En el Gobierno se habla casi obsesivamente de los niveles de inflación de mayo como un dato que no solo adelanta definiciones económicas sobre la marcha de los precios sino también políticas. Es que el IPC que el INDEC dará a conocer el martes es un testeo central de la estrategia del ministro de Economía, Martín Guzmán, que maneja plazos de éxito o fracaso no mayores a dos o tres meses. 

En este contexto, según diferentes fuentes del Gabinete consultadas por PáginaI12, se manejan tres escenarios, todos negativos, pero que en la práctica suponen diferentes cosas. "Va a ser malo, peor o pésimo", describió un alto funcionario, que imagina una cifra aún por encima de los 5 puntos, versus los 6 que hubo en abril. El asunto es que en esas décimas el Gobierno se juega muchas cosas. El escenario pésimo es un indicador similar al de abril, es decir, de 5,8 para arriba. El intermedio y más posible es una baja de 0,5 por ciento; mientras que el más favorable sería uno cercano al 5 por ciento, en el que en el ámbito oficial aun creen algunos pocos pero esperanzados, dado que hay cuadros que ya manejan algo más que indicios o percepciones. 

Esos tres niveles condicionan el plan de Guzmán. El ministro sigue aún hoy apostando a que en el último trimestre, si la guerra en Ucrania no complica más el panorama, se puede llegar a una inflación del 2 por ciento mensual. Es lo que le prometió al presidente Alberto Fernández y en el Gobierno admiten que ese resultado ya se podrá vislumbrar "a lo sumo en dos meses". 

Es que si el indicador de mayo da cerca de 6 puntos, ya está jugada para todo el año una inflación superior al 70 por ciento. Ese dato, para el Ejecutivo, es también político: no sólo complicaría la perspectiva de ingresos, salarios y distribución del año -con un mes de junio que tendrá en el indicador de precios al consumidor el traslado de los aumentos de tarifas-, sino que podría poner en riesgo una recuperación que, aún en este contexto súper inflacionario, sigue sosteniéndose fuerte.

Por si fuera poco, generaría para 2023, año electoral y de campaña, una inercia inflacionaria de no menos de 60 puntos. Una especie de tormenta perfecta para un Frente de Todos que no pudo domar los precios salvo en 2020, año en que se bajó a 30 puntos de los 54 de la era Macri, pero por algo irrepetible como fue el cierre de la economía en el primer año de pandemia. 

Cerca del ministro de Economía insisten en que la escalera, de a poco, va hacia bajo, aunque sea en décimas, pero mayo es un termómetro. En contra juegan indicadores globales que siguen mostrando tensiones de precios en el mes pasado, como los de Europa y los Estados Unidos (ver aparte). 

En el ámbito local, las mediciones parecen, con matices, mostrar una desaceleración sobre niveles muy altos. Y hay algunos datos que fomentan lecturas. En mayo, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) midió una inflación de 5,4 por ciento; Libertad y Progreso, una consultora ultra liberal, un 5 por ciento; mientras que el IPC de CABA arrojó un 5,5 de alza. Esas mismas consultoras habían medido, ante un IPC nacional de 6, los siguientes números en abril: la UMET un 5,8, Libertad 6,1 y la CABA un 5,3. 

En esos números hay datos interesantes. UMET suele medir acertadamente y muy cerca del IPC INDEC, como se vio en abril; mientras que la Ciudad es la única medición privada que da más alza en mayo que en abril. Algunos en el Gobierno especulan que el costo de vida en la Capital Federal está siendo más caro que en otras regiones. Aún si eso pasara, el 5,5 es la medición más alta entre todos los privados. Ergo, parece ser esa la base del IPC que se conocerá el martes. El problema es que esas consultoras, aún ante estas diferencias antes apuntadas, siempre tienen algunas décimas menos que el INDEC, por lo cual ese 5,4 o 5,5 podría irse a un 5,7. De ser así, será la primera vez desde marzo que la baja será más cercana al 0 que al 1. Vale recordar que el IPC de marzo fue 6,7 y el de abril 6.