Marcela Ferradás supo de la existencia de esa gema que es Las primas por un reportaje que Liliana Viola le hizo a la autora de la novela luego de que ganara un concurso de Página/12 en 2007. La leyó "de un tirón, en el campo de unos amigos" y, dice, enloqueció. Se propuso llevarla al teatro. Conoció a Aurora Venturini. Se amaron "a primera vista". Si bien no fueron amigas íntimas generaron un lazo profundo. Y cuando Ferradás protagonizó la primera adaptación teatral de la novela, llamada Las primas o la voz de Yunadirigida por Román Podolsky, Aurora le dijo: "Yuna sos vos". Ahora, con dirección de su pareja, Horacio Peña, la actriz ofrece una "nueva lectura" del material, en formato de unipersonal, y con un título que recoge la historia que hay detrás de escena: Yuna soy yo.

Yuna Riglos, protagonista de Las primas, candente voz en primera persona, se presenta a sí misma como una "minusválida reeducada". A estas alturas la novela ya es muy conocida, pero, para enmarcar la nueva obra, un breve repaso: el entorno familiar de Yuna se compone de un padre abandónico, una madre "sin alma", una hermana paralítica (Betina), dos tías (Nené, Ingrazia) y dos primas. Petra, liliputiense, se dedica a la prostitución; Carina tiene seis dedos en cada pie y muere tras someterse a un aborto clandestino. En palabras de Mariana Enriquez, autora del prólogo para la reedición de 2020, todas las mujeres de la historia son "extremas, enfermas, obsesivas, maltratadas". Yuna padece, en comparación con otras integrantes de su familia, un mal menor: dislalia. Pinta, lo hace muy bien. Eso la salva.

Ferradás en

"Historia de iniciación ambientada en unos equívocos años '40, que despliega el mundo tortuoso de una familia disfuncional de clase media baja de la ciudad de La Plata": así la resumió el jurado del concurso Nueva Novela de este diario. "Las mitologías del barrio, la familia, la sexualidad femenina y el ascenso social (...) aparecen puestas en escena y desmenuzadas por la voz inconfundible de la narradora." Cuando ganó el premio Venturini tenía 85 años. Su texto sorprendió por la singularidad de su estilo, cargado de desparpajo y humor negro, con párrafos enteros sin punto y seguido. La escritora, autora de más de 30 libros, murió en noviembre de 2015.

"Era brillante. No tenía claroscuros. Te amaba o te odiaba. Tuvimos un vínculo muy hermoso", la recuerda Ferradás. "Muy inteligente y disimulada. No hacía alarde de eso. No hizo mucho para ser reconocida. El jurado no se imaginaba que la autora de esa novela era una mujer de 85 años", agrega Peña, quien recién termina la temporada de Cuando nosotros los muertos despertamos, con dirección de Rubén Szuchmacher, en el Cervantes.

Continúa Ferradás: "La iba a visitar a su casa de La Plata y me contaba en forma desordenada, caótica, cosas de su familia. Era muy enigmática. Me mostraba fotos con Sartre, con Evita". Antes del estreno del espectáculo dirigido por Podolsky le decía, "cada dos por tres": "Nena, Yuna soy yo". "Yo le había ofrecido participar de la adaptación y no había querido. Nuestra inquietud crecía porque se acercaba el estreno y no sabíamos qué iba a pasar con ella. Estrenamos en La Plata, en (el centro cultural) Dardo Rocha. Esa noche yo temblaba. Después del aplauso la hice subir al escenario para que la aplaudieran, y al oído me dijo 'Yuna sos vos'. La seguí visitando. Tengo guardada una correspondencia muy linda, cruzada, a lo largo de la gira de la obra, porque estrenamos en gira, y luego se montó en el Cervantes (en 2010). Ella seguía todos los periplos", completa la actriz, emocionada en la víspera del estreno, que ocurrirá este domingo a las 19 en NüN Teatro Bar (Ramírez de Velasco 419). 

En la charla con la actriz -también a cargo de la adaptación- y el director las reflexiones sobre Las primas se entremezclan con anécdotas en torno a la autora y miradas acerca de sus libros. Ferradás conoce a fondo la obra. Despliega algunos títulos, como Eva. Alfa y Omega, y una traducción al italiano de Las primas con una dedicatoria en la que Venturini se dirige a ella como "Yuna". "No sé si suena pretencioso... pero Yuna soy yo tiene que ver con esto", explica.

