Hay, en el psicoanálisis, un gesto algo desconsiderado para con la voluntad, pese a que Freud le asignó cierto territorio en el patrimonio yoico. Que las determinaciones que empujan dentro nuestro provengan mayormente de fuentes que rehúyen de la conciencia no echa por tierra la existencia de un margen de decisiones discursivas y motrices que, de uno u otro modo, intentamos gobernar. Por caso, voluntad de poder es el concepto con el que Freud designó los destinos constructivos de la pulsión de dominio y, también, se refirió al plus de libertad anímica que se obtiene por el análisis y distingue la actividad conciente de la inconciente.

Un camino diverso para pensar la ausencia de voluntad lo plantea S. Gugliotta en el documental Retiros (in)voluntarios, basado en el libro La privatización de los cuerpos, de D. Pierbattisti, sobre lo cual fui invitado a participar de un debate (1).

El documental relata cómo los suicidios de trabajadores telefónicos condujeron a identificar las prácticas laborales que se llevaron a cabo en la empresa telefónica de Francia cuando se privatizó. Asimismo, establece los nexos que unen aquellas prácticas con las desarrolladas en Argentina, unos años antes, cuando también se dio el proceso de privatización de empresas públicas. Allí, de hecho, está el núcleo del neoliberalismo, su instalación, primero, en el mundo laboral y, luego, su ampliación hasta abarcar todos los ámbitos de nuestras vidas.

En nuestras investigaciones sobre neoliberalismo, trabajo y subjetividad distinguimos cuatro dimensiones de análisis: la justicia (prácticas abusivas, persecutorias, etc.); el afecto (propósito de suprimir toda solidaridad y empatía); el pensamiento (discurso falso, simplificación de todo razonamiento, etc.) y el organismo (desvitalización y agotamiento de los cuerpos, vaciamiento económico, etc.). No en vano, en la distopía y neolengua orwellianas los cuatro ministerios (Minipax, Minimor, Miniver y Minindancia) se ocupaban, respectivamente, de la paz, el amor, la verdad y de los asuntos económicos.

Si el punto de partida fueron los suicidios, el documental retrata también el padecimiento de sujetos lesionados en cuerpo y alma que no se (o no les) quitaron la vida, exhibe las formas en que habitantes de un mismo pueblo --y ajenos a la empresa-- argumentan, justifican y desmienten los hechos, así como nos abre el interrogante sobre aquellos trabajadores que continúan en sus puestos sin mostrar, al menos en apariencia, indicadores de perturbación. Esto último, diremos, no deja de ser inquietante, no deja de evocarnos la figura de quienes sufren de normalidad.

Enmudecer y agotar

Me centraré en un problema específico y que resulta central en Retiros (in)voluntarios: cómo a través de amenazas, manipulación emocional, mentiras y precarización, el neoliberalismo constituye una ideología y una práctica que se propone robar la voluntad de los sujetos; es decir, busca apropiarse de sus movimientos, sus sentimientos, sus pensamientos y su organismo.

Freud propuso dos trilogías. La primera de ellas es conocida como triple vasallaje, según el cual el yo de cada quien responde a tres amos: el ello, el superyó y la realidad. Dicho en un lenguaje más simplificado, el yo se ve en la tarea de conciliar lo que desea, lo que debe y lo que puede, y cualquier alternativa que suponga el exceso de una de tales interpelaciones en desmedro de las otras será una fuente de conflictos. Si sólo tomamos en cuenta lo que queremos hacer, el riesgo será la ilusión de omnipotencia; si sólo respondemos a lo que debemos hacer, el riesgo será el sometimiento, en tanto que si sólo registramos lo que podemos hacer, el riesgo será limitar nuestra imaginación y nuestra creatividad.

Sin embargo, la lógica neoliberal captura la dinámica de dicho vasallaje al punto que ni siquiera opera uno u otro de los amos de modo excluyente como recién mencionamos. En efecto, el amo neoliberal constituye una realidad despótica que se introduce en el superyó como un deber ser que, no obstante, es adoptado por el sujeto cual si fuera un deseo propio. De este modo, los frecuentes programas de motivación no tendrán por función estimular los deseos sino reforzar (y encubrir) el deber ser.

