En 2021, Mayra Lucio publicó el libro Desobedientes, aportes al debate feminista sobre prostitución / trabajo sexual, (Editorial Marat), una amplia investigación que se encarga de poner sobre la mesa el tema de la prostitución en tanto “encarna un debate difícil entre los feminismos, porque aún hay mucho por decirse y sobre todo por ser escuchado”, dice la autora. A lo largo de las páginas y situándose desde el abolicionismo, pone el acento en los orígenes de “esta institución patriarcal” para recorrer su historia y reflexionar también sobre lo que sucede en la actualidad en el ámbito académico.

Con prólogo de Florencia Guimaraes García, que escribe como “travesti sobreviviente y combatiente del sistema prostituyente”, posicionándose ante los discursos que hablan de autonomía en la prostitución, interpela: “¿Cuáles son los parámetros que se toman para hablar de elección? ¿Partimos todas de una misma línea de igualdad para elegir entre ser putas o científicas?” Luego plantea: “Cuándo el regulacionismo habla de esos supuestos derechos laborales, ¿por qué omite todas las violencias que encierra la prostitución?”.

Mayra es antropóloga y se dedica a la investigación como becaria de posgrado del CONICET. Desde 2010 integra el Equipo de Antropología del Cuerpo y la Performance de la Universidad de Buenos Aires. Dice que quienes pasaron por el ámbito académico saben que se trata de un “lugar sensible de producción de conocimiento que posibilita la elaboración de saberes capaces de visibilizar aspectos de la realidad.” Su activismo en el grupo autónomo Maleza le permitió tejer un entramado junto a mujeres y travestis en prostitución y sobrevivientes. En diálogo con Las12, cuenta que el interés por este tema lo trae desde hace años, desde que se involucró en el movimiento feminista, allá por el 2008. Luego conoció a las sobrevivientes abolicionistas y al tiempo encontró que había un debate injusto. Por eso, fue encarando junto a otras la necesidad “de visibilizar las voces de quienes están o estuvieron en prostitución y no son suficientemente escuchadas en el debate a causa de las representaciones hegemónicas dentro del feminismo”. Habla de discursos, prejuicios y estereotipos ampliamente difundidos.

Mayra cuenta que con los años y en parte porque se dedica a investigar temas relacionados con la corporalidad, fue encontrando que “ellas tenían un conocimiento corporal específico de lo que vivían en prostitución”. Lo explica así: “Un conocimiento propio que no era reconocido como tal, mucho menos investigado, y que tenía que ver con experiencias de desconexión y de rechazo, muy lejos de la representación de puta asociada a la libertad sexual”. El tema la atravesaba también por su historia personal, por sus inquietudes políticas en materia sexual y también “por percibirse prostituible”. “Siento que la prostitución condensa un montón de cosas y no lo considero un tema ajeno”, subraya.

Lucio dice que quienes se prostituyen padecen la indiferencia política, social y de los círculos feministas.


Prejuicios, estereotipos, discursos sobre el trabajo sexual

¿Dónde crees que está ese nudo “difícil de desatar” y que encarna un debate entre los feminismos?

--Creo que el nudo difícil de desatar pasa por una cuestión atencional y de afectación. Atencional porque creo que, como la memoria, la atención se construye colectivamente, y noto que la existencia de las sobrevivientes de prostitución no alcanza a despertar la atención suficiente, más allá de los círculos abolicionistas. Y la atención también está relacionada con la afectación, sus voces al resultar indiferentes, tampoco generan un interés político, un entrar en relación, un involucrarse. Creo que en la medida en que no hay una atención-afectación, gana la indiferencia y “el nudo” se mantiene como parte de un debate empobrecido, cada vez más estanco en la medida en que se evaden protagonistas y se las sustituye con estereotipos. El debate tendría otra riqueza si se reconocieran todas las voces, la textura histórica y saberes encarnados en primera persona que ofrecen aquellas que se prostituyen y que al mismo tiempo son críticas del trabajo sexual. Todo esto forma parte del nudo.

