Hoy en día podemos advertir que existe una fusión del espacio y del tiempo del trabajo a través de las TIC´s. Si bien podemos reconocer muchos aspectos positivos de la tecnología en relación con lo laboral, advertimos que, también, se ha apoderado de buena parte de nuestras vidas y que ha formateado nuestras relaciones económicas, políticas y sociales. Pero la tecnología es una herramienta y, como tal, su destino no está escrito de antemano y, por supuesto, no significa que no podamos darle una dirección: definir hacia dónde queremos que se conduzca. El avance tecnológico generó que, por ejemplo, se diluya la jornada laboral de ocho horas. Los mensajes que llegan fuera del horario de trabajo son uno de los aspectos a ordenar para reconquistar los derechos de trabajadores y trabajadoras. Así, el impacto de las tecnologías en mundo del trabajo trajo aparejada la incorporación de leyes y normas regulatorias para garantizar el derecho a la desconexión digital. Este derecho es relevante para la salud mental de las personas trabajadoras, ya que tener tiempo libre de calidad es sinónimo de descanso; pero, también contribuye a la igualdad de género, ya que la soberanía del tiempo libre permite la mejor organización de las tareas de cuidado. El primer país en reconocer esto fue Francia, en 2016 y, luego se sumaron España, Portugal, Filipinas, Canadá y Colombia, entre otros. Después de la pandemia y con el avance del home office, varios países siguieron estos pasos e implementaron diferentes normativas que apuntan a regular el uso responsable de las tecnologías de la comunicación a fin de garantizar el respeto por el tiempo de descanso y las vacaciones de los trabajadores.

Específicamente, en Argentina, esa regulación está avalada por la Ley 27.555. En su Artículo 5º dictamina que “el empleador no podrá exigir a la persona que trabaja la realización de tareas, ni remitirle comunicaciones, por ningún medio, fuera de la jornada laboral”. El debate central es, entonces, cómo aplicar la tecnología a favor de los trabajadores y en contra de la precarización. El capitalismo digital en el que vivimos es un sistema por el cual se adquieren una gran cantidad de datos conductuales de las personas y se diseñan incentivos para adaptar esa conducta. Al principio, se apuntó a la conducta de los consumidores, luego de los ciudadanos. Ahora, los trabajadores nos encontramos frente a esta tercera fase donde se datifica nuestra forma de actuar mediante un software de vigilancia o la utilización de plataformas, a fin de poder juzgarnos y modificar nuestro comportamiento a los fines productivos. En la actualidad, una de las franjas de la población más perjudicada en lo referente al acceso laboral es la de los jóvenes recién egresados de la escuela secundaria. Los medios de comunicación influyen negativamente, ya que tienden a plantear que la tecnología podría reemplazar a los trabajadores. Pero el problema central en el mundo del trabajo no es la tecnología, sino la precarización.

Hay que pensar en una nueva forma de alfabetización aumentada –concepto desarrollado por la Licenciada en Ciencias de la Comunicación Mariana Ferrarelli– con la que los trabajadores no sólo aprendan a manejarse en entornos virtuales, sino que también entiendan los nuevos medios, los puedan cuestionar y adaptar a las necesidades sectoriales y, sobre todo, encuentren nuevas oportunidades en la resolución de problemas y en la búsqueda de empleo. Otro aspecto a tener en cuenta es quién diseña la tecnología y con qué propósito lo hace. En general, estos diseños están realizados por hombres de países dominantes. Por eso, también es imprescindible generar una agenda tecnológica feminista que ponga en foco la equidad.


*Economista, especialista en comercio internacional, de datos y cadenas globales de valor, inteligencia artificial y empleo del futuro. Directora del Observatorio de Impactos Sociales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (IA-UNTREF).