Estamos viviendo el avance de discursos racistas en la agenda político-mediática. La instalación de informaciones falsas, descontextualizadas y estigmatizantes son la base de esos relatos que construyen las condiciones de posibilidad de otras violencias. Esto es posible por la presencia de imaginarios sociales que jerarquizan y subordinan a grupos históricamente vulnerados. La dicotomía civilización o barbarie que planteaba Sarmiento, idealizando el mundo europeo y asociando a la barbarie a nuestras identidades, parece recrearse en nuevos discursos.

Este proceso de estigmatización convive con la invisibilización de cosmovisiones, miradas y voces. Según el Monitoreo de noticieros de la Ciudad de Buenos Aires de la Defensoría del Público del año 2020, sólo un 0,2 % de las noticias estaban vinculadas a los pueblos originarios. Asimismo, cuando los pueblos originarios aparecen en la agenda informativa, por un lado, tienden a ser criminalizados en noticias con escasas fuentes de información, y por el otro con una ausencia de marco jurídico y de derechos.

Recientemente, Carlos Manfroni sostuvo en La Nación que “no se puede invocar la condición de nativo cuando pasaron generaciones de indisoluble y beneficiosa mezcla”. Este discurso pierde de vista que muchas personas escondieron su identidad originaria para sobrevivir. Tuvieron que negar sus raíces, silenciar su idioma e incluso les impusieron nuevos nombres.

No se trató de una beneficiosa mezcla entre pares: fue un genocidio. Porque se intentó exterminar a estos pueblos, se reestableció la esclavitud, hubo campos de concentración, violaciones, niños robados y comunidades expulsadas de sus territorios ancestrales.

Lo complejo del escenario actual es que los discursos racistas y estigmatizantes generan las condiciones de posibilidad de otras agresiones. En una clara incitación a la violencia extrema, el diputado nacional José Luis Espert pidió “meterles bala” a los mapuches.

Entonces, resulta necesario problematizar los discursos racistas y generar políticas públicas que continúen desarrollando y fortaleciendo los medios de comunicación de los distintos pueblos originarios que conviven en este territorio. Acciones y programas que contribuyan a limitar los efectos del genocidio perpetrado por el Estado Nacional.

En el marco de lo que se denomina la realización simbólica del genocidio, aún vigente, distintos pueblos realizan con mucho esfuerzo procesos de fortalecimiento identitarios.

En Argentina habitan 38 pueblos originarios. Y según un trabajo del Centro Universitario de Idiomas (CUI) se identificaron 36 lenguas originarias, de las cuales 15 aún se hablan y 9 se encuentran en proceso de revitalización. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual reconoce el derecho de los pueblos originarios a que las programaciones se emitan en su lengua y a gestionar sus propios medios audiovisuales. Así, las más de 40 emisoras gestionadas por comunidades indígenas resultan fundamentales no sólo para para recuperar y mantener viva su lengua, sino también para fortalecer su memoria histórica y desmontar los discursos estigmatizantes que atraviesan a nuestra sociedad.

Recientemente se inició un nuevo ciclