Angela y Teo llevan veinte años sin verse. Hasta que un día, pocas horas antes de regresar a Italia, país en donde vive desde entonces, Angela asiste de forma espontánea a una retrospectiva que lo tiene a Teo como protagonista. Ese reencuentro significará para ambos un nuevo comienzo, o tal vez la posibilidad de encontrar un sentido a aquella relación que compartieron. De ese disparador parte la obra Después del atardecer, con dirección de Franco Verdoia y las actuaciones de Mónica Antonópulos y Gerardo Chendo.

Estructurada por fuera de las convenciones teatrales, la puesta cuenta con un formato de recorrido en el que el público será testigo privilegiado de la historia. Las funciones se realizarán en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), desde este martes, y hasta el viernes 3, con funciones a las 19 y a las 20. La entrada es libre y gratuita, con capacidad limitada.

El proyecto surgió de una idea de la productora Andrea Ronco, con quien compartí una experiencia teatral anterior en mi obra Late el corazón de un perro (domingos a las 20, en el Espacio Callejón, Humahuaca 3759). Ella quería trasladar a un museo o centro cultural el concepto de la trilogía cinematográfica del cineasta estadounidense Richard Linklater que a ella le había encantado, y donde los protagonistas se desplazan por distintas ciudades”, cuenta Franco Verdoia, quien hace referencia a las películas Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes de la medianoche, que siguen la vida de un par de amantes que viven un romance intermitente a lo largo de varios años.

Director teatral y cineasta, Verdoia trabajó entonces con el guion de Pablo Bardauil y realizó su propia adaptación. “En nuestra historia hay una reflexión sobre cómo marca el paso del tiempo a las personas, y las huellas que deja en sus vínculos, en sus conflictos y en sus traumas, y eso tiene que ver con el trabajo de Linklater que tiene una obsesión particular con esa temática”, dice Verdoia.

La combinación de diversos géneros es otra de las cuestiones que se destacan en esta propuesta que se caracteriza por la ausencia de cuarta pared. “Es una experiencia que trasciende lo teatral y que es del orden de lo inmersivo. Tiene el trampolín de lo performático, del happening, de algo que se completa con la intervención del espectador, pero al mismo tiempo es una puesta teatral donde también hay contenido audiovisual. Ese límite difuso va mutando con la complicidad del espacio donde por otro lado se están exhibiendo obras de otros artistas sobre las cuales los protagonistas hacen comentarios. Además, la puesta propone que el espectador esté activo y que vaya tomando decisiones”.

No es azarosa la elección de cruzar elementos del cine y el teatro en un mismo material, puesto que esos dos mundos conviven en la trayectoria artística de Verdoia. “Yo soy un gran curioso de esas disciplinas, y ambas me han permitido expresar diferentes facetas y búsquedas. Y estos desafíos que están corridos de lo convencional me dan mucha vitalidad”, sostiene al respecto el realizador que el próximo año llevará a la pantalla grande su obra Late el corazón de un perro, mientras se prepara para estrenar sobre tablas otra pieza titulada Matar a un elefante.

La pandemia significó el desplazamiento de los límites artísticos, y puso a prueba la capacidad creativa y de resiliencia de los artistas. Y precisamente, el nuevo trabajo que se verá en el Centro Cultural Recoleta es una muestra de que los proyectos híbridos llegaron para quedarse. “La pandemia trajo preguntas y estiró un poco los límites, pero también generó debates, porque estaban, por un lado, los que aborrecían todo tipo de manifestación digital y, por el otro, los que hicieron de eso una patriada”, reflexiona el director que estrenó en plena cuarentena su película La Chancha a través de Cine.ar. “Hemos intentado paliar el momento de encierro explorando nuevas formas de comunicación, pero la vuelta a la presencialidad no la cambio por nada, porque el ritual del encuentro es intransferible en otro contexto”.

Con el objetivo de extender Después del atardecer a un ámbito federal, Verdoia anticipa que están abiertas las puertas para viajar a museos y espacios culturales de distintos rincones del país. Porque la esencia de la obra es que transcurra siempre en lugares donde se exhiben artes plásticas. “Sentimos que esta es una propuesta integradora que, más allá de poner en valor el teatro, pone en valor el arte como estímulo y como soporte, y eso es hermoso”.