En Argentina, se estima que padecen Parkinson alrededor de 120 mil personas, en mayor proporción los adultos mayores de 65 años -aproximadamente la sobrelleva el 1-2% de este grupo poblacional-, y se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa crónica y progresiva más frecuente en el mundo.

La enfermedad de Parkinson se manifiesta con síntomas motores y no motores. Los principales síntomas motores son la lentitud o bradicinesia, la rigidez y el temblor. En estados más avanzados pueden existir alteraciones posturales, del equilibrio y de la marcha. 

También se pueden presentar alteraciones sensoriales (pérdida del olfato, dolores diversos), gastrointestinales (constipación), del estado de ánimo (depresión, ansiedad, etc.), del sueño (insomnio, sueños vívidos o actuados) o autonómicas (trastornos urinarios). En estados más avanzados también puede verse afectada la cognición. Estos cuadros suelen comenzar luego de los 60 años, pero existe un 5% de menores de 40 que también son afectados. Se estima que 1 de cada 100 individuos mayores de 60 años padece la enfermedad de Parkinson.

Aunque actualmente no existe una cura para esta enfermedad, sí hay múltiples tratamientos, tanto farmacológicos como no farmacológicos, que ayudan a aliviar los síntomas. Entre los quirúrgicos, se destaca la Estimulación Cerebral Profunda, un procedimiento que se realiza en el país desde hace varios años y sobre el que ya existe cuantiosa experiencia. 

Una proporción seleccionada de pacientes con Parkinson podría beneficiarse con los resultados de esta tecnología médica, dependiendo de la edad, de las manifestaciones de la enfermedad y de la presencia o no de otras condiciones asociadas.

Una de las terapias más avanzadas y reconocidas por su efectividad en minimizar los trastornos de movimiento propios de la enfermedad es la Estimulación Cerebral Profunda (DBS por sus siglas en inglés). Este tratamiento consiste en el implante de electrodos en la profundidad del cerebro que van conectados a un generador de pulsos o dispositivo eléctrico -similar a los marcapasos cardíacos- que se coloca en el tórax o el abdomen. 

Su mecanismo de acción se basa fundamentalmente en la capacidad de modificar el funcionamiento del sistema nervioso a través de estímulos eléctricos. El dispositivo es programado externamente a través de un software que define y regula los estímulos que recibe el paciente.

El procedimiento del implante es un proceso multidisciplinario donde colaboran, entre otros, los neurólogos, los neurocirujanos y los bioingenieros. La precisión del implante se logra a través de diversos métodos, entre los cuales se destaca el registro de la actividad neuronal de ciertas regiones del cerebro durante la cirugía. 

“La terapia de Estimulación Profunda busca controlar los síntomas motores de los pacientes, así como probables complicaciones y fluctuaciones que puedan desarrollar debido a la terapia farmacológica”, explicó el Dr. Carlos Alberto Ciraolo, Jefe de la Sección de Neurocirugía Funcional del Hospital Italiano de Buenos Aires.

Uno de los dispositivos destacados es el estimulador cerebral profundo desarrollado por Medtronic. Se trata del primer dispositivo diseñado para capturar señales cerebrales utilizando el cable DBS implantado. Además, utiliza un software para el procesamiento y análisis de todas las señales cerebrales en tiempo real. Esas señales se almacenan en el dispositivo y se utilizan para brindar un tratamiento personalizado a medida que evolucionan las necesidades del paciente.