El sábado entra en el crepúsculo mientras se desarrolla la última marcha de mujeres. Y en la esquina de la sala de ensayo, Tonga y Franchi, el cantante y el guitarrista de Los Niños Envueltos, se cruzan con un vecino que les pregunta si “van a hacer un poco de ruido”. “Sí, pero nosotros hacemos ruido suave”, le explica Franchi, y no se les puede negar a esta banda su conexión y sensibilidad con una cualidad como la suavidad: “Siempre me pasó que porque canto suave la mirada de algunos es que soy un maricón; no me ofende, pero tampoco me gusta levantar la voz cuando hablo”.

Con sus canciones susurradas y épicas, Los Niños Envueltos igual saben cómo generar intensidad: “Tomamos otro té/ leímos al marqués/ y después un asado, un latigazo en la pared/ un corazón se oferta en la carnicería/ y ya no quiso aceptar mi donación”, canta Tonga en Sade, mientras que en No veías citan con elegancia a The Zombies. En los tres temas de Un negocio de alquiler de bombas (mezclado por el español Paco Loco, productor de Tachunka y Nacho Vegas, y publicado por el sello peruano Manifiesto) se nota que entre los Beatles y los Stones ellos elegirían la etapa más otoñal y orquestal de The Kinks o la psicodelia cancionera de The Left Banke.

“Desde chico siempre me gustó el rock”, dice Tonga. “Pero la actitud del rockero que se hace el macho y hace solos para demostrar su destreza es bastante horrible. Nos toma bastante tiempo armar las canciones, tuvimos parates por cambios de integrantes y por problemas personales: no me tomo la música como una carrera que hay que estar corriendo para llegar a una meta.”

Al búnker del Montacarga (mítica sala de ensayo de Once que efectivamente tiene un montacarga, y donde por ejemplo ensayaba Daniel Melero) van llegando el bajista Paul y el baterista Naka (que habían sido base rítmica de Guerra de Almohadas), el tecladista Gus y el trompetista Nico. Ese es el sexteto completo que hace unas semanas tocó en el Lima Pop Fest, en Perú. Son chicos pacientes y predispuestos que se sienten afines a bandas locales como Hiroshima Dandys o Sr. Tomate y que gustan de la movida madrileña, al punto de hacer una versión de El eterno femenino de La Mode.

“El año pasado un amigo me pidió que grabara una canción porque quería mostrársela a una persona, y estuve dos meses armándola para que la escuche solamente esa persona”, susurra Tonga. Esa atención por lo pequeño es la que distingue a una banda huérfana de referencias y padrinazgos: demasiado suaves para los rockeros indies y demasiado rockeros para sumarse el pop descafeinado con pretensiones de pertenencia a la industria, Los Niños Envueltos son una de esas bandas indispensables que se animaron a ser ellos mismos.

* Sábado 17/6 a las 21 en Club Cultural Matienzo, Pringles 1249, junto al uruguayo Franny Glass.