Así como los alumnos superan a los maestros, en el rock argentino los solistas parecen predestinados a amplificar lo hecho por las bandas que los precedieron. Una ley que, desde luego, tiene excepciones y miramientos, aunque en líneas generales asoman rasgos uniformes: en alguna época (la de Bronce) fueron Charly García y Luis Alberto Spinetta los primeros en arrojar síntomas iniciales (rompiendo los techos de convocatoria que cada uno había edificado con Sui Generis y Serú Girán, en un caso, y con Almendra y Spinetta Jade, en el otro), mientras más adelante hizo lo propio Andrés Calamaro cuando decidió emanciparse de Los Abuelos de la Nada.
A este lado de la historia, mientras la modernidad líquida amenaza con escurrir cualquier viso de grandeza antes de que esta se historice, el Indio Solari y Ciro Martínez retoman aquella tesitura y se erigen acaso como los últimos sobrevivientes de esas épocas en las que el rock criollo era capaz de continuarse a sí mismo con proyectos sucedáneos pero igual de convocantes.
Así quedó demostrado el sábado, pasado cuando el ex cantante de Los Piojos sumó un nuevo hito a su carrera llenando Vélez –el segundo estadio porteño más grande– en ocasión de la presentación del primero de los discos que componen Naranja persa, álbum doble que supone su tercer trabajo en estudio en solitario.
Después de una hora y media de retraso respecto del horario anunciado (que, como muchos saben, sólo se establece… para no cumplirlo nunca), Ciro asomó sobre el escenario del estadio José Amalfitani irrumpiendo desde un hemisferio dispuesto en el extremo final de la tradicional pasarela inserta en el campo. Lucía traje, chaleco y moño negros que contrastaban con el moño y las zapatillas naranjas, el color característico de su era solista. Él y todos los otros Persas, además, tenían un sombrero bombín.
Primo sonó “Similar”, luego “Banda de garaje” y después “Pistolas”. Es decir: el corte de difusión del último disco, uno de los principales clásicos de Los Persas y un viejo rescate de Los Piojos. En esa trilogía inicial se sintetizó la impronta que caracterizaría a un recital de 30 canciones y más de tres horas de duración: un viaje por el presente, el pasado cercano y la prehistoria piojosa, con Ciro manifestado en sus múltiples facetas (cantante, armonicista, guitarrista, bailaor, performer y maestro de ceremonias).
Después de “Canción de cuna”, Ciro explicó que ese tema, grabado en época de Los Piojos, fue hecho a demanda de Katja Martínez cuando esta tenía siete años. Hoy su hija mayor es una mujer y vive en Disney, pero antes de irse se llevó de regalo “Hoy te vas”, de “Naranja persona”, la canción que continuó, aunque Ciro debió interrumpirla, invadido por la emoción. “Bueno… vamos de nuevo”, se excusó el cantante, y anticipó: “Aguanten un poquito, muchachos. Ya vienen los temas para agitar. Esta noche tendremos de todo”.
Escondido detrás y debajo de anteojos de sol y de un sombrero, apareció el único invitado de la noche: Micky Rodríguez. El ex bajista de Los Piojos hizo la primera de sus varias intervenciones de Vélez con el tándem “Ruleta” y “Tan solo”, éste último casi mano a mano con Ciro (armónica en boca), cada uno haciendo los leitmotivs de una de las canciones más célebres del grupo que supieron compartir. Para ese entonces, el show llevaba diez temas y la mitad de ellos habían sido de Los Piojos, para alegría de quienes flameaban las más de 70 banderas desparramadas por todo el campo.
Luego de ese arranque en retrospectiva, el repertorio bajó unos cambios y se inclinó hacia la presentación del reciente disco, lo cual le permitió a Los Persas expresarse en terreno propio. La banda ya lleva varios años de rodaje y ensamble, lo cual la convierte en una maquinaria precisa al servicio de Ciro, sus canciones y todas sus manifestaciones.
Antes de la reciente “Amor prohibido”, las pantallas gigantes advertían: “Si bajaste la App, usala en este tema”. El efecto en cuestión se trataba de un destello de luces que se apagaban y se prendían en los celulares en el transcurso de la canción. Pero así como se puede ir del presente al futuro, también se puede volver al pasado en un solo click: automáticamente después volvió Micky Rodríguez para hacer “Cruel” con Ciro poseído en un ritual casi chamánico, estirando su nervio más británicamente Stone después de haberse paseado también por el blues del Mississippi o por su clásico síncope rioplatense.
Despojado de chauvinismos, Ciro despliega un lenguaje polisémico en el que conviven sonidos de todo el mundo y expresiones incluso trascendentes a la música: en el “Blues del sí y del no” –donde él afirma que es la última canción de la noche y su público se niega– el cantante explota todos sus recursos histriónicos para hacer de la tensión un juego cómplice. Su último truco antes de despedirse con “Noche de hoy” y la clásica lectura de banderas, fue anunciar un show para el 17 de diciembre en el Luna Park. Nueva función para el encantador de masas.