-¿Cómo es esta nueva versión?
Marcela Ferradás: -Una nueva lectura en muchos sentidos
. Yo estoy más grande, atravesada por más cosas, y la historia me atraviesa de otra manera. Como actriz no soy la misma. Estoy aumentada por los años en todos los sentidos, la experiencia de escenario, las vivencias... una trabaja con todos sus códigos referenciales y con su propia vida, siendo que esto (señala el cuerpo) es además nuestro instrumento. El formato de unipersonal es un salto al vacío mucho más grande. Es una nueva lectura porque me está dirigiendo Horacio. Es curioso: el texto y la historia siguen tan vigentes como cuando estrenamos la otra versión, incluso más; como la discriminación, el otro, el diferente, que es uno de los temas. Ayer hablábamos sobre por qué Aurora no tuvo la notoriedad que tiene ahora, que ya se murió y se reedita toda la obra. En gran medida es porque ella se metió con temas absolutamente tabúes en un estilo muy descarnado. Recuerdo que una crítica me dijo: “ay, pero es muy soez”. Sí, claro, hablaba de la hermana Betina, de la mesita, de que se hacía caca y pis y qué sé yo. Ahora, este fenómeno Venturini que está ocurriendo tal vez también tenga que ver con la visibilización de muchas de las temáticas que ella aborda. El texto también aborda el abuso de una menor discapacitada y la violación, un tema que lamentablemente sigue estando tan absolutamente vigente... menores embarazadas por violación.

-¿Por qué encararon una nueva versión? ¿Y por qué en este formato?
M.F.: -Siempre me quedé con ganas de seguir haciendo la obra porque mucha gente, sobre todo de la literatura, me decía que tenía que volver a hacerla. Es un espectáculo que amamos. Pasa que la producción era del Cervantes. Quise revivirlo un poquito antes de la pandemia, pedí la producción para ver qué quedaba, pero con la pandemia sonamos. Esto está hecho absolutamente a pulmón. Viola me invitó en diciembre de 2021 a un evento en el CCK que se llamó "100 Auroras", en conmemoración de los 100 años del nacimiento de Aurora. También me llamaron de la provincia de Buenos Aires y la Dirección de Bibliotecas para hacer un homenaje en el Normal 1, donde ella estudió. Hice una adaptación muy breve, de 20 minutos; así arrancamos. Y tuvimos el registro de que funcionaba muy bien. 
Horacio Peña: -Es un material que sigue vigente y sigue siendo entretenido, que es fundamental para un espectáculo.

-Tan crudo y gracioso a la vez...
H.P.: -Es gracioso por la manera en que ella lo cuenta. Si lo separás de eso es horrible. Lo cuenta de una manera distanciada, desapegada; entonces aparece el humor negro, el absurdo de la vida, para una persona como Yuna, que tuvo que luchar, como tanta gente discapacitada o disminuida, para conseguir aquello que quiere. Esta mujer lo hace y lo hace sola. Porque ni siquiera tiene el apoyo de la familia. Lo hace a puro pulmón, se ha encontrado con gente que por un lado la beneficia... el profesor la beneficia por un lado, pero por otro hace la barbaridad que hace con su hermana.
M.F.: -Aurora decía disparates con el tono en que estamos hablando ahora. Era muy feminista. Yo me paro diez y diez, naturalmente, no sé por qué, no soy bailarina. Ella me decía "nena... ¿vos sos bailarina?", "no, Aurora, soy actriz", "pero vos tendrías que bailar", "ya estoy grande para aprender", "pero escuchame vos sos una artista, no tocarás nada en la casa, ¿no? No barrés, no hacés nada. Una artista no puede hacer nada. Yo nunca hice nada". Tenía las uñas larguísimas, no sé cómo escribía a máquina. Escribía a máquina eléctrica, la computadora nunca... no pudo. No la quería. Mientras hablo pienso cosas que él (Peña) me pide para el personaje. Saltaba de un tema a otro sin solución de continuidad. Era seca. Una mujer delgada, alta, enjuta. Muy peinada siempre. No sé cuántas cirugías se había hecho, pero eran varias. "¿No ves? Yo no parezco la edad que tengo", "no, Aurora". Era muy coqueta. Esta Yuna también lo pretende. Obtiene un reconocimiento en vida. Enclavamos el monólogo en el momento en que ella va a leer un discurso de agradecimiento porque el Museo Nacional de Bellas Artes y el Ministerio de Cultura le organizan una retrospectiva de su obra. El discurso elaborado se ve interrumpido por la retrospectiva de su vida.

