La movilización callejera nos fortalece. La conquista de derechos de los últimos años se logró desde las calles. Después del gran triunfo que significó la sanción de la ley de IVE, los feminismos necesitamos otra lucha, que sea argamasa: el crecimiento en las encuestas de opinión de un personaje antiderechos como Javier Milei y la derechización de la oposición no puede encontrarnos, dispersas, agrietadas, desarticuladas.

Hace tiempo que vengo pensando que los abusos intrafamiliares y la violencia sexual son ESE tema/problema --como hace siete años lo fueron los femicidios-- que pueden convocar a la sociedad masivamente a movilizarse, a debatir, a generar una conversación transversal, en casas, escuelas, medios, política, iglesias, clubes, universidades.

La violencia sexual es la menos denunciada de las violencias machistas, aunque cada vez son más quienes rompen los silencios y llegan a la justicia. Pero en los tribunales todavía se suele revictimizar a víctimas y así garantizar la impunidad de perpetradores. Uno de los casos más paradigmáticos es el juicio contra el actor Juan Darthés, iniciado por Thelma Fardín: está paralizado en Brasil.

¿Quién no vivió un abuso sexual o no conoce a quien lo sufrió en algún momento de su vida?

La reciente decisión de la FIFA de no sancionar a Diego Alberto Guacci, el director técnico argentino denunciado por acoso sexual y conducta abusiva por cinco jugadoras del fútbol femenino, es un mensaje pésimo: ¿quiénes se van a atrever a denunciar? Madres protectoras que recorren juzgados y son señaladas como mentirosas, niñeces obligadas a revincularse con su agresor, peritajes psicológicos y psiquiátricos sobre denunciantes, son parte de un paisaje frecuente.

La semana pasada, durante el Tercer Parlamento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, se acordó exigir al Estado argentino que tome medidas urgentes para terminar con los abusos sexuales de criollos en perjuicio de niñas indígenas, esa práctica colonial, extendida todavía, conocida como chineo.

La naturalización de la violencia sexual asusta: en diciembre estuvo a punto de asumir una banca como diputado provincial en Santiago del Estero Héctor “Chabay” Ruiz, exintendente de La Banda por varios períodos, con condena firme por abuso sexual: su pliego fue rechazado por abrumadora mayoría en la Comisión Especial de Poderes del cuerpo, luego del reclamo de organizaciones feministas --entre ellas Ni Una Menos-- y de derechos humanos, que presentaron impugnaciones en su contra.

La violación grupal en Palermo también mostró otra cara de esa naturalización: a plena luz del día y en un auto. La indiferencia del club Boca Junior ante la nueva denuncia contra el jugador Sebastián Villa por violación y la ola de denuncias de abuso en el mundo espiritual y del yoga son parte del mismo caldo de cultivo.

Ya hay redes de sobrevivientes que vienen trabajando contra la impunidad de los abusos hace varios años con consignas como #Ya no nos callamos más y #Yo sí te creo hermana. Los feminismos debemos unirnos en una campaña nacional contra la violencia sexual para amplificar esas voces, y reclamar reformas en la justicia, promover la capacitación de profesionales, exigir la profundización de la educación sexual integral y que se difundan mensajes en medios, redes sociales y la vía pública para sensibilizar y desnaturalizar las prácticas abusivas --tan frecuentes intrafamiliarmente--, entre otras medidas. Nuestros gritos, de hartazgo, potentes y articulados, sabemos, son capaces de sacudir al mundo.