Los alcances de lo que sería la mayor estafa masiva en Catamarca como consecuencia del depósito de activos de cientos de personas en supuestas financieras que decían invertir en criptomonedas, siguen creciendo.

Todos los viernes, una caravana masiva de cientos de personas que aún no han podido cobrar su dinero invertido, atraviesa la ciudad y se detiene en los domicilios de los implicados, que pertenecen a distintas firmas.

Desde que el Banco Nación comenzó a investigar a estas empresas por presuntas maniobras de estafa asimilables a los esquemas Ponzi, sus propietarios dejaron de devolver el dinero, aduciendo el congelamiento de sus cuentas.

Edgar Adhemar Bacchiani fue uno de los empresarios que cobró mayor notoriedad. Su alto perfil y sus enlaces con el poder que él mismo se encargaba de exponer, lo convirtieron en una figura caricaturesca. Se paseaba por las calles de Catamarca en Ferrari y poco a poco se fue volviendo un personaje con miles de seguidores. Hace pocos días, su muñeco fue incinerado en en tradicional fogón de San Juan que realiza el Instituto Superior de Arte y Comunicación de Catamarca. 

En esta investigación del periodista Sergio Orellana, se devela algo más del pasado del hombre que dice haber comenzado su actividad en un garaje: "Mi primer cliente fue mi viejo", asegura. Llegó a abrir locales en tres provincias, y hoy está tras las rejas.

Un crimen no esclarecido 

Hace poco mas de 23 años, un brutal crimen ocurrido en nuestra ciudad hizo conocer, por primera vez, el nombre de Edgar Adhemar Bacchiani. Una investigación deficiente, que apuntó a una hipótesis insostenible, mantuvo durante un año y medio detenida a una persona inocente, sin tomar en cuenta las diversas alusiones a dos nombres que aparecían como sospechosos del asesinato.

El 9 de abril de 1999, en horas de la noche, vecinos del barrio 50 viviendas sur se sorprendieron al ver que una de las casas, recientemente entregadas, era presa de un voraz incendio. Todo estaba cerrado y pensaron que no habría nadie adentro. Los bomberos llegaron y cuando lograron apagar las llamas, en medio de la oscuridad, el humo y el hollín, encontraron el cuerpo de una mujer que había sido asesinada a puñaladas.

Celia Molina, una mujer de 50 años, se había mudado a fines de marzo a su nueva casa. Esa noche, alguien llegó a verla y después de una fuerte discusión la mató de varias puñaladas, y para borrar las huellas de su presencia en la escena del crimen, le prendió fuego a la casa, cerró la puerta por fuera y se llevó la llave.

Celia Molina convivía con su hijo varón, quien al momento del hecho estaba en la casa de su novia. La hija mayor vivía en el norte de la ciudad y su hija menor, la visitaba con frecuencia.

Quizás por ello los investigadores pensaron que fue la autora de tan atroz crimen, cometido con mucha saña y para el cual se requería un gran uso de la fuerza, sin importar que la principal sospechosa era de contextura física pequeña y estaba gestando un embarazo de unos cuatro meses.

El muñeco de Bacchiani antes de ser incinerado. 

Sin importar estos “detalles”, un par de semanas después, la hija fue detenida, acusada del crimen de su madre.

Primero quedó alojada en la entonces comisaría de la Mujer y el Menor, pero tiempo después un motín en la dependencia, donde quemaron colchones, puso en riesgo su embarazo y le concedieron el arresto domiciliario. Allí esperó el juicio, que se realizó un año y medio después del crimen y terminó con la absolución y su inmediata libertad.

Entonces, ¿cuál es la vinculación de Bacchiani en esta historia?

Por aquellos años, el hijo de Celia Molina, tenía una relación de amistad/sociedad con Edgar Adhemar Bacchiani. Vinculados en la facultad, habían iniciado un negocio de venta y distribución de vinos, pero al parecer las cosas no estaban funcionando bien.

Según testimonios rendidos en la investigación, Bacchiani tenía en su poder un dinero de la venta de vinos que debía entregárselo a su amigo, pero no le pagaba y ello generó un desencuentro. Enterada de la situación, Celia Molina fue una noche a buscarlo a su casa, donde fue atendida por los padres de Edgar, con quienes discutió por la deuda. Luego se sumó el socio de su hijo y se produjo un fuerte cruce de palabras.

A partir de ese momento la relación de Bacchiani con su amigo y la madre quedó rota, no obstante lo cual seguían reclamándole el dinero adeudado.

El 8 de abril, un día antes del crimen, Edgar le mandó un mensaje a su socio, diciéndole que lo esperaba a las 18 horas en un sector de la UNCa, para saldar la deuda. Lo extraño es que a la hora de la cita, Bacchiani estaba llamando a la puerta de la casa de Celia, a donde había ido con la excusa de felicitarla por su nueva casa. En ese momento la víctima estaba con su hija menor, que había ido a visitarla.

Mientras tanto en la universidad, al ver que su amigo lo había dejado plantado, el hijo de Celia decidió regresar a la casa junto a unos compañeros de facultad y al llegar se sorprendieron de encontrar a quien lo había citado en el otro extremo de la ciudad. Todos coincidieron en que Edgar actuaba como si nunca hubiera existido una discusión.

