“Tengo la esperanza de que alguien descubra mi obra. No es fácil, yo tampoco la entiendo mucho”. La frase sorprende sobre todo porque viene de boca de Ricardo Soulé, pero como él mismo prosigue “hace falta un prólogo para entender esto”. Sí, porque aunque La Biblia sea el libro más leído de todos los tiempos y La Biblia Según Vox Dei sea uno de los álbumes más venerados de esa extraña religión llamada rock argentino, su autor parece permanecer en las sombras aunque su mente sigue navegando en las alturas, como las aves que tanto admira. 

Asociar a Ricardo Soulé con Vox Dei, banda de la cual fue cantante, guitarrista y compositor durante más de una década (que concluyó en 1978, pese a algunos esporádicos reencuentros), es tan inevitable como anacrónico. Cuando anhela que alguien descubra su obra no espera que una horda de adolescentes se baje la discografía entera de Vox Dei, sino que a alguno de ellos se le dé por explorar en Spotify algunos de los tesoros recientes que aparecen en el buscador al teclear su nombre. Por ejemplo, su disco más reciente, Vulgata, es una hermosísima obra de arte, disfrutable, accesible y con el suficiente rock como para gozar de su exquisito modo de tocar la guitarra, sin quedar mareado por el concepto. Curiosamente, o no tanto, existe un pasadizo secreto que conduce a La Biblia, como él mismo aclara: “Vulgata es la traducción de La Biblia al latín, ya que antiguamente estaba escrita en arameo y en griego, dos lenguas casi desconocidas en el siglo IV”.

Ricardo Soulé es como un libro desplegado que abre ventanas todo el tiempo a datos históricos, conceptos religiosos, anécdotas curiosas de tiempos remotos, y que también sabe hacer analogías de esos sucesos con fenómenos más actuales o con el rock mismo, como género en el que no se siente del todo cómodo. Sin embargo, su palabra -es tentador escribir Su Palabra, al modo bíblico-, su cantar, sus composiciones y su guitarra han afectado de un modo indiscutible a la estética del rock vernáculo. Es imposible escuchar el tema “Romances de gesta” de Vulgata”, y no encontrar parte del ADN que modeló el cantar de Ricardo Mollo, por ejemplo. Solo hay que enfocar la atención un poco nomás para advertir que La Renga rinde feliz tributo al sonido del Vox Dei primigenio, con Soulé a bordo. Y, a propósito, El Bordo y La Mancha de Rolando son solo dos nombres conocidos con los que Soulé ha tenido trato en años recientes. 

¿Imaginabas en los comienzos que tu música iba a ser tan influyente en tiempos futuros?

–¡Qué me voy a imaginar! A mí la imaginación se me acaba cuando termino de componer la canción. Las cosas que pasan en la vida me sorprenden. Es algo que conservo de la infancia: la capacidad de asombro. La gente viene y me lo dice, pero no me lo tomo muy en serio. El tema de la fama no me atañe demasiado, lo que verdaderamente me entusiasma es que mis temas trasciendan, que sean importantes para la gente. Por mí, no. 

PALOMAS Y HALCONES

La Bestia Emplumada es el nombre que Ricardo Soulé escogió para su banda. Tiene fuerza, garra, plumas y un par de canales que generaron el estéreo necesario como para que Soulé se lo apropiara. El primero de esos canales tiene que ver con la cetrería, el arte de cazar con aves rapaces que Soulé viene practicando desde hace un montón de años. Supo tener varios halcones, pero ahora que está más activo en el terreno musical no puede dedicarles tanto tiempo y se quedó solo con uno: Licurgo. “Es un nombre griego, le queda muy bien al bicho”. 

La pasión de Soulé por las aves arranca desde su infancia. “Mis dos abuelas andaban con gallinas, patos, pajaritos; eso me encantaba y con el tiempo me di cuenta de que soy un naturalista de a pie. Arranqué con la colombofilia: tenía palomas mensajeras y las entrenaba para que ellas volaran y volvieran al nido. Fui donde vendían esas palomas y el tipo del lugar me mostró un libro de ayudante práctico. Chiquitito, de muy pocas hojas, pero que me dieron un buen resultado. Le pedí plata a mi mamá y me fui con unas monedas a comprar una yunta, macho y hembra, al mercado de Quilmes. En el librito se explicaba cómo hacer el cajón para que tuvieran cría; conseguí uno en la verdulería y lo preparé. Con tanta suerte que se empezaron a reproducir demasiado, hasta que se formó un palomar de treinta pájaros. Ahí mi viejo se cabreó y tuve que cortar”.

