Doctora en historia, Dora Barrancos es una de las pioneras del feminismo académico en la Argentina, una voz ineludible a partir de su producción teórica de la historia de las mujeres y su trayectoria de abrir caminos en la comprensión de las cuestiones de género. Una trayectoria que no elude la acción política. Directora del Conicet por el voto de la comunidad científica, Barrancos fue convocada por la Secretaría de Género de la provincia para la jornada "Par, sin mujeres no hay democracia", que se desarrolló jueves y viernes en Rosario y Santa Fe (ver aparte). La posibilidad de convertir el protagonismo comunitario de las mujeres en una representación política cabal es uno de los temas de esta jornada, en la que Barrancos recordó que "el 85 por ciento de las tareas reproductivas las realizan las mujeres" y postuló la situación laboral de las mujeres como un tema que debería volverse central en la agenda del movimiento. Entusiasmada porque "la gran contribución de la Argentina al mundo es el Ni Una Menos", Barrancos subrayó también que "las crisis colocan a las mujeres en una situación inexorable, tienen que ser protagonistas", al punto de postular que la dimensión de una crisis puede evaluarse por la cantidad de mujeres en la calle.

A partir de los altos niveles de participación comunitaria de las mujeres y su escaso correlato en la representación política, ¿es difícil convencer a las mujeres de hacerse cargo de ese caudal de participación?

‑Sí y no. En verdad, me parece que hoy está menos obstruida la condición de posibilidad de que las mujeres efectivamente tengan un lanzamiento mayor, que se sientan más seguras si protagonizan más. Desde luego, las crisis colocan a las mujeres en una situación inexorable, tienen que ser protagonistas, y la hendidura de una crisis se puede ver, se puede apreciar, por la presencia de sobredosis de mujeres en el ágora, de mujeres en la calle. Mujeres en la calle da la dimensión de una crisis. Una podría decir, esto es histórico. La situación es la perdurabilidad de esa manifestación de ágora, este es el problema... Cómo lograr sostenibilidad. Esto es bastante misterioso todavía. Pero no lo es tanto, porque se trata nuevamente de ensayar lo que está radicado en torno de las teorías de género. Es decir, las mujeres tienen una apelación constante al mandato que tal vez postergan, han puesto entre paréntesis, a partir de la crisis, y luego cuando las aguas más o menos toman su nivel, vuelven a ser equipadas con ese mandato. Por otra parte, hay una circunstancia que es la calamidad de la imposibilidad de relegar la función. Es una suerte de calamidad. Hay cuerpo femenino disponible, esa se va a ocupar de la circunstancia reproductiva.

 

“Es una calamidad: hay cuerpo femenino disponible, que se va a ocupar de la circunstancia reproductiva".

 

En todo caso, el movimiento Ni una menos surge más allá de ese mandato...

‑La noción de experiencia femenina está muy vapuleada, pero una podría decir con sensatez que hay un experimento violento con lo femenino siempre. No hay ninguna mujer que no haya tenido alguna experiencia violenta por su condición de mujer. Entonces esto sí aproxima rápidamente. Además, hay algunas cuestiones que tienen una proyección dominante en la idea de riesgo: las hijas, las nietas... Lo que me parece claro es que como hay tanta visibilidad, sobre todo sobre lo más brutal que es el feminicidio, hay una aproximación de sintonía con los riesgos que es muy amuchador. No sé si tuviéramos reclamos mucho más abstractos, como salir a protestar un día por la brecha en el mercado laboral, o por la falta de oportunidades, o por la no igualación del trato, esto es muchísimo más difícil de incorporar, porque está un poco más alejado del experimental femenino.

Incluso, hubo una polémica, cuando el colectivo Ni Una Menos planteó el tema del endeudamiento...

‑Cuando vos vas asumiendo dimensiones que tienen un grado de abstracción mayor, o que significan un grado de complicidad mayor con unas relaciones muy mediadas, la cosa es un poco diferente y entonces no se consigue la misma unanimidad de sensibilidades que frente a la violencia.

Usted decía que el feminismo no se ha ocupado del mercado laboral, pero ahora se está impulsando en la agenda, a través de trabajos como los de Economía Feminista...

‑El feminismo académico se ocupa de esto, pero es una raicilla de los feminismos, habida cuenta de cómo ha rebasado el feminismo a muchísimos grupos, experiencias y dimensiones. Pero insisto, no es vertebral, no es de inmanencia en la agenda, y deberíamos hacerla más acentuada porque tampoco hay autonomía definitiva de las mujeres sin una mejora notable de las oportunidades en el mercado laboral.

También cuando se trata de representación política, la refutación pasa por el mérito...

‑Sí, todas maneras me parece que ya está bastante limitado, no podría originarse un discurso muy respaldado en la idea de que los varones tienen más mérito. He escrito hace poco sobre eso, mi reflexión es que también mucha parte del propio feminismo contestaba la famosa oportunidad del cupo en orden a que los varones seleccionaban a las mujeres, de que había manipulación y etcétera. Me parece que hoy todo eso ha desaparecido. Primero porque los hombres son igualmente manipulables en la cuestión de quién se pone en la lista y quién no. Y me parece que ha habido lo que podríamos llamar contribuciones de mujeres políticas que han sido muy interesantes. El hecho de que las mujeres fueran mayoría de votantes en la ley de matrimonio igualitario y para la ley de identidad de género, eso me parece que sonroja la idea de que esta vota con muy poca perspectiva de género. Me parece que sí, desde luego, las feministas no están muy bien representadas, y tal vez no lo estén aún cuando tengamos paridad. En todo caso, habrá que conseguir más feministas.

Como feminista histórica, ¿qué sintió al escuchar a la ex presidenta Cristina Fernández reivindicar al feminismo en Bruselas?

‑Enorme satisfacción porque siempre me llamaba la atención que entre la agudeza de Cristina, los estándares de su inteligencia, su avidez por la lectura, no hubiera acompañado suficientemente toda la gestión teórica del género, pero yo creo que ha cambiado extraordinariamente. Lo dije públicamente, si una puede imaginar algo, es esto: cuál es la novedad de la Argentina en el mundo, cuál es la novedad que aporta hoy día, cuál es la proyección de la Argentina en el mundo, contestando otras proyecciones, es el movimiento feminista del Ni una menos, y me dio una enorme alegría.