De ese modo, el sujeto ya no podrá decir que se opone a un mandato, pues éste queda encubierto. Si en lugar de pensar “me obligan a”, desconozco ese imperativo y termino pensando “yo quiero”, la única forma de oponerse a este presunto deseo es el desgano. La apatía, pues, es la última resistencia que le queda al sujeto que creyó en lo no creíble. Sumemos otra consecuencia: el conflicto dejará de ser intersubjetivo, dejará de desplegarse en la escena social con ese otro que da una orden, y pasará a desarrollarse solo en el terreno intrapsíquico.

El neoliberalismo, pues, no explota tanto la culpa, sino sobre todo el sentimiento de inferioridad, consistente en sentir que uno es insuficiente, que no tuvo suficientes ganas ni estuvo a la altura, escapándose del registro el verdadero proceso que aconteció: el desgano que siente no es ni más ni menos que el desenlace propio de haber cedido sus deseos y cambiarlos por la asunción de un mandato ajeno como si fuera un anhelo propio. Al quedar invisibilizado el factor inductor tales estrategias empresariales producen un particular de entrampamiento que dificulta la expresión del sentimiento de injusticia.

La segunda trilogía Freud la denominó triple fuente de sufrimientos, es decir, un conjunto de incitaciones que empujan desde cada quien hacia la resolución del malestar constitutivo. Tales fuentes son el propio cuerpo, los vínculos y el mundo exterior. Por ello solemos decir que pensar la actividad laboral desde el punto de vista psicoanalítico supone considerar el valor del trabajo en la economía psíquica, su función en las relaciones intersubjetivas y la importancia de la actividad transformadora de la realidad.

Así se torna imperioso identificar las ocasiones en las que la apelación a la potencialidad del sujeto, las estrategias para desarrollar un sentimiento de pertenencia y el estímulo para hacer, no cumplen con su objetivo sino que van promoviendo un progresivo estado de desvitalización y desamparo. Dicho de otro modo, si la realidad no está disponible para transformarla y los vínculos se tornan amenazantes y falsos, poco a poco el sujeto encuentra que solo puede intervenir sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo cual si, con ello, transformara el mundo externo.

Continúa

En el documental, el intendente de un pequeño pueblo francés, para explicar el suicidio del trabajador, dice: “La gente pierde el control de su vida”. Sin darse cuenta, este hombre dice una verdad o, al menos, una media verdad. En efecto, alude a la gente que pierde el control de su vida, aunque no dice por qué un sujeto pierde ese dominio y, a su vez, quién se apropia de ese control.

En efecto, lo que queda no dicho por el funcionario es qué sucede cuando en una organización, la apropiación de los procesos laborales, la cooperación recíproca entre los trabajadores y el uso de la propia inteligencia quedan desestimados por la gestión, por el management y, por lo tanto, los trabajadores pierden todo control sobre sus actos, sus decisiones y sus pensamientos.

Retiros (in)voluntarios cuenta sobre una empresa particular, sobre dos épocas y dos países: Argentina durante los ’90 y Francia en la primera década de este siglo. En esa historia, los protagonistas son trabajadores que, derrumbados, no encontraron más salida que el suicidio, otros que fueron desempleados, otros que se enfermaron. También es menester preguntarnos por aquellos que se quedaron trabajando sin que hubieran expresado su malestar, sin que manifiesten su dolor, aquellos que, como se ha dicho, sufren de normalidad. Pero, sobre todo, no debemos considerar el documental ni como un pergamino histórico ni únicamente como una investigación sobre el caso particular. Por el contrario, se trata de una lógica vigente, una lógica que no solo impera en numerosas organizaciones sino que, especialmente, el neoliberalismo procura trasladar a la vida en general, a nuestros intercambios de todo tipo. Resistir, entonces, requiere recuperar el optimismo y el dominio de nuestra voluntad.

(1) El panel fue organizado por CITRA–CONICET–UMET. Agradezco a D. Pierbattisti la invitación.

Sebastián Plut es doctor en Psicología. Psicoanalista. Miembro Fundador del Grupo Psicoanalítico David Maldavsky (GPDM). Coordinador del Grupo de Investigación en Psicoanálisis y Política (AEAPG).