“Capaz empezó como todo el mundo: metiendo carteras dentro de bolsos. Acá está el principio del big bang, en algo tan sencillo como haber metido una mochila dentro de otra”, dice Juan Pablo Gómez llegando al final de Un bolso lleno de carteras, el documental dirigido por Leonardo Petralia que protagoniza junto a Celia Argüello Rena. En el lapso que dura la escena vemos a Juan Pablo ordenando la casa de Noemí, la mamá de Celia y la inspiradora de una saga artística que incluye tres instalaciones performáticas y una película, que por estos días puede verse en el marco del ciclo Espacio documental del Centro Cultural San Martín.

Explicar todas las historias que contiene la película, cuyo título se cifra en esa escena, exige, de alguna manera, replicar las acciones de Juan Pablo justo en ese momento de reflexión: ir extrayendo cada uno de los objetos guardados, desplegarlos en el espacio para que vuelvan a cobrar una forma autónoma y, finalmente, analizarlos en su carácter de piezas únicas, ya separadas del bollo de tela al que fueron reducidas durante años.

Empecemos, entonces, por el fondo. Esta historia comienza en 2015, cuando Juan Pablo (dramaturgo y director) convoca a Celia (bailarina y coreógrafa) a colaborar en Prueba y error, la obra que había escrito y estaba comenzando a ensayar. La idea de Juan Pablo era crear en escena una suerte de paisaje con sillas y otros objetos para que sus actores se desplazaran por ese espacio abstracto. Un día, en la búsqueda de referencias, Celia y Juan Pablo dieron con un recorte de diario que él había pegado en su “corcho de las ideas irrealizables”. El recorte era un artículo sobre Waste not, una instalación del artista chino Song Dong que Juan Pablo había visto en Canadá, años atrás. La exposición mostraba a la perfección la filosofía de vida de toda una generación en China que había crecido entre guerras, desplazamientos, hambre y escasez: no desperdiciar nada, juntar hasta el último pedacito de jabón para reunirlo más tarde con otros pedacitos, guardar cada envoltorio, convertir cada objeto desechable en una cosa digna de ser atesorada. La madre de Song Dong pertenecía a esta generación, y en la obra de su hijo quedaba evidenciado lo mucho que había acumulado en su casa a lo largo de las décadas: en la instalación se alineaban, clasificados con un criterio estético, innumerables juguetes infantiles, piezas de indumentaria, botones, biromes, armarios, retazos de tela, bolsas, ollas, tubos de pasta de dientes y otros cientos de objetos. Un archivo de varias capas de productos chinos obsoletos que rodeaban una reproducción de la casa de la mamá del artista. Y entonces Celia dijo: “A mi mamá también le pasa esto”. 

Foto: Marcos Crapa

“Creo que hasta ese momento yo no le había puesto nombre a eso que hacía mi mamá: juntar y juntar cosas en su casa para que le sirvan a alguien, aunque después quedaran obturadas ahí, porque algo en el proceso de recirculación no terminaba de funcionar”, recuerda Celia. “En ese momento, yo estaba buscando ayuda psicológica para ella, pero no había investigado demasiado y mucho menos pensaba en hacer algo con todo eso”. Pero el tema empezó a leudar en la cabeza de los dos y, a partir de una convocatoria del FIBA en conjunto con el Festival de danza de Buenos Aires, crearon una instalación en el Teatro Brío surgida de esas charlas: Diógenes al sol.

El proyecto hacía alusión al síndrome de Diógenes: esa era la denominación que Celia había podido, finalmente, encontrar y pronunciar. El síndrome de Diógenes es un trastorno que afecta, por lo general, a personas mayores que viven en soledad y toma su nombre de Diógenes el Cínico, filósofo de la antigüedad. Por lo general, las personas con Diógenes van abandonando paulatinamente el contacto social y su aspecto personal, se aíslan voluntariamente dentro de su casa y comienzan a acumular grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos, convirtiendo su hogar en una madriguera que crece y crece a lo largo de los años.

Fotograma de

Para esa primera instalación –que inauguraba un largo camino en conjunto, aunque eso no pudieran saberlo todavía–, Celia y Juan Pablo llenaron todos los rincones del Brío de muebles que parecían no tener un uso específico, canastos rotos, rouges vacíos, resortes, botellas de vidrio, de plástico, pequeñas alhajas, infinidad de frascos, llaves y un largo etcétera. Ahí, en ese espacio totalmente transformado gracias al trabajo del escenógrafo Norberto Laino, pusieron a bailar a sus “pequeños totoros Diógenes”: performers envueltos en trajes creados hechos de bolsas de nylon o de botellas, increíbles creaciones de Eugenia Foguel. Las preguntas que guiaban esta primera instalación y que podían leerse en el programa de mano eran preguntas que Celia, que había crecido en una casa llena de cosas, también se hacía para sus adentros: “¿Cómo es posible distorsionar la percepción de lo que creemos un hábitat normal hasta acallar la necesidad física del aire libre, de los espacios abiertos? ¿Cómo es posible moverse en este espacio imposible?”.

