NUESTROS CUERPOS SON SUS CAMPOS DE BATALLA - 7 puntos

Nos corps sont vos champs de bataille; Francia, 2021

Dirección y guion: Isabelle Solas.

Duración: 100 minutos.

Estreno en MUBI.

Las imágenes, sonidos y palabras que forman parte del documental de la francesa Isabelle Solas fueron registrados a lo largo de varios meses de 2019, en plena campaña presidencial y poco tiempo antes del inicio de las nuevas normalidades pandémicas. Por momentos, el apretujamiento de cuerpos –en movilizaciones, encuentros y reuniones a puertas cerradas– recuerda un mundo que había desaparecido y que ahora, lentamente, comienza a resurgir. ¿Qué llevó a una directora europea a interesarse por el colectivo travesti y trans argentino? Entrevistada por Página/12 en octubre del año pasado, en ocasión del estreno del film como título de apertura del Festival Asterisco, Solas recordaba que “en 2013, familias francesas de derecha tomaban la calle para que las parejas gay no pudieran adoptar niños. Fue un contraste enorme cuando descubrí que en 2012 ya se había conseguido la ley de género en Argentina. Me dio ganas de hacer una película un poco decolonial; mostrarles a los franceses, que se sienten tan abiertos, tan en la vanguardia, que se equivocaban”.

De registro directo tradicional, sin voz en off ni placas explicativas, Nuestros cuerpos son sus campos de batalla sigue a un grupo de activistas en sus actividades públicas y privadas. En particular, se destacan tres personalidades: Violeta Alegre, antropóloga y docente en cuestiones de identidad de género; Claudia Vásquez Haro, peruana de nacimiento y residente argentina desde hace dos décadas, y la presidenta de la asociación civil Otrans; y Marlene Wayar, psicóloga social y activista, además de “sobreviviente”, como se define ella misma al afirmar frente a un grupo de estudiantes universitarios, con sus cinco décadas de vida, que la edad promedio de vida de una travesti en la Argentina es de 32 años. Pero la película también se detiene en el retrato de un grupo de chicas –jóvenes y no tanto– que ejercen la prostitución, una de las pocas salidas laborales a las cuales puede accederse sin demoras, profesión no exenta desde luego de peligros y violencias de toda clase.

En cierto momento, Alegre discute con un grupo de activistas acerca de las diferencias entre el trabajo sexual y la trata. El abolicionismo: uno de los varios puntos de conflicto del colectivo trans con las ramas más tradicionales del feminismo. No es la única grieta. Durante un evento masivo, el choque deja de ser exclusivamente verbal y los empujones entre el grupo de Vásquez Haro y otras filas de feministas “tradicionales” termina en enfrentamiento, aunque afortunadamente sin víctimas. De todas formas, como no se cansan de repetir las protagonistas, la mayor de las violencias sigue llegando desde el núcleo duro de la estructura patriarcal. Alguien de cierta edad recuerda el pasado en las calles, durante los años 90, y el descubrimiento de que su condición de travesti era suficiente para generar la persecución, la vejación y la violencia por parte de las fuerzas represivas del Estado.

Más allá del carácter testimonial de Nuestros cuerpos…, que observa de cerca una lucha individual y colectiva cotidiana en pos de la obtención de derechos, la realizadora logra entrelazar la mirada general con pequeños detalles de la vida privada: la relación con miembros de la familia que han aceptado su condición (o todo lo contrario), exparejas con las cuales sigue existiendo un vínculo amistoso, nuevas relaciones. Los últimos minutos, antes de los títulos de cierre, despliegan una serie de fotografías de mujeres trans y travestis tomadas varias décadas atrás, “visibilización” festiva y orgullosa de una historia que continúa siendo sepultada bajo la mayor de las hipocresías sociales.