Las alas que le cortó su padre por un lado, se las prolongó por el otro, ya que de él heredó la pasión por el violín, instrumento que comenzó a estudiar formalmente a los seis años, primero con su progenitor y luego en un conservatorio. “Mi papá tocaba el violín de manera amateur, tocaba bien y sabía leer y escribir. Eso me impresionó mucho: verlo escribir. Mi papá era profesor de inglés y electrotécnico, dos cables sueltos, y escribió dos libros de electrotecnia en inglés. Era muy aficionado a la lectura, le gustaba leer, en mi casa había bibliotecas, había libros. Eso me copó mucho y empecé a leer de muy chico. Yo tuve una familia que me enseñó cosas”. De sus primeros cumpleaños recuerda un regalo en especial: el libro Colmillo Blanco de Jack London, que lo acercó a la vida del reino animal.

Entre palomas y halcones, Ricardo Soulé vivió toda una vida, literal y literariamente. En 1967, al influjo de Los Beatles fundó Mach 4 con Rubén Basoalto, grupo al que se sumarían Willy Quiroga y Juan Carlos Godoy, que al dejar de cantar en inglés –por sugerencia de Luis Alberto Spinetta– se transformó en Vox Dei, bestia legendaria del rock vernáculo, fundadora de una estética propia, más cercana al blues de Manal o al rock de Pappo, que al lirismo de Almendra. Al mismo tiempo que fue un músico con vuelo, Ricardo Soulé se las ingenió también para ser un hombre con los pies sobre la tierra, lo que lo llevó a formar una familia con Graciela, de la que nacieron cinco hijos. “Cuando llegó Pamela en 1977, la segunda, lo recuerdo porque la llevábamos en una canastita a la casa de unos amigos, es cuando veo en la casa de ellos una revista Aire y Sol, que tenía en la tapa a un hombre entrenando a un águila. Siempre me tiraron los pájaros; antes había entrenado cotorritas australianas que caminaban sobre un hilo. No sé cómo lo hacía, por intuición supongo, pero la loca caminaba por el hilo. Y cuando le crecían las alas, se volaban. Al ver la tapa de Aire y Sol con el tipo y el águila, supe que quería eso. Y soné”.

La Bestia Emplumada suena y recibe su nombre de esa pasión de Soulé por las aves rapaces. “A mí me atrae muchísimo el vuelo. Sueño que vuelo. Es como si nadara en el aire, como si hiciera un poco de fuerza y pudiera alcanzar los cables, y después llegar hasta los edificios. Sueño con halcones, como sueño con guitarras y con violines. Tengo sueños muy vívidos, revelaciones que tuve y que se cumplieron en la vida”. Y así fue que el sueño de volver a crear un grupo se le hizo realidad en 2004, y de la nada surgió el camino. “Un día me llama Litto Nebbia y me cuenta que tiene una grabación de un show mío en Río Turbio, que la quiere editar. La escuché, me pareció que estaba bárbara y así fue que tuvimos el primer disco. Fue un parto accidental, pero el grupo ya tenía un planteo muy serio. Había armado una banda para tocar, pero a medida que lo hacíamos se iba formando un repertorio con temas solistas, algunos de Vox Dei y los nuevos que yo componía. En La Bestia Emplumada, los músicos son los intérpretes, como los actores de una obra, y yo soy el director artístico pero también el que compone las canciones, como si fuera el director de una película que también hace el guión”. 

Ese primer disco, Soulé en Río Turbio (2006), dio lugar a que su protagonista volviera a la composición, y así se fue generando una obra que ya tiene tres títulos: Buddy Middler (2010), Dolmen (2011) y Vulgata (2015). Ese es el nuevo tesoro a descubrir: tres nuevos discos conceptuales que pasaron desapercibidos para una inmensa mayoría. “La parte creativa es un poco independiente, trato de correr atrás de ella. Yo soy el doble de riesgo del personaje central de la obra. La obra es la protagonista”.