Abordás el choque de paradigmas de manera tal de nutrir el pensamiento colectivo, lejos de etiquetas escuchadas (como “yuta” o “policía de la moral”), para generar condiciones más democráticas de escucha de quienes se posicionan distinto, y eso es valioso. ¿Qué ecos tuvo esta decisión?

--La decisión de visibilizar y generar condiciones más democráticas de escucha nace de un gran eco. Porque se fundamenta de hecho en la necesidad de amplificar las voces, las opiniones, las vivencias, los sufrimientos y deseos de muchas compañeras que no llegan a ser escuchadas ni representadas en el debate. Al igual que otras compañeras mías que no pasamos directamente por la experiencia de prostitución, nuestro activismo se centra en difundir, visibilizar y, de alguna manera, ser megáfonos, amplificamos el eco de la crítica al sistema prostituyente. Y ese eco creo que ayuda mucho a desnaturalizar las etiquetas que tanto circulan.

Es un libro escrito con la intensión de remover prejuicios y estereotipos.

--Siempre me sentí muy apoyada por compañeras y amigues. Y me conmueve mucho el haber compartido el proceso de escritura con compañeras de años que son sobrevivientes. Quizás no la lectura directa pero sí a través de charlas que están directamente vinculadas, muchas me han ayudado a escribir, ya sea porque colaboraron con algún testimonio, opinión, o me sugirieron materiales de lectura. En especial, Florencia Guimaraes García, su mirada fue toda una repercusión hasta en el sentido físico, porque me movilizó mucho escuchar lo que le pasaba a ella con el libro.

Antes que una descripción imparcial, ofrecés “focos de atención” sobre el debate prostitución/trabajo sexual, y eso también es interesante. Y además hacés un análisis de los discursos académicos en torno al tema de pro trabajo sexual. ¿Cuáles son los desafíos para pensar estas posturas?

--Como decís, un debate así dentro de espacios feministas implica asumir esa parcialidad y mirada situada, de ahí plantear focos, que podrían ser otros. Y sí, estos focos están relacionados con varios desafíos. En línea con las respuestas anteriores, creo que estos pasan por escuchar con atención y capacidad de afectación, ni más ni menos que como ocurre con otros temas dentro de los feminismos (aborto, acoso laboral, abuso sexual infantil, etc.). Un debate que considere y valide todas las problematizaciones sobre la prostitución y las propuestas para atender a las mismas aún no existe. Un desafío en concreto sería animarnos a conversar, incluso discutir, sin irnos por la vía del prejuicio y la agresión, que lo único que genera es retraimiento, favoreciendo la desmovilización. Poder complejizar y animarse a profundizar en la discusión sería el gran desafío. Es difícil, lo sé, me pasa. Habitar el diálogo posible con compañeras o amigas que piensan tan distinto suele ser muy inhóspito, áspero, incómodo de sostener y pocas veces se da.

En el capítulo 7 que llamás “Desobediente colectivo”, trazás con la genealogía de las anarquistas un recorrido histórico, ¿por qué decidiste tomar esa genealogía?

--Ese capítulo da cuenta de la historia de lucha de AMADH desde sus inicios como AMMAR, contra la violencia policial y luego en busca de oportunidades reales, que llevó a la organización a tener un espacio educativo de finalización de la escuela primaria y talleres de salida laboral, ya que ellas se piensan como “desocupadas en situación de prostitución”. Elegí vincularlo con la genealogía de las anarquistas por sus experiencias políticas pioneras en problematizar la sexualidad, los privilegios masculinos en los espacios políticos y la prostitución como destino desde una perspectiva de clase. Especialmente, la experiencia política de las anarquistas de la guerra civil española que organizaron espacios para salir de la prostitución asociados, ha sido recuperada por anarquistas feministas de Argentina. Una de ellas es Raquel Disenfeld (conocida recientemente por ser la psicóloga de Higui) que desde hace décadas mantiene su participación de base en el movimiento feminista. Ella fue quien me enseñó esta genealogía que ha inspirado su espacio de contención a quienes sufrieron abuso y violencias llamado Liberatorias, desde un marco político abolicionista que reivindica la soberanía sexual y el derecho al goce. En este punto y a partir de la figura de Raquel encontré que las genealogías tenían mucho en común.