En febrero de 1977 Natividad "Beba" Rojas de Karán trabajaba en un almacén de ramos generales cercano al comedor y hospedaje que administraba Fidel Yazlle en Coronel Juan Solá, pueblo más conocido por el nombre de su estación de trenes: Morillo, ubicado en el Chaco salteño, a más de 400 kilómetros de la capital provincial.  

En la audiencia de este juicio, la semana pasada, no recordó que dos hombres que andaban en una camioneta bajaron a comprar algunas cosas en ese almacén la noche en que mataron a Yazlle, el 11 de febrero de 1977, cerca de la estación Pluma de Pato, a 26 kilómetros de Morillo, y también dijo que cuando se supo del crimen en el pueblo se comentaba si estos hombres no habrían sido los autores. 

En cambio, la vecina sí recordó que ella y otros vecinos recibieron amenazas de muerte, "que nos vayamos de Morillo, que si no, la íbamos a pasar mal", memoró que les habían dicho. Estas amenazas llegaron en una carta que alguien dijo haber encontrado en una ventana del edificio de la municipalidad de Coronel Juan Solá, aunque Rojas dijo que no sabe de quién provenía. 

"Por supuesto" que tuvo miedo, respondió cuando le consultaron sobre su estado de ánimo tras las amenazas, y aclaró que no se fue del país por su familia. 

"¿Por cuánto tiempo sintió miedo?", le preguntó el abogado de la querella, Javier Sarmiento. La respuesta de la vecina fue clara: "Hasta ahora", dijo, aunque aclaró que ahora mismo no recibió nuevas amenazas. 

A su turno, el fiscal Juan Manuel Sivila quiso saber por qué no denunció las amenazas: "No sé, uno a veces no sabe qué hacer", se sinceró. 

La carta de amenaza, dirigida a "Veva Karán, Domingo Smit (Smith en realidad), El Turquito Naccer (por Luis Nasser)" y Ernesto Luna, llevaba la improbable firma de un tal "comandante Enrique" del Ejército Revolucionario del Pueblo. Nunca se investigó el origen de esta carta, que se sospecha que provenía de la propia Policía. 

Por otro lado, Rojas dijo que no recibió maltrato alguno cuando poco después del homicidio fue a declarar a Orán, ante el inspector de zona de la Policía de la provincia, Mario Víctor Palermo, que está siendo juzgado en este proceso, junto al también policía Andrés del Valle Soraire. Contó que fueron citades el mismo día, ella, Luis Alfredo Nasser y Domingo Parada, y fueron en un camión; llegaron a las 8 de la mañana y los desocuparon recién a las 15. Y tampoco recordó que sus compañeros circunstanciales le contaran haber recibido amenazas con un arma de fuego de parte de Palermo, lo que ambos dijeron en la primera parte de esta investigación. 

Tomasa Valencia Ruiz se ocupaba de la cocina en el comedor de Fidel Yazlle, en la audiencia contó que fue detenida cuando fue a declarar en Orán, "quedé un día ahí, y toda una noche", incomunicada; recién a las 3 de la madrugada le tomaron declaración, dijo que el inspector de zona la presionaba "para que diga la verdad". Sin embargo, no repitió lo que había contado en la primera parte de esta investigación: que Palermo le puso el arma reglamentaria en el pecho, aunque sostuvo (como si hubiera recibido una grave advertencia) que una vez en libertad, "no se me salía de mi pensamiento esta situación, porque yo tenía hijos, tres chiquitos y tenía mi madre". 

Pocos recuerdos 

Por otro lado, la querella, que impulsan la viuda de Yazlle, Teresa Francisca Toledo, y sus hijo, expresó su extrañeza por el testimonio de José Yazlle, hermano de Fidel, que prácticamente no recordó nada de aquellos hechos. El abogado Javier Sarmiento pidió al Tribunal Oral en lo Federal N° 1 de Salta, que para este juicio es presidido por el juez Mario Marcelo Juárez Almaraz, que se solicite un informe al Programa Verdad y Justicia sobre "el estado de los testigos", lo que generó un cruce con el defensor oficial de Soraire, Federico Petrina: "Han venido a declarar en libertad", afirmó. Juárez Almaraz cerró el intercambio indicándole a la querella que "acompañe los extremos que quiere solicitar". 

En su declaración en la primera parte de esta investigación José Yazlle había contado que se enteró de la muerte de su hermano por unos policías que fueron a notificarlo, que primero le dijeron que había sido un accidente pero luego terminaron por reconocer que en realidad lo habían matado. Recordó que inmediatamente se fue a Morillo, donde el comisario Zenón Ávila (pariente de su madre) le dijo que su hermano había sido asesinado por desconocidos, que luego de matarlo lo arrojaron a las vías del tren. Y luego le entregó una bolsa de arpillera con restos del cuerpo de Fidel, entre ellos parte de un brazo, por el que pudo identificarlo, porque faltaban la cabeza y las piernas. 

José Yazlle también recordó entonces que por vecinos supo que la noche anterior llegaron tres hombres en una camioneta al hospedaje de su hermano. “Gordito, dónde queda Pluma de Pato”, le preguntó uno, eso hizo que Fidel se acercara, entonces reconoció a uno de ellos y subió al vehículo. Cuando transitó unos 300 metros se escucharon al menos tres disparos y luego la camioneta siguió con rumbo a Pluma de Pato. 

Nasser, que era vecino de Fidel Yazlle y que fue quizás la última persona amigable que lo vió con vida, solo recordó que esa noche paró una camioneta frente al negocio de Yazlle. En su declaración anterior había referido la anécdota de la consulta de los hombres sobre Pluma de Pato. 

Por aquel año, Raúl Hernán Filipovich trabajaba en la municipalidad de Morillo, convocado por el interventor de facto Humberto Lazarte. Dio el último testimonio de la jornada y no hizo aportes de importancia, aunque dejó una frase contradictoria: "Creo que ni se hablaba de la muerte (de Fidel Yazlle), como era un pueblo tranquilo".