Me viene naciendo un hijo de 12 años / En el lugar exacto en el que antes / Estuvo 12 años mi hija
Y a pesar de lo progre / de lo hippie / de lo friki
Se me aflojan las piernas de pensarlo.
Me educo, por supuesto /Con videos de Youtube/Charlas TED
FTM transsongs/Judith Butler y demás
Y sigo sin tener idea de cuán difícil va a ser su vida.

Así empecé a contar mi historia de transpaternidad en twitter. El formato en verso fue la armadura que me permitió poner en palabras lo que sentí. Mi hija fue una nena feliz, activa, malhumorada de mañana, decidida, creativa, cariñosa, libre. Siempre jugó a lo que tuvo ganas, tuvo sus etapas rosas, de princesa, de skater, de novelas románticas, de anime, de arquería, de youtubers, de Minecraft. Siempre supo lo que quería.

Hace un par de años notamos con su madre y su hermana que esa alegría se apagaba. Ella casi no hablaba de lo que le pasaba. Dejó de comer, tuvo gastritis recurrentes. Decidimos ponernos en manos de una profesional. El tratamiento la ayudó. Aprendió de nuevo a contarnos lo que sentía. Estaba en quinto grado y en la escuela no estaba bien. Se pasaba los recreos leyendo escondida. Nos dijo que quería cambiarse de escuela. La escuela nueva fue mejor. Entró con el pelo corto y un mechón azul. Ese año se fue de viaje de egresados y se vistió de “chico nerd” para el baile de disfraces. 

Hace dos meses, su madre fue a hablar con su psicóloga y ella le dijo que Gonza era algo serio, que tenía que ver con su identidad y que había que darle lugar. Fue como un martillazo. Empezamos a leer y nos dimos cuenta de lo poco que sabemos, lo poco preparados que estamos para afrontarlo.

En una merienda familiar lo hablamos con él: le preguntamos si estaba seguro y nos dijo que sí. Y nosotros metimos la pata hasta el fondo, le objetamos el nombre, el origen, propusimos alternativas, nerviosos, mientras la hermana nos miraba horrorizada. Entonces él dijo: “si para aceptarme necesitan que me lo cambie es un esfuerzo que estoy dispuesto a hacer”. Gonza siempre supo como clausurar una discusión.

Desde entonces venimos transitando un camino abierto por la ley de Identidad de Género y la de Educación Sexual Integral y por la mamá de Luana, la mamá de Facha. Descubrimos que nuestro hijo trans tiene derechos y las instituciones en las que se mueve (la escuela, el conservatorio, los médicos) obligaciones. Pero sobre todo encontramos una sociedad en la que cada vez hay más gente dispuesta a entender y proteger a los niños trans.

La hija que tuve es el hijo que tengo; el futuro que soñé para ella no tenía género y no me cambió mucho el futuro que sueño para él. Y justamente porque no tengo idea de cuán difícil va a ser su vida es que trato de salir a visibilizar (nos).

Hoy mi hijo es un chico feliz, activo, malhumorado de mañana, decidido, creativo, cariñoso, libre. Y eso me indica que vamos bien.

* Mauro prefiere preservar su identidad completa (por el momento) y es papá de Gonzalo.