Después de aquella primera vez, hubo una segunda en la que Juan Pablo, Celia y la productora del proyecto, Sofía Etcheverry, volvieron a organizar por unos días esos kilos y kilos de cosas inservibles para convertirlos en una instalación artística que inmediatamente después tuvieron que volver a ser desmontados. Fue en la Casa del Bicentenario, en el marco de la exposición colectiva Casa tomada. Ahí nació oficialmente el vínculo artístico con el realizador Leonardo Petralia y la productora audiovisual Nadia Jacky, que registraron la serie de performances y le propusieron a la dupla embarcarse en una “tercera temporada” de Diógenes para hacer un documental que capturase todo el proceso creativo.

Backstage, foto Marcos Crapa

Así es como comienza la etapa que deriva en Un bolso lleno de carteras, que en sus inicios obviamente no tenía todavía ese nombre. Al inicio del documental, los espectadores somos invitados a ser testigos del proceso creativo de Juan Pablo y de Celia, que después de las dos experiencias anteriores se preguntan si no deberían probar algún procedimiento nuevo; si, por ejemplo, no sería buena idea traer algo de la “basura original” que la mamá de Celia tiene en su casa de Córdoba. Pero en el medio pasan cosas, y esas cosas transforman radicalmente la vida de Celia, la de su mamá y la del documental. Noemí le dice a Celia que está pensando en mudarse, en dejar la madriguera que había construido durante tanto tiempo. Para Celia, esa noticia es una suerte de cimbronazo: si cualquier mudanza es un incordio que trae miles de cuestiones a resolver y mucho movimiento afectivo, la mudanza de una casa con tantas cosas puede llegar a ser una empresa que conlleve meses de trabajo y estrés. “No me acuerdo bien cuándo hicimos el clic, cuándo me di cuenta de que yo tenía que escuchar ese pedido de mi madre, ni cómo entendimos que en ese giro había también un giro artístico”, cuenta Celia. Pero en algún momento se dio la revelación: esa demanda de Noemí implicaba también un cambio de rumbo para la película.

Por supuesto, el proceso en que el camino personal y el artístico empezaron a confundirse hasta volverse una entidad indisociable fue largo, misterioso y no cabe en una película (menos aún en esta nota). Pero el montaje de Un bolso lleno de carteras es virtuoso en su búsqueda de reflejar esos meses tan epifánicos como confusos en que Juan Pablo, Sofía y sobre todo Celia entendieron que la obra de la que iba a dar cuenta la película no era la que estaban creando para algún espacio artístico, sino una de mayor alcance: el vaciamiento de la casa de Noemí. Así es como, durante todo el segundo tramo del documental, la faceta biográfica cobra una relevancia cada vez más trascendental: Celia visita a su mamá, logra volver a conectar con ella después de muchos años de enojo por el estado en que se encontraba la casa que también había sido suya y hasta se anima a bailar en esos rincones atestados de objetos inútiles. En una de las escenas más emocionantes de la película, madre e hija crean juntas una performance audiovisual en la que los pies de Celia se mueven por el espacio, enfundados en unos zapatos rojos de Noemí que recuerdan a los de Dorothy en El Mago de Oz. El resto del cuerpo no se ve: está escondido detrás de una montaña de ropa. Detrás de cámara, Noemí filma a Celia, mientras ella le pide: “Dirigime”.


Foto: Marcos Crapa

¿Fue difícil la decisión de dar ese “giro biográfico” y llevar el vínculo con tu mamá a un primer plano en el documental?

--Celia Argüello Rena: Fue un momento de mucha confusión para mí, yo estaba bastante abrumada. No sabía muy bien cómo encarar todo eso. Tampoco estaba segura, cuando el proyecto avanzó, de contarlo en la película. Por suerte Juan Pablo, que tiene la facilidad del lenguaje, me ayudó mucho a articular, a ponerle palabras a lo que estaba pasando. Y a mí me dio mucha seguridad ir por ahí de su mano, de la de Sofi, de gente que siempre estuvo acompañando el proceso, desde el primer Diógenes. Y me acuerdo mucho de una frase que decíamos cuando el proyecto de vaciar la casa se volvió más concreto: “Esto ya lo ensayamos, ya sabemos cómo hacerlo”.

--¿Cómo transformó este proyecto artístico tu vínculo con ella?

CAR: En su momento, mi mamá vino a Buenos Aires a ver Diógenes al sol. Me acuerdo mucho de ese día, de que se quedó hasta el final de la obra y saludó a todos los que habían trabajado. Y creo que estar ahí la ayudó a empezar a hablar del tema, generó un movimiento que derivó en su pedido de irse de la casa. A la vez, con todo este proceso yo me di cuenta de una cosa: el problema lo tenía mucho más yo que ella. El otro día proyectamos la película en Unquillo, en Córdoba, y alguien al final le dijo “vos sos una artista”. Ahora entendí que, así como yo estoy meses pensando cómo crear paisajes con banquitos y otros objetos para obras de teatro, ella creaba paisajes con las cosas que iba guardando, en un trabajo de hormiga.


Próximas funciones de Un bolso lleno de carteras: sábado 18 y domingo 19 a las 17 h en el Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Entradas por tuentrada.com. La historia del proyecto, de las instalaciones performáticas y de la película pueden seguirse en https://proyectodiogenes.hotglue.me/