Al día siguiente, el día del homicidio, Bacchiani volvió a citar a su socio en la universidad, pero tampoco se presentó. Aproximadamente a la misma hora, en la casa del sur, la víctima era sometida a un brutal ataque que terminaría con su vida.

Qué dijo ante la justicia

El propio Edgar Bacchiani fue citado a declarar como testigo en el juicio a la hija de Celia Molina, y en ese marco desnudó una serie de inconsistencias sobre lo que hizo el día del crimen

Confirmó que había llamado a la novia de su socio para citarlo a la Universidad y pagarle la deuda, pero como no pudo juntar el dinero no asistió. Debían encontrarse entre las 18 y 18.30 del viernes 9 de abril en la UNCa.

Según explicaría el propio Edgar, por vergüenza de no poder pagar el dinero, se fue a unos juegos electrónicos en el centro, después en un casino. Expresa que muchas veces antes lo había citado.

Lo más curioso ocurrió el día anterior al asesinato de Celia, cuando Bacchiani también citó a su amigo, pero decidió cruzar la ciudad hasta la casa, “a ver si podía pedirle disculpas”. Esta situación resultó llamativa para los jueces, pues el encuentro había sido acordado a las 17.00. A esa hora Edgar estaba a tan solo tres cuadras de la universidad, pero decidió cruzar toda la ciudad hasta la casa de su socio.

A los jueces también les llamó la atención que Bacchiani convocó dos veces a su socio para saldar la deuda, pero sin contar con el dinero, y le preguntaron cómo pensaba solucionarlo, a lo que respondió: "pidiendo prestado a amigos o gente que conoce”.

Bacchiani dijo que el jueves 8, a eso de las 16.00 salió al centro a buscar quien le preste dinero. A las 17.00 llegó a la casa de un pariente que vive en inmediaciones de Salta y Belgrano, pero este no se encontraba.

Encontrándose a tan solo tres cuadras de donde debía reunirse con su acreedor, decidió caminar hasta la plaza de la Estación y de allí tomó un taxi para ir a la casa de su socio.

El viernes 9 de abril lo citó nuevamente a través de su novia, para las 18 o 18.30 hs. en la Facultad de Humanidades, pero una vez mas dijo que debía salir a buscar dinero prestado, siempre con la misma explicación: las personas que buscaba, no estaban en sus domicilios.

Al no conseguir la plata, no fue a la Facultad porque iba a estar su amigo y "no tenía cara". Sin embargo, a la hora que debía estar saldando la deuda, pasó por un casino electrónico del centro, según lo declaró el propio Bacchiani.

Los jueces ordenaron investigarlo

En su sentencia, los jueces Roberto Dionisio Mazzucco, Carlos Alberto Roselló y Juan Carlos Sampayo, coincidieron en señalar la conducta sospechosa de Edgar Bacchiani, basados en sus permanentes contradicciones acerca de lo que hizo los días previos y el mismo día del hecho, además de su relación con la víctima.

De lo reseñado surge con total claridad: que Edgar Bacchiani, tenía una deuda con el hijo de la occisa, que hasta la fecha no ha saldado. Que según los dichos de algunos testigos, la occisa fue personalmente a su casa a reclamar el pago y se produjo una discusión en la cual Bacchiani reaccionó muy mal, (esto último no es reconocido por Bacchiani aunque sí reconoció que la occisa fue a su casa a reclamar el pago de la deuda).

Que Bacchiani citó a su amigo a la Facultad en la tarde del jueves 8 de abril de1999, diciéndole que le pagaría, pero superponiendo los horarios, en lugar de ir a la facultad Bacchiani se dirigió a la casa que habitaban su socio con la madre, sabiendo que a la misma hora aproximadamente había citado al hijo a la Facultad, pero al llegar a la casa se encuentra que la misma no estaba sola, sino acompañada de su hija menor.

Que el día del hecho, viernes 9 de abril, Bacchiani vuelve a citar esta vez a su amigo a la facultad, para las 18.30, pero no concurre a la cita y según su explicación brindada en el Debate, fue porque no consiguió la plata en tanto que en al declarar en la etapa instructoria afirmó que no fue a la Facultad porque se había demorado en el centro y su novia no había ido a clases ese día.- Expresa Bacchiani que estuvo esa tarde del 9 de abril en el Casino electrónico a las 18.00 y luego fue a los juegos electrónicos pero no puede individualizar por nombre y apellido a ninguna persona que lo haya visto en esos sitios.

El testigo Oscar Alejandro Gutiérrez observa a las 19.05 aproximadamente una Ford Transit que salía del Barrio 50 Viviendas y describe al conductor, que se ajustaría a la de Bacchiani y al exhibírsele la foto del testigo Edgar Adhemar Bacchiani, expresa que es parecido. “Todas las circunstancias enunciadas y cúmulo de contradicciones en las que incurriera, generan la sospecha de que Edgar Adhemar Bacchiani podría haber tenido algún tipo de participación en el hecho del que resultara víctima Celia Lidia Molina de Martínez, por lo que se deberán pasar los pertinentes antecedentes a la Justicia de Instrucción para su investigación”.

Fuente: Sentencia Nº 20/2000, Cámara Penal Nº1, dictada el 6 de septiembre del año 2000, por los jueces Roberto Mazzucco, Carlos Roselló y Juan Carlos Sampayo.