-¿Qué nueva lectura ofrece la obra desde la dirección?
H.P.: -Es una Yuna que ha llegado adonde quería llegar, más madura que la que contaba lo mismo en Las primas. Ahí estaba en presente todo, aparecían los personajes. Esto es un presente evocado, no sé cómo llamarlo. Todo es evocación, todo está en la cabeza de Yuna. Es una Yuna que ha triunfado y mira su vida desde un lugar que no miraba antes. Antes le sucedía su vida en la obra. Está encarada desde una llegada. La otra obra era un principio. 
M.F.: -Su madurez está atravesada por permitirse exponer más el resentimiento. Es más cruel consigo misma, con los demás, con la mirada de su vida. Hay algo más descarnado. La Yuna de la otra versión era más joven, incluso más que yo en ese momento. 

-Es, entonces, una versión más cruda que la anterior. Más dark...
M.F.: -Es la sensación que tenemos. Ojalá se refleje. Es como un vómito. Salió como salió. Así como hablaba Aurora. Sin filtro. Sin tratar de complacer, de agradar. Creo que la otra lectura era más naif, aunque no la estoy desvalorizando. 
H.P.:- La gente simpatizaba, empatizaba mucho con Yuna en Las primas. Terminaba diciendo "pobre Yuna".
M.F.:- Bueno, espero que ahora no salgan diciendo "¡qué hija de puta!" (risas).
H.P.:- Pero ella no hace daño.
M.F.:- No, pero es cómplice.
H.P.:- Pero no jode a la gente. En realidad lo que quiere es que la dejen tranquila. En esta versión su historia le irrumpe y le interrumpe su discurso de agradecimiento. Y las cosas suceden como si no quisiera. De repente se pira y empieza a hablar de su pasado y se da cuenta de que está hablando de algo que no debería y vuelve al discurso. Es el mecanismo del unipersonal, y es lo que le permite sacar sin filtro sus pensamientos.

-¿De qué manera aparecen los otros personajes?
M.F. -Aparecen tía Nené, mamá, Betina, Petra, el profesor y Cacho Spichafoco. Esto me reporta un desafío interesante. Sin la conciencia, me lleva a estar dialogando entre uno y otro sin solución de continuidad. Con voces distintas pero sin correrme.
H.P.: -Ella representa, no encarna. Hay personajes que van más a fondo, como Petra o la madre, y otros, los masculinos, son más representados que encarnados. Ella está contando aquello que le dijeron.

-¿Cómo es la puesta?
H.P.:- No tiene nada porque coincidimos en que lo importante son el discurso y el personaje. La puesta es ascética. Están los cuadros de su exposición que no son cuadros, son marcos, y un puf como esos que se ponen en los museos para sentarte a ver un cuadro. Agregar cualquier cosa sería una ocurrencia. Una distracción de lo que tiene que ser central.

-Marcela, ¿qué sentís al encarar un unipersonal?
M.F.: -Había hecho uno (Historias de malamor, con dirección de Manuel Iedvabni y textos de Guillermo Saccomanno y Liliana Escliar) y le había dicho a Horacio "nunca más voy a encarar un unipersonal" porque es un salto al vacío tan terrible, desesperante... tanto como el goce que sentís cuando después estás en el escenario y funciona. Pero lo previo es doloroso. No tenés un compañero que te tire letra cuando te quedás, nada.
H.P.: -Esa es la parte negativa, pero tenés la absoluta libertad de hacer lo que se te cante, porque no vas a distraer a ningún compañero. Podés cambiar los movimientos y nadie se va a asombrar. Podés cambiar el tono de algo si se te ocurre en el momento. Hay una libertad que no tenés en un espectáculo en que estás con otros. El tempo lo manejás vos. Nadie te obliga, excepto el director, que te puede decir "mirá, acá tenés que apurarte, ralentarlo, hacer una pausa". Pero el día en que levantás el telón se acabó la injerencia del director en el espectáculo. Ya es de los actores; son ellos los que deciden. Es tirarse a un precipicio, pero hay que saber que uno cae parado, que no se hace pelota.
M.F.:- Le pedí a Horacio, que me dijo esto anoche, que me lo diga todos los días antes de salir al escenario. 

