¿Cómo es posible que la banda más popular del rock nacional no tenga un homenaje en el lugar donde sonó por primera vez? Es una pregunta recurrente entre varios ricoteros. Y es que muchas veces el tiempo disipa los recuerdos y borra las huellas fundacionales, sin embargo, un grupo autogestionado de artistas logró dar el primer paso para que el lugar se encamine a convertirse en La Meca ricotera.

La chispa que terminó de fraguar la idea fue un pasaje de las memorias que, en 2019, Carlos “Indio” Solari dejó plasmado como una marca en la historia de la banda. Así lo relataba: “Ese fue el verdadero debut de la banda, porque hasta ese momento no habíamos hecho más que boludear. Y suponía un bautismo de fuego: era la primera vez que íbamos a tocar delante de un público que no estaba compuesto por amigotes". “El bar donde tocamos se llamaba ‘El Polaco’ y el concierto en sí mismo fue un desastre. Había más gente arriba del escenario que abajo. Pero de todos modos armamos la clase de quilombo que era nuestra especialidad”, relata en el libro “Recuerdos que mienten un poco”.

Luego de aquella frase, se encendieron las luces de alerta sobre la norteña ciudad, y si bien muchos sabían de este hecho inciático, pareciera haberse perdido en el túnel del tiempo y los recuerdos entre muros.

El hecho relatado por Solari remite al año 1978, cuando un alucinante viaje de 1600 kilómetros desde la ciudad de La Plata se ponía en marcha gracias a la conexión de Skay y su compañera Poli con personajes de la bohemia salteña y otros migrados de la platense ciudad. Tal es el caso del cafayateño por adopción Pancho Silva, quien será indicado por más de uno como la materialización de Patricio Rey.

Una idea redonda

Integrantes del colectivo “Una Obra Redonda”, que homenajea a la banda desde la música y el teatro, se acercaron a la ciudad de Salta y no tardaron en contactarse con periodistas locales para hurgar sobre aquel lugar que vio por primera vez sonar a la banda platense.

Fue así como dos de los productores del espectáculo artístico, Leonardo Melis y Gerardo Anchava, tomaron también contacto con Mauro César Ramos, artista plástico que se ofreció para materializar la idea que acercaron los hacedores de Una Obra Redonda.

Mauro iniciando el homenaje.

Así relata Mauro la génesis del proyecto: “Esta es una idea de Una Obra Redonda. Se contactaron conmigo acá en Salta a través de una radio y de un amigo, Pablo "Rockanroll" Tejada, que hizo el vínculo, sabiendo que yo hago arte plástico. Conversamos sobre la idea y aquí estamos, haciendo la obra. Mas allá de la placa hicimos una serie de dibujos, en la parte muralista, recreando fotos del momento, como por ejemplo, al Indio en el colectivo cuando llegaron a Salta, agregamos el folleto del recital en el bar El Polaco, y después sumamos la imagen de Pancho Silva, que es el contacto y donde nace la mística en Salta”.

En tanto, Fernando Casas, guionista y actor de “Una Obra Redonda” comenta: “La idea de colocar una placa nace de la necesidad de señalizar los lugares por donde pasó Patricio Rey, y Salta nos parece de los más importantes porque hay todo un mito detrás de ese viaje, que a veces los mismos protagonistas simplifican, dicen ‘nos dijeron que había un bar para tocar allá y fuimos’, y una banda formada en La Plata no hace un viaje en plena dictadura atravesando el país porque sí. Entonces ese bar nos parecía una piedra fundacional, tal como lo dijo el Indio en su libro”.

¿La Meca Ricotera?

Aquel recital realizado el 7 de enero de 1978 tiene como próxima fecha el aniversario número 45 del recital de la banda. A partir de esta señalización, y de la difusión de la información a través de las redes rockeras, hay quienes piensan que puede convertirse en una Meca ricotera.

En este sentido Mau, tal como llaman al artista plástico de la obra, comenta: “Me imagino que este puede ser un punto de encuentro el día de mañana, porque el público ricotero tiene el famoso ‘nosequé’. Uno siente que la banda está viva y vigente, mientras haya un ricotero, viene otro, se destapa una cerveza, se habla de música, de arte, de rock. Con mis amigos lo seguimos haciendo, nos juntamos y siempre sale una guitarra. Donde haya un ricotero se arma un templo, es algo muy del público. Y si acá se arma algo, alrededor de una obra mía, para mí es como destapar un champán”, resalta entre risas el artista salteño.

Mauro (izquierda), un amigo y la obra finalizada en el centro.

“No sé si podamos lograr una meca ricotera, de hecho ya hicimos una escultura en una plaza recuperada en Ramos Mejía, Buenos Aires, pero sí nos imaginamos un lugar de encuentro, un lugar donde pasar y recordar, y avisarle a las generaciones futuras que puede haber en cada plaza del país un rinconcito ricotero donde juntarse a cantar, a tomar unos mates, a leer, o a lo que sea. Y en este lugar de Salta seguro sale una foto, un momento, un recuerdo y un seguir hurgando”, comenta Fernando Casas.

El próximo 7 de enero me imagino que, mínimo, se va a juntar la muchachada y algo va a salir, lo que sea va a estar bien. Siempre va a haber un trapo, siempre va a haber una guitarra, siempre va a haber algo para compartir, y la amistad, esto de conocer gente de entreverarse con la gente. Uno se conecta con la gente a través de los redondos, es una locura”, subraya el artista y agrega: “Es importante destacar que el arte siempre es una buena noticia para todos, y Los Redondos son parte de la cultura nacional, por eso tiene que ser realzado, destacado. Los Redondos son un hecho único”.

Fernando Casas no quiere apresurarse en lo que podría suceder cuando los asistentes a las misas ricoteras multipliquen el mensaje de la señalización del bar, pero destaca que “En Uruguay, cada 4 de agosto, que es fecha del ultimo show de Los Redondos, se hace una fiesta ricotera, y es loco que en Uruguay se haga y acá no. Entonces quizás cada 7 de enero en Salta se puedan juntar en la puerta de lo que fue el bar El Polaco y hacerse unas canciones, hacer alguna representación, estaría lindo continuar con eso”.

Sobre la hora del homenaje se logró una declaración de Interés Municipal, que sirvió más como resguardo hacia el artista que estaría trabajando en la calle, que como impulso para plasmar la placa y la obra muralista, ya que esto fue algo que surgió de un sueño autogestionado.

El homenaje, ubicado a escasos metros de la calle Deán Funes 82, demoró más de 44 años en plasmarse. Un debut que era un secreto a voces y que pareciera ser que nadie quería exteriorizar. Sin embargo, la necesidad histórica de honrar a los ídolos populares, pudo más que la espera y los tiempos burocráticos que requieren los homenajes oficiales.