La dirección musical es de Martin Haselböck, uno de los músicos más interesantes de la escena actual y, con certeza, uno de quienes reflexiona con más profundidad acerca de la cuestión de la interpretación y que con mayor claridad lo pone en práctica. Además, es “un hombre de teatro; alguien que comprende inmediatamente la naturaleza dramática de una obra”, en palabras de Pablo Maritano, el responsable de la puesta. Y la obra, que subirá a escena el próximo martes a las 20 en el Teatro Colón, es una de las grandes obras maestras del siglo XVIII, Giulio Cesare in Egitto, de Georg Friedrich Händel. Por si faltara algo, uno de sus protagonistas es el contratenor argentino Franco Fagioli, que acaba de grabar su primer disco solista –dedicado a Rossini– para la Deutsche Grammophon.

Director escénico de la impactante puesta de Los soldados, de Bernd Alois Zimmermann, que se presentó en el Colón el año pasado, y de la recordada La ciudad ausente, de Gerardo Gandini y Ricardo Piglia, que montó el Teatro Argentino de La Plata en 2011, Maritano piensa a esta ópera como “una gran revista barroca”. “Está estructurada en números cerrados y en una época en que las fronteras entre géneros eran mucho menos rígidas que ahora. Los dramas tenían personajes y escenas buffas. Entonces, los números cerrados, como en las revistas, nos permiten que sea serio lo que es serio y que lo cómico sea cómico”, afirma. Con funciones, además de la del estreno, el viernes 9, el domingo 11 (única a las 17) y martes 13, la obra cuenta con el diseño de escenografía e iluminación de Enrique Bordolini, vestuario  realizado por Sofía Di Nunzio, proyecciones de Maritano y coreografía de Carlos Trunsky.

Fagioli tendrá a su cargo el papel de César, que fue escrito para un castrado y que actualmente es representado o por una soprano travestida o por un contratenor o falsetista, una voz que en el barroco no se utilizaba en la ópera pero que permite un verosímil mayor en la escena sin dejar de respetar el registro. La música de tradición popular abunda en contratenores –Jon Anderson o Robert Plant, sin ir más lejos–, pero en la ópera se trata de una incorporación relativamente reciente. No es, sin embargo, una novedad en el Colón. Michael Chance y Dominique Visse fueron parte del elenco de L’Incoronazione di Poppea, en 1996, y el propio Fagioli cantó en la puesta de Muerte en Venecia, de Benjamin Britten, en 2004. El dificilísimo papel de Cleopatra, que atraviesa, a lo largo de la ópera, todos los afectos posibles, será interpretado por Amanda Majeski y el reparto se completa con Jake Arditti como Sexto, Adriana Mastrangelo en el rol de Cornelia, Flavio Oliver como Tolomeo, Hernán Iturralde en el papel de Achilla, Mariano Gladic como Curio y Martín Oro como Nireno.     

El libreto de Giulio Cesare en Egitto fue escrito por Nicola Francesco Haym y está basado –en realidad bastante más que eso– en el que Giacomo Bussani había escrito para una ópera con el mismo tema compuesta cuarenta años antes por Antonio Sartorio. “Uno admite como un hecho la relación del cine con la música; allí hay una apropiación. Y la apropiación es inherente al teatro del barroco. Se apropia de las figuras históricas”, explica Maritano, que acaba de dirigir Norma de Bellini en Bello Horizonte, Brasil. “Conocemos algo acerca de las reacciones de quienes iban a ver ópera en la época de Händel pero, claramente, no podemos reconstruir ese público”, dice. “Sabemos, sin embargo, que nadie iba a ver la historia de Julio César sino a disfrutar de una especie de gran show musical. Entonces, me parece, uno de los puntos de partida posibles es pensar ese show para un público de hoy. En las óperas de esa época barroca hay algo muy lúdico. Y Händel fue alguien sumamente experimental, en lo que a espectáculo se refiere. Tenía muy presente la cuestión de la espectacularidad. Por otra parte, esta es una obra sobre sexo y poder, sin lugar a dudas, y esos son los temas en los que se basa la puesta”.