“Lo primero es volver a escuchar música presencial con las infancias, generar un nuevo encuentro sonoro-musical”, dice Mariana Cincunegui, quien tras tres años está volviendo a los escenarios con su show Canciones botánicas en Bebop Club (Uriarte 1658). Cincunegui y su banda se presentan en el ciclo Bebop Kids los domingos a las 16 (la próxima presentación será el 3 de julio) y su propuesta es la de una música experimental para niñes inspirada en el sonido de la naturaleza. “Los temas tienen en su poesía siempre alguna referencia a la botánica y estamos probando un repertorio como naturalistas sobre un formato de jam”, anticipa.

Como para tantos otros artistas, la pandemia resultó un punto de quiebre para Cincunegui. Dedicada a la música para pibes desde hace más de 25 años –se inició a los 17 grabando en el mítico disco Piojos y piojitos­- y responsable de popularizar varios clásicos del género, el aislamiento no sólo le impuso un parate sino también que la empujó a repensar su tarea para con las infancias. “Hay que pensar qué hay para ‘decir y compartir’ desde una nueva sonoridad –plantea-, porque no somos los mismos desde que escuchamos dos años otro sonido en el modo de atravesar ese momento del mundo que fue único y singular”.

“Para las infancias fueron dos años de no tener sus clases de música, de aprender a cantar con tapabocas, donde la afectividad que requiere aprender y ejercitar encuentros sobre la sensibilidad y la creatividad estuvieron eclipsados por acontecimientos nunca vistos, y yo creo que en ese devenir hay una sonoridad interna y externa”, reflexiona la cantautora. “Canciones botánicas nace de todo esto que acontece hoy solapado por la urgencia de rearmar un mundo sobre este quiebre”.

Cincunegui y su familia atravesaron un confinamiento urbano muy estricto, en un departamento “lleno de protocolos” que finalmente desembocó en una mudanza. “En dos años de encierro yo sólo soñaba con la naturaleza”, cuenta. Se fue a vivir más lejos de la ciudad y más en contacto con el verde. “Me empezó a hacer mucho ruido el campo sonoro en el que nos movemos, lo que callamos, lo que ahuyentamos por imponer un sonido desde el hombre y no desde una posición de escucha. Así que me estoy reinventando, me mudé a un segundo anillo de la ciudad, un lugar con mucho verde, sonidos que hacen un contexto del día muy diferente”. De ahí a repensar su propio repertorio y propuesta en los espectáculos sólo faltaba un paso: darse cuenta de que los sonidos de antes ya no la convocaban y que ahora necesita transmitir “un nuevo umbral de audio donde esté incluído el aire, el agua, los animales y las plantas”.

-Se suele pensar la experimentación sonora o musical desde lugares muy abstractos. ¿Cómo se lleva esto a las propuestas para niñes?

-Creo que la experimentación es la base del juego. En la infancia, la vida es un descubrir, inventar, absorber acuerdos, convenciones que permiten diálogos. Es evidente que estamos frente a un mundo que está pidiendo una revisión estructural. La experimentación es lo que permite ir más allá de éste más acá. La música tiene un universo a disposición sobre la experimentación y las infancias una necesidad de lo nuevo.

-¿Qué sonidos te abrió la cuarentena?

-Nacemos y nos abstraemos en grandes masas de cemento, y buscamos un purismo de la escucha sobre un descalabro de ruido que generamos los humanos. La cantidad de celulares, los audios que en un colectivo todos escuchamos cuando alguien recibe un mensaje, esos ejemplos son en lo cotidiano como un hongo sonoro; un analista atendiendo en el medio de una sesión el celular, un docente dando clase interrumpido por un sonido, el chofer de un transporte público y así. El celular en sí mismo, como fractal sonoro, es apabullante cómo se metió en la ecosonoridad de los días del vivir, y la cantidad de opciones de ruido y sonido que puede reproducir. Creo que tapamos el sonido propio y que la pandemia señaló ante la restricción una escucha diferente en un momento muy impactante. Espero sea pertinente apagar un poco las pantallas y cierto constructivismo de ideas y modos ante la educación y la cultura que van en contra de la permanencia y de la inclusión.

-¿Cómo es la movida de la música experimental para niñes?

-La experimentación sonora en el rango de las infancias fue siempre una pregunta. Quizá no hay tanta cantidad de investigadores escuchando a las infancias en relación a la experimentación pero sí hay grandes pedagogos, como Murray Schaffer, Stuart Gage, Bernie Krause, y músicos de todas partes del mundo, investigadores y compositores.

-¿Vos cómo lo concebís?

-Creo que es hora de una nueva propuesta sobre la escucha. No es que no la haya sino que hay que incorporar el vendaval tecnológico. No solo la tecnología vista como herramienta sino el concepto de tecnología, el campo aural, los cuerpos, la piel, el hábitat, la escucha como posición corporal, como acto, como decir y expresión, y como herramienta social constructiva en lazos. Porque donde hay escucha, hay puentes y desde ahí hay música.