Nawal Benaissa tiene 36 años y cuatro hijos. Todas las crónicas de los últimos días subrayan esos dos datos. No es eso lo que convirtió en noticia a esta mujer del Rif, una zona de Marruecos en ebullición desde octubre pasado. Hace ocho meses, un camión de la basura trituró a un hombre, un pescador que trataba de impedir la incautación de su mercadería. Desde entonces, en aquella región, se sucedieron protestas. Nawal se convirtió en una figura internacional, casi sin querer, cuando se puso al frente de las manifestaciones tras la detención de Nasser Zafzafi, líder del Movimiento Popular. Así se llaman quienes vienen protestando sin tregua contra el poder del Palacio Real, y levantan demandas concretas. El 29 de mayo pasado, Zafzafi y otros 40 participantes de la rebelión popular fueron encarcelados. Como el Movimiento se define horizontal, sin liderazgos, rápidamente hubo quien tomó la posta. Fueron las mujeres. Nawal se apropió del megáfono para sostener la lucha pacífica. 

No podían reunirse en la plaza Mohamed VI de Alhoucema, la ciudad de 56 mil habitantes sacudida por las manifestaciones. “Vamos a seguir saliendo a la calle igual que lo hemos hecho hoy. Todos los días, hasta que liberen a los detenidos”, prometió Nawal. Y dijo que lo hacía por sus hijos. De hecho, concurre a las actividades con su niña de siete años. Nawal asegura que no es ninguna líder, y subraya el apoyo de Zafzafi. Sabe que será más difícil a las fuerzas de seguridad marroquíes arrestar a una mujer, madre, que clama una y otra vez para que las protestas sean pacíficas, que apela al rey, justamente, Mohamed VI,  para encontrar una solución al conflicto. Mientras tanto, pone el foco en las demandas más específicas, como un hospital oncológico. Las protestas de los últimos meses -llevan más de ocho- hunden sus raíces en la larga historia de marginación -pero también de insumisión- de esa región de Marruecos.  En 1927 infligieron una derrota a España, que se la cobró cara: poco tiempo después, fueron víctimas de un ataque de armas químicas al que atribuyen la altísima incidencia de cáncer en el Rif, la más alta del país. Allí también se rebelaron contra el padre del actual monarca, Hassan II, y sufrieron las represalias en falta de inversión y postergaciones. Esa región del noroeste de Marruecos sobrevive gracias a la producción de hachís y las remesas que envían los emigrantes desde Europa, especialmente desde Holanda. Justamente, uno de los argumentos de las autoridades contra el Movimiento es que lo financian desde el exterior. La respuesta fue contundente: toda la economía del Rif se basa en lo que mandan los que lograron escapar hacia un futuro mejor.

Nawal se convirtió en la cabeza visible de una movida más amplia. Sale a la calle para defender los derechos de su pueblo junto a miles, con el protagonismo de las mujeres en alza. En la comisaría donde esta semana continuaban detenidos 27 manifestantes hubo una movilización de esposas, hijas, madres de los detenidos. Entre las reivindicaciones que alientan al movimiento, se suma el acceso a distintos derechos: además del hospital, piden una Universidad. Nawal misma no pudo continuar sus estudios más alllá del bachillerato porque sus padres no podían costearlos. De haber podido, se habría volcado a una carrera vinculada con la medicina. 

Nawal rompe el molde también porque su marido, que es taxista, no participa de las manifestaciones sino que hace un aporte mucho más vital al liderazgo de su esposa: se queda en casa con los chicos. 

Tras los primeros días de protesta, la policía marroquí salió a investigar a Nawall en el barrio. Sin hesitar, ella se presentó en la comisaría por su propia voluntad. Dijo que no temía a la cárcel, pero apeló a aquello que podría ser un golpe mortal en la opinión pública si ella quedaba detenida: al dolor que podría causarle a sus padres, a su marido y a sus hijos su detención.

Nawall sabe -o al menos intuye- que el costo de encarcelarla sería alto para un gobierno que -jaqueado por las manifestaciones- prometió concretar inversiones largamente prometidas para la región alzada.