-Horacio, ¿es la primera vez que dirigís?
H.P.: -Sí. Bueno, no... hice una ayuda de dirección, una nueva puesta de Historias de malamor. No es lo mío. No es algo que me entusiasme. En este caso es fácil porque Marcela tiene el personaje y como mucho lo que estoy haciendo es señalar algunas cosas. No puedo hablar de una dirección...
M.F.: -Me ayudaste a encontrar todo esto de lo cual hablábamos. A sacar la hojarasca para que apareciera el rubí. Ojalá se vea esto, es mi sensación. Yo antes hice este personaje de otra manera, y en el cuerpo total, esa memoria volvió a aparecer. Tuve que borrar. Y esto, sin vos (a Peña), no hubiera podido hacerlo.

-Marcela, ¿te modifica que no esté Aurora para ver este estreno?
M.F.:- Me encantaría que estuviera. Creo que le gustaría esta Yuna
. Fue, aunque no cotidiano, muy íntimo el vínculo con Aurora, que era una persona no muy sociable. Era esquiva, solitaria. Sentí que me elegía para acompañarla. Y fue muy generosa. La quise mucho. Me sentí privilegiada de conocerla y feliz porque ella estaba muy contenta. De alguna manera sentía que su obra, su historia, estaba siendo reconocida. La llevamos al interior, al festival de Porto Alegre... Estaba dichosa. Fue una artista que no fue reconocida en vida y que, además, fue muy fecunda a partir de Las primas.

El desafío de trabajar en conjunto

Ferradás y Peña están juntos desde 2006. Al principio él se negaba a trabajar con su pareja. "Me negaba a estar todo el día juntos, ir a ensayar, para volver a casa y hablar otra vez de la obra", explica. "Primero coincidimos en El conventillo de la paloma, que no fue un proyecto nuestro. Luego elegimos trabajar juntos", cuenta ella. Actuaron en La muerte y la doncella, de Ariel Dorfman, con dirección de Javier Margulis; Pequeñas infidelidades, de Mario Diament, con dirección de Manuel González Gil; y Fedra, versión de Juan Mayorga, dirigida por Adrián Blanco. "Pasó exactamente lo opuesto a lo que él decía. Decía que yo era obsesiva y me la iba a pasar hablando de trabajo en la casa. Ahora estamos parejos, pero en los trabajos anteriores él era el que más hablaba. Yo le decía 'basta Horacio, pará, mañana en el ensayo'. Y se produjo algo muy bueno: a la hora del trabajo somos compañeros, no marido y mujer. Ese rol se olvida. Incluso en el trato con los demás. Se nos hace muy fácil. Los dos nos miramos como compañeros, miramos el trabajo del otro, opinamos, aconsejamos, tomamos lo que el otro nos dice y siempre es para mejor", expresa Ferradás.

Miniserie sobre la diversidad

Los actores interpretarán a un matrimonio para un capítulo de la miniserie Revelados en blanco y negro, de Federico Palazzo. "Sin escenografía, con cámara de 360 grados y pequeñas cosas de utilería. Es muy linda. Muy teatral", describe ella. "Laburan 70 actores. El proyecto da laburo a mucha gente en un momento como este", pondera él. Son ocho capítulos con tres historias cada uno, con la temática de la diversidad. "Hacemos de una pareja de muchos años que renueva su vida sexual a partir de un avatar. El es doblajista y le toca doblar una película porno. Se niega. Hay cierta cosa de comicidad", anticipa Ferradás. Se trata de una producción de Arco Libre, de Fernando Sokolowicz, ganadora del concurso Renacer Cultura del Ministerio de Educación. Aún no está definido por dónde se emitirá.