“Una Eva arrabalera sobrevive al fin de un mundo. El árbol de la manzana y su serpiente también logran persistir. Y entre desechos plásticos, Eva se pone a dirimir otra versión de la historia”. Ese es el disparador de la nueva propuesta teatral de la directora y dramaturga Sol Bonelli: Eva furiosa. Transgresión apocalíptica para un nuevo Génesis, una pieza que reconstruye el mito bíblico para plantar la bandera de las que ya no callan.

Interpretada por Olave Mendoza, la pieza se presenta todos los jueves a las 20.30, en el Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378). En escena, Eva se muestra dispuesta a desobedecer los mandatos de Dios, y decidida a contar lo que la historia oficial le negó. Condenada a parir con dolor, por comer una manzana prohibida, y testigo del crimen que protagonizaron sus hijos, la mujer se enfrenta a su creador.

Bonelli cursó en 2019 la Diplomatura en Dramaturgia del Centro Cultural Universitario Paco Urondo, y en ese marco apareció la escritura de una dramaturgia con contenido religioso. Más tarde, durante la pandemia, se sumó otro texto en el cual la autora había imaginado a una Buenos Aires bajo el agua, luego de un colapso ambiental, y a una mujer como única protagonista. Y de la fusión de ambos relatos, surgió la inspiración para crear una Eva “sudaca, marrona y arrabalera”.

“Es un personaje que todos conocemos, pero que nadie escuchó hablar. Y esta es una oportunidad extraordinaria para oír las cosas que tiene para decir”, dice la dramaturga que hoy se define atea, a pesar de haber recibido una formación religiosa. “Tengo una relación con la espiritualidad que es muy pagana. Y los únicos momentos en los que rezo es cuando hay turbulencia en los aviones (risas)”.

- ¿Y por qué escribir, entonces, una obra sobre Eva?

- Eva es la madre de la humanidad, y pensé que su historia no estaba contada desde su perspectiva. Es un personaje que tuvo una vida súper trágica, y quise dar mi versión de eso, y hablar sobre todo de su rol de madre. Ella tuvo a los hermanos Caín y Abel, y uno de ellos mató al otro. Eso me parecía fatal. Y en el proceso de escritura, me puse a releer la Biblia, y ahí me di cuenta de que Dios prefirió a Abel, en lugar de Caín, porque Abel había matado a un cordero como ofrenda, mientras el otro le había ofrecido los frutos que había recolectado. Así, enlacé también este relato con la discusión actual sobre la ingesta de carne y el especismo. Y a partir de todo eso, me pregunté: “¿Qué diría Eva si viera el estado en el cual está la humanidad que ella misma inició junto con Adán?”.

Mendoza y Bonelli en el escenario. Imagen: Enrique García Medina

Precisamente, en la obra, Eva le recrimina a Dios los daños que se han provocado en el planeta, y a su vez la escenografía se armó a partir de materiales reciclados. ¿A qué se debe esa decisión de incluir la problemática ambiental?

- Me interesó trabajar esta obra desde los conceptos de transgredir y subvertir, y apliqué eso a la dramaturgia pero también a la puesta en escena. Porque la transgresión está puesta, por un lado, en el hecho de darle voz a un personaje silenciado y, por el otro, en los materiales con los cuales montamos la puesta. En este caso, junto con Maricel Aguirre, que diseñó el vestuario y la escenografía, trabajamos en el reciclado de bolsas de plástico. De esa manera, pudimos transformar algo que para la sociedad es basura, y convertirlo en una materialidad artística, dándole un tratamiento artesanal a un producto que es industrial. Y todo eso es un gesto político, porque plástico sobra en este planeta.

- No es la primera vez que escribís historias que le dan visibilidad a vidas de mujeres atravesadas por la violencia. Por ejemplo, en Flores de Tajy (2016) y en La Naty (2019) abordaste la trata y la prostitución. ¿Qué te atrae de estas temáticas?

- Contar historias desde el punto de vista de las mujeres, que por lo general es silenciado, es algo que me apasiona. Con La Naty, había una línea en la que retomé, desde la mitología, la mirada de los personajes femeninos. Ahí partía de las metáforas de la mitología guaraní para hablar de la trata de personas, desde la perspectiva de una chica traída desde el Paraguay para ser explotada en un prostíbulo de la ruta litoraleña. Y con Eva furiosa pasa algo similar, porque tomé un mito fundante como es el libro del Génesis, pero desde el lugar de una Eva sudaca que está muy lejos de la belleza hegemónica que aparece pintada en los cuadros de los museos europeos. Por eso, para la interpretación de una figura que es originalmente blanca y de curvas hegemónicas, convoqué a una actriz como Olave, que es chaqueña y arrabalera. Es que el arte no está desconectado del contexto. Y por eso, mis musas son de carne y hueso.