De un lado, el sinsentido del mal, del otro Daniel Parodi, “un Marlowe con presbicia, desaliñado y panzón”, dice el narrador de Los motivos del Lobo, la última novela de Liliana Escliar. ¿Cuánta desesperación entra en un segundo? Parodi es el mejor criminólogo forense del país, intocable, hasta que matan a Zoe, su única hija, delante de él, sin que pueda hacer nada y viéndolo todo. Desde esa potente primera escena que toma al lector por las solapas hasta el final, Escliar da cuenta de su oficio porque además de ganar el premio Planeta en el año 2000 por su novela La arquitectura de los ángeles, en el año 2011 obtuvo el Konex junto a Marisa Gristein por Mujeres Asesinas”, aquella emblemática serie prevista para 13 capítulos que terminó extendiéndose a cuatro temporadas y vendiéndose a varios países de Latinoamérica y Europa.

Parodi, también de entrada, sabe que quien está detrás de la muerte de Zoe es El Lobo, jefe de Los hijos de Saturno, esa gran organización delictiva que “no le hace asco al narcotráfico, a la trata de personas, al asesinato, a la falsificación”. No le hace asco a nada. ¿Acaso el mal tiene motivos? Es el interrogante que atraviesa y sostiene la novela de Escliar y que como en todo buen tratamiento del género, en la medida en que no se responde va trazando un fresco de la sociedad (“Que la historia copie a la literatura es inconcebible”, se cita a Borges más de una vez). 

A partir de una serie de hechos violentos y sin retorno, Escliar deja claro que lo único que queda por hacer en este mundo es resistir y aferrarse a aquellas personas que estando cerca, nos rescatan de tanto sinsentido. Aquí entra en escena el equipo que acompaña a Parodi en la investigación. Esa red de sostén que le permite a Escliar el despliegue de un conjunto de personajes secundarios entrañables y humanos. Ernesto Soria, un ex policía devenido librero y figura paterna de Parodi. Es él el que le hace un lugar en la habitación atrás de su librería después de que no puede volver al departamento en el que vivía con su hija y que en adelante va a funcionar como oficina y base de operaciones del equipo de investigación. Y si bien su Alzheimer avanza, el octogenario Soria es capaz de recordar que a Borges le gustaba utilizar la palabra inconcebible o cuántas obras exactamente escribió Georges Simenon. (Por cierto: un valor agregado resulta la suerte de ruta de lectura de policiales en que se convierten las recomendaciones de Soria a los clientes de su librería).

 El otro puntal es Diana Quaranta, fiscal y cerebro complementario de Parodi con quien tienen una relación ambivalente pero por sobre todo incondicional. Y Fabián, el pibe que es capaz de googlear lo que sea y al que si bien Parodi chicanea (“investigar con la computadora no es investigar, pibe”) no deja de considerar. A mitad de la trama, se integra al grupo Marcos, psicoanalista de Parodi, quien va a aportar una nota de color cuando la relación analista-paciente quede subvertida y se logren algunos de los mejores y chispeantes pasajes de la novela.

Las pistas que deja el Lobo están en un cuento de Borges. “Toda negligencia es deliberada”, “Todo encuentro casual es una cita”. Parodi está seguro de que “Deutsches Requiem” es un mensaje en varias capas que se ocupará de desentrañar. El Lobo, como Sherlok Holmes, sabe que resolver casos no es más que echar luz sobre lo que es evidente. Que las pistas están ahí delante de los ojos del que sepa mirar bien. “Nada de esto sirve para una mierda. No quiero que piensen. No quiero que traten de entender. Vale decir boludeces. Quiero preguntas nuevas. No quiero respuestas”, dice Parodi al equipo frente a la pizarra en medio del cuartucho atrás de la librería.  

¿Por qué matan los que matan? será el título del libro que escribirá el analista porque desde que quedó involucrado en el caso que sigue Parodi, se quedó sin pacientes. Ahí explica: “Los psicópatas no solo no se angustian, sino que disfrutan cuando hacen sufrir, no sienten empatía por los demás ni culpa o remordimiento por sus actos. Para ellos las personas son cosas”. Parodi es capaz de leer la mente de los psicópatas, es su especialidad. Los entiende tanto, que puede “ser” ellos. Pero con El Lobo es distinto. Cuando cree que está cerca, que ya lo tiene, otra vez se le disuelve en el aire. “Inalcanzable, intocable, el Lobo cumple puntual su promesa y Parodi no puede anticiparlo. No sabe con qué vuelto se supone que se quedó, por qué quiere vengarse”. También con un narrador coloquial y cercano (“se hace el tonto mal”, “va a salir groggy”) Escliar completa los movimientos de Parodi y su equipo. 

La trama de Los motivos del Lobo es compacta y vertiginosa, no deja nada para más tarde. Sin embargo detrás del policial, se van tejiendo historias cotidianas que dejan al desnudo no solo el alma de Parodi, sino también la de cada uno de los demás personajes y de las víctimas de cada ataque de El Lobo. La trama avanza en un doble movimiento: hacia afuera, pero  también hacia el interior de los personajes y su humanidad. En Los motivos del Lobo no hay una muerte, hay muchas. Sin embargo por la construcción de los hechos que va haciendo Escliar, a medida que esas muertes se suceden y se potencia el sinsentido, va quedando a la vista qué es lo esencial. 

 “La maldad es más vieja que la injusticia”, dice Parodi. Y podríamos agregar: también los policiales. Sin embargo, hay todo un arte en ellos. No más leer a Patricia Higsmith transmitiendo sus secretos a escritores noveles, en su libro Suspense: “Una cosa es segura. El público en general, los lectores y aquellos que miran televisión, quieren ser entretenidos, capturados por una historia. Pretenden algo inusual que puedan recordar, que los estremezca, los haga reír, algo de lo que puedan conversar y hasta recomendar a sus amigos”.Y cada una de esas premisas cumple Parodi, de la mano de Escliar.

Los motivos del Lobo Liliana Escliar Tusquets 255 páginas