Desde Barcelona

UNO "Me estoy volviendo loco, me estoy volviendo loco / Me estoy volviendo loco poco a poco, poco a poco", repetía una y otra vez gran éxito de la adolescencia de Rodríguez, a principios de los '80s. El dúo robótico que la emitía era (y sigue siendo) Azul y Negro. Y, claro, era la época de Jean-Michel Jarre, Orchestral Manoeuvres in the Dark, Gary Numan, Vangelis y Tears for Fears y su "Mad World". Éramos tan tecnos, sí. Y "Me estoy volviendo loco" ha sido una canción que no ha dejado de sonar en hipermedicada España (superando a USA como mayor consumidora de psicofármacos). Aunque, cuatro décadas después, su beat-paranoide sea un tanto vintage y hasta añorable: porque Rodríguez ya fue y volvió de la locura (siempre le intrigó que en inglés se diga going crazy, es decir, yendo hacia la locura, mientras que en español se vuelve; y de que mental sea sinónimo de mad) y está mentalmente loco por completo y del todo.

DOS Y ya pasó el subidón histérico/histórico de fiestita con estrellas de una OTAN (a la que se daba por obsoleta pero de pronto rejuvenecida/retocada por el toquetón Biden) con todos sacándose selfis con Meninas/Guernica de fondo (y Rodríguez no puedo evitar el decirse que si Putin está tan psycho cómo es que perdió oportunidad de volatilizarlos a todos juntos a tiro de misil). Ya se dieron palmas en fiestita flamenca (España, de nuevo, gran destino turístico). Ya se disolvieron minoritarias protestas (ese añejo yanqui go home poco tuiteable) que lucieron más bien como berrinches. Ya se comentaron los brazos musculosos de la regia guía turística de primeras damas Letizia y la "utilidad de representación" de la Corona. Ya se brindó en Rota y en su base naval porque Biden "solicitó" sumar dos destructores a sus muelles (y así la muy dependiente economía de la comarca, un 60% del total, venderá más cañas y pescaíto frito a los marines). Ahora toca atender a los dos dígitos de inflación en junio (que no se alcanzaban desde 1985). Y a las vacaciones caras y las huelgas en aeropuertos. Y al "incremento controlado" de casos de coronavirus y de viruela del mono. Y, para el obseso de la demoscopia Pedro Sánchez a los números en las encuestas del PSOE (y su "coalición de gobierno" cada vez más psicótica con Podemos) que se están volviendo pocos, poco a poco, poco a poco. Y a lo del reciente y mortal salto a la Valla de Melilla y a lo del cada vez más rendido cuerpo a tierra de Ucrania. Y al "nuevo orden mundial" (el mundo está loco, loco, loco) y a estival refrigeración de la Guerra Fría (que será más fría en invierno, por falta de electro-gas moscovita) con militar Rusia como "amenaza más significativa" y económica China como "desafío sistémico" y "Flanco Sur" como "terreno fértil para el terrorismo" y "combate híbrido" (entendiéndose a ciberataques y fake news como "homologables a agresión armada" y al rival no como "enemigo" --no vaya a ser que se enoje mucho-- sino como "actor autoritario" o "competidor estratégico"). De ser esto así, piensa Rodríguez,...

TRES ...entonces todo aquel que anda por la calle hablando solo, con los oídos sordo-auriculados y mirando fijo algo que sostiene en su mano podrá ser acusado de desinformadora mini-potencia extranjera hasta de/para/por sus seres supuestamente queridos. En otra época serían considerados personas con serios problemas mentales. Ahora son personas normales, pero son mayoría cada vez más anormal para Rodríguez, quien ha abierto nueva carpeta. Una dedicada a la cada vez más invocada mala salud mental como una de las dolencias más distintivas y definidoras y definitivas de los tiempos que corren y aúllan carcajadas como Jack Torrance por los pasillos del resplandeciente Overlook Hotel. O por opaco pisito donde un aún menos inspirado Rodríguez no hace otra cosa que teclear, una y otra vez y poco a poco, la misma frase: "Me he vuelto loco". Y no le falta material para el estreno. Suicidio depresivo ante el no future es la primera causa de muerte entre los jóvenes. Best-sellers de "famosos" enumerando sus trastornos mentales varios --como consecuencia de confinamientos durante el 2020 y entendiendo al 2021 como "año de la salida del armario del trastorno mental"-- y, en el ranking confesional, por encima de los ya demasiado leídos traumas alimenticios y de adicción. Ruego de mayor presupuesto a la atención (la salud pública española cuenta con seis psicólogos y once psiquiatras por cada 100.000 habitantes, tres veces por debajo de la media europea). Concentraciones de movimientos como el Orgullo Loco que busca "resignificar el término y apropiarse del insulto, como los homosexuales hicieron con el 'marica'". Y, por supuesto, esas demenciales campañas en tv tenebrosas y fuera de foco.

 

CUATRO Y Rodríguez se desternilla con el nuevo y magnífico monólogo de Ricky Gervais en Netflix donde denuncia/ríe tendencia a no llamar a ese tornillo que falta por su nombre. A que todo sea eufemismo y "síndrome" y "complejo" y aumente tendencia a patologización de problemas cotidianos y tristezas justificadas. Y a que la hipersensibilidad millennial y políticamente correcta convierta a toda persona atribulada en apasionante candidato ya no a hombre de las ratas sino a hombre del mouse. Así--según Gervais pero también de acuerdo a serios médicos--ahora se pide diván o pastillero no sólo por cuadros clínicos "tradicionales" como depresión, esquizofrenia, anorexia y adicciones sino, también y cada vez más, por insatisfacción personal, duelo o divorcio, estrés laboral-económico, acoso escolar, mal uso de redes sociales, insatisfacción estética y stranger things (y, claro, los jóvenes actores de esta serie, pobrecillos, ya sollozaron que al éxito "lo llevamos bien, pero con terapia"). Y lo que era mala educación o intensidad o narcisismo o infravaloración ahora --advierten agotados profesionales-- es para muchos autodiagnosticada y hasta prestigiante bipolaridad o Asperger, porque queda mejor y flirtea con lo genialoide. ¡Las estadísticas afirman que hay cada vez más locos porque cada vez hay más gente que quiere estar loca (pero no loca a secas)! ¡Qué locura! Así --basculando entre quienes elevan vulgar malestar existencial a casi aristocrática demencia y los que necesitan y no disponen de atención urgente-- se va redondeando anguloso y agudo mundo aspirando al "sufrimiento cero" pero --letra pequeña del prospecto-- "medicalizado". Así, no dejan de subir los índices de depresión (hay 320 millones de deprimidos en el planeta, un 18% más que hace una década) a la que ya se identifica como posible co-autora de cosas que van del infarto pasan por cáncer surtidos hasta el Alzheimer. Así, abundan los megalómanos y reclusos Napoleones y escasean los creativos y sueltos Quijotes. Y, desde el covid, se acude a Urgencias porque se estornudó frente al espejo y comenzó a experimentarse la más inexplicable de las angustias. Una angustia tan parecida a aquella que se sufrió en patio de colegio o mientras padres se divorciaban o noviecita dejó de hablar por teléfono (fijo); cuando en todas las radios sonaba esa contagiosa "Me estoy volviendo loco" que ahora sigue sonando para que los sonados mentales la escuchen una y otra vez volviéndose locos, de golpe y sin vuelta ni retorno.