan dirigentes y gente común de surtidas provincias.

Las novedades empalidecen cuando se corrobora el galope inflacionario. El anuncio del INDEC será, como siempre, litúrgico: el porcentaje corrobora lo que la gente común sabe o padece.

Visión impresionista de quien les habla: jamás vio que tantas personas con laburo tuvieran problemas para llegar a fin de mes. Incluyendo a aquellos con trabajo formal, registrado, protecciones. La referencia estructural signa el presente y el futuro. La angustia, la carrera perdida contra los precios, ensombrecen la cotidianeidad de las mayorías.

Las derivaciones políticas de ese cuadro, tal vez, sean impredecibles. Por ahí, menos lineales que lo calculado por buena parte de la dirigencia política. Mención que comprende a la derecha autóctona que da por sentado que ganará las elecciones del año que viene, sin interferencias mientras no se divida.

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Hola, míster president: El expresidente Mauricio Macri termina el mundial de bridge y se reúne con el colega estadounidense Donald Trump a tomar una birra y fotografiarse. Un viejo adagio reza: del ridículo no se vuelve. La era contemporánea desafía viejas certezas.

En un planeta azotado por la peste y la guerra, el Gobierno afronta su última oportunidad, le quedan contados meses para revalidarse, sus adversarios confían en que fallará. Millones de argentinos necesitan que el Estado los ayude a levantar cabeza, a remontar adversidades, a mejorar su calidad de vida, sus ingresos, sus esperanzas.

Un éxito celeste y blanco se refleja en la revista Forbes: hay bastantes empresarios argentinos entre los recontra multimillonarios del planeta. ¿No los agobia tanto la presión impositiva, entonces?

Los jueces de la Corte Suprema no pagan impuestos y dejan hibernar un expediente hasta que Carlos Blaquier quede exento de ser juzgado. Las clases sociales existen. La solidaridad entre los miembros de la dominante, también.

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