¿Te considerás un especialista en obras conceptuales? Teniendo en cuenta, además, que La Biblia fue el primer disco conceptual del rock argentino.

–Yo me quise escapar de ese destino de ser un compositor conceptual; uno a veces no quiere asumir quien es, corre de su sombra. Yo estuve tratando de escapar de mi sombra y era imposible. Finalmente, me di cuenta que por más que corriera. Le escapé mucho al bulto hasta que me asumí como lo que era. Medio Jonás, lo mío...

¿Cómo es eso?

–Dios lo mandó a Jonás a predicar a un lugar. Y él dijo: “no, me la van a dar, agarro para otro lado”. Y se subió a un barco. Y el barco empezó a naufragar, y los marinos que estaban con él le rezaban al Dios de ellos, pero la tormenta era cada vez más fuerte. Mientras, Jonás dormía abajo en la bodega; entonces fueron a despertarlo y le dijeron: “Maldito, vení a rezar arriba a la cubierta que seguro es el Dios ese tuyo que nos está queriendo matar”. Y él empezó a rezar y no calmaba la cosa, entonces lo tiraron al mar, vino un cetáceo y se lo tragó. Estuvo tres días adentro del cetáceo hasta que lo vomitó en la playa. Camina y camina y cuando llega a la ciudad se da cuenta de que esa era la tierra a la que Dios lo había mandado a predicar. Mi sombra era una falta de capacidad de asumir las características propias. Hasta que las reconocés y decís finalmente: éste soy yo. 

Nora Lezano

ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

Existe un libro sobre la historia del rock sajón que se llama La evolución accidental del rock and roll, escrito por el periodista Chuck Eddy. Para postular su teoría sobre como el azar ejerce una influencia determinante sobre el desarrollo de la historia, pone el ejemplo del parto fortuito del rock and roll, “que se inventa por accidente cuando el amplificador de guitarra de Ike Turner, se cae por la parte de atrás de una camioneta en 1951. Estas cosas no se pueden planear”.

Seguramente, Ricardo Soulé, pese a su admiración por los profetas, no podía siquiera imaginar las cosas que iban a pasar en su futuro cuando cursaba cuarto año en el Nacional de Quilmes, y estaba enamorado de una compañera, al lado de la que ya lleva medio siglo. “Ella no me daba bola”, revela Soulé. “Yo ya tocaba la guitarra, pero no tenía ninguna trascendencia”. Tuvieron un romance casi efímero –dos meses– que entró en un cortocircuito que los llevó a distanciarse por dos años. Hasta que Graciela recibió una carta anónima y fue a visitarlo para ver si se podía reparar el desperfecto. Pero Ricardo, hasta hoy, sigue negando haberla escrito. “Yo no escribo anónimos”, dice con pícara seriedad. “Fue Cupido”. 

No falta a la verdad: “Canción para una mujer que no está”, una dramática página de Vox Dei, lleva su firma (junto a la de Juan Carlos Godoy, primer guitarrista del grupo) y hasta fue versionada por la banda británica Heavy Metal Kids bajo el nombre “It’s the same” en 1974. “Obviamente, la hice por ella”, reconoce Soulé frente a su mujer. “Y ‘Presente’ también; en realidad, todas las escribí para ella. ‘Presente’ fue como mi respuesta filosófica al dolor que me produjo a mí perderla. Lo había sacado de ‘Coplas a la muerte de mi padre’ de Jorge Manrique; ese libro me pegó en la cabeza, mal. Yo sabía también que en algún momento me iba a tener que separar de ella, en ese momento o en otro momento. Por suerte me equivoqué”. 

El reencuentro fue feliz: siete meses de novios y los palomos formalizaron. “Ahora, con todos los hijos en sus propias cosas, volvimos a ser una pareja de novios, y eso hace que esté más dinámica mi actividad musical. Para los chicos no debió haber sido fácil haber tenido un padre músico. Iván dice que cuando era chico, él pensaba que todos los demás pibes también jugaban a la pelota con Pappo y Edelmiro Molinari. Vivíamos en Ranelagh, y con ellos y los plomos armábamos flor de picados. Otro que venía mucho era Javier Martínez, que es de allí: la casa con diez pinos estaba en Ranelagh”.  

Un dato que no debe pasar desapercibido es que La Bestia Emplumada es un personaje que proviene de una vieja canción de Vox Dei: “Jeremías, pies de plomo”, acaso uno de los pilares más firmes de lo que en los 80 cobraría la forma del heavy metal argentino. Jeremías, ya está por llegar, con su bestia emplumada de libertad, rugía un jovencísimo Soulé en 1972. “Yo inventé La Bestia Emplumada para que lo acompañe a Jeremías, que tiene tres antecedentes. Uno es un perro que se llamaba así, otro un cuadro que estábamos pintando con Graciela en ese momento en que compuse el tema: un Jeremías, y el tercero es un personaje que vi en Nueva York en 1971, un tipo muy extravagante. En el momento de escribir el tema, lo recordé, caminando con sus pies de plomo por la ciudad. Creo que era un hippie, un paseante”. Graciela acota: “Él también es Jeremías”. Soulé sonríe y mira para otro lado. “El palomo quiere alpiste”, disimula y pide un par de medialunas. 

Y también el Jeremías de La Biblia debió haberte inspirado.

   –Claro, Jeremías, el profeta, también fue una inspiración, porque el tipo cuestionaba todo y a veces de un modo violento. En La Biblia los profetas se dividen en mayores y menores; el paradigma de los profetas fue Moisés, pero el profeta por antonomasia es Elías. Jeremías está en la jerarquía de un Isaías, un Ezequiel: tipos que enfrentan a Dios desde un estado repugnante. Job estaba lleno de llagas. Jeremías era un profeta muy fuerte. Cuando lo leí, me golpeó, nunca me había imaginado que un profeta podía tener ese coraje.

Evidentemente, La Biblia no fue la curiosidad de una temporada para vos.

 –Mi música se divide entre religiosa y profana. Soy un marido, un padre, un hombre de la ciudad; no vivo en un monasterio ni soy un asceta. No soy un monje. Soy muy feliz en el matrimonio, feliz en la proporción que son felices los hombres. Un día le conté a un cura los años de casados que llevamos con Graciela, y me dice: Lo tienen engañado, pobre hombre. Con los años me fui volviendo cada vez más diurno. Inclusive te diría que soy crepuscular. El atardecer y el amanecer son los momentos más importantes del día. Antes de que salga el sol me despierto y me tengo que levantar, no me puedo quedar en la cama. Y cuando se va la luz, tengo que comer e irme a dormir. Tengo un régimen crepuscular. Como el hombre antiguo, rezo también. Tengo una disciplina de oración que va acompañada de esos dos momentos. 

TODO CONCLUYE AL FIN

Vox Dei es para Ricardo Soulé el pasado. Una etapa importantísima en su vida, pero cuyo relieve es mayor para el público que para él mismo. “Es más, no sé siquiera si correspondo al género del rock”, aclara, oportuno. “Más bien eso es un capricho periodístico de querer catalogarme de determinada manera, al cual yo respeto porque lógicamente tienen que trabajar y dar su opinión y la opinión de ellos es esa. ‘Vulgata’ es un término que viene de la frase ‘vulgata, divulgata’, y quiere decir que hubo que hacer una traducción de las cosas para que fueran entendidas. El cristianismo comenzó a desarrollarse en su tiempo, y necesitaba darse a conocer. Eso es la Vulgata: la traducción al latín; bueno, en mi caso, el rock vendría a ser esa escritura más accesible: la gente puede entender las cosas más fácilmente a través del rock que a través de la escritura al desnudo. Cuando me marcan alguna similitud entre La Bestia Emplumada y Vox Dei, lo tomo como un elogio. Para mí es muy importante poder haber tenido un reconocimiento por parte del público hacia algo que yo hiciera y que no fuera Vox Dei. Vox Dei me llenó de alegría y satisfacción pero fue una parte de mi vida, no fue toda mi vida. Yo me fui hace mucho tiempo. Aunque no creo que me haya ido; en mi criterio, Vox Dei se terminó en esa época. Hubo muchos intentos de reanimarlo pero ya no había posibilidades. Creo que pude superar a Vox Dei concentrándome en mis propios proyectos”. 

Esos proyectos hoy son una realidad que va cobrando vuelo sin turbulencias a través de La Bestia Emplumada, que acompaña a Soulé en su vuelo de libertad, así como lo acompañó a Jeremías en su andar de plomo. Durante lo que va de 2017, la banda compartió escenarios con los sobrevivientes de otra banda legendaria: El Reloj. “Me costó encontrar los músicos, pero hoy el nivel de los músicos de rock es mucho más alto que antes”.

¿Y el nivel del rock también?

 –Hay algo que decía Javier Martínez: el rock no tiene que tener volumen, tiene que tener swing. Ahora se usa mucho romperle los tímpanos a la gente. Ahora te ponen un bajo, y unos bombos fuertísimos: inventaron la sonata de bombo. Creo que eso está enraizado en que hay muchas personas que no tienen swing naturalmente, porque no nacieron con swing, que es como una gracia. ¿Viste la gente que es simpática? El swing es a la música lo que la simpatía es a la gente. Una persona con swing es una persona musicalmente simpática, que te cae bien, porque suena bárbaro lo que toca. Así toque una nota sola. Con eso se nace, no se aprende, no te lo da Salamanca. A mucha gente que estudió en los conservatorios no le gustaba la música, no tenía talento: terminaron de estudiar y consiguieron los títulos. Como se consiguen otros títulos. Conseguir un título es ponerte en la fila; vos te ponés en la fila y esperás y vas. Y cuando llegás, si aprobás, te vas a la otra fila y así sucesivamente. Pero eso no significa que vos seas un músico: vos tenés un título. Y no solamente como músico: como médico, como abogado, como lo que sea. Para ser un profesional de un gran nivel tenés que tener una condición natural, eso no se adquiere, y esa condición natural tampoco la perdés por estudiar. Al contrario: el swing es una cosa natural. Hay gente que no está alfabetizada musicalmente, gente que nace en un garaje sin ninguna maestría que los conduzca. Y se me ha criticado que yo escriba la música. Una de las cosas que me permito hacer es tener un repertorio disponible; tenemos como cien temas, pero no los podés escribir en la punta de los dedos. Yo los tengo escritos en partituras. Los temas primero los escribo y luego los toco. A mí me enseñaron a escribir, soy un tipo común y silvestre al que le enseñaron a escribir. Eso me permitió generar un contacto con otros tipos a los que no había visto nunca, con los que lo único que teníamos que hacer es poner un papel y empezar a tocar. De la otra forma te tenés a quedar a vivir: te tenés que casar. 

Queda claro que a esta altura de la vida, Soulé ya no se casa con nadie; lo hizo hace cincuenta años y esa construcción sigue en pie. Anda a su aire y entusiasmado por el show que le espera el 17 de junio en El Gran Rivadavia, que además de compartirlo con El Reloj, le dará la gratificación de ser acompañado por la Kashmir Sinfónica Orquesta. “Eso me tiene recontento. La idea de unir una banda de rock con una orquesta siempre fue como una condición muy importante para mí, y ahora con el tiempo y el reconocimiento, me están dando la oportunidad”.

Es de suponer que vas a tocar el violín.

–¡Siempre toco el violín! Los muchachos de La Renga me regalaron un violín eléctrico. Yo toco un solo en un tema de ellos, “Sabes qué” y como no tenía volumen suficiente, porque ellos tocan muy fuerte, me dijeron que me iban a conseguir un violín. Y me trajeron un Yamaha eléctrico que suena bárbaro. Lo toco puro, porque ya de por sí tiene un sonido eléctrico total. Entonces, ahora que tengo la oportunidad de ser escuchado lo incluyo más. Técnicamente, era imposible amplificarlo. Va a ser difícil que me paren con un violín eléctrico.

Ricardo Soulé y La Bestia Emplumada presentan Vulgata el sábado 17 en El Gran Rivadavia, Av. Rivadavia 8636. A las 21. Esa noche también toca El Reloj, por primera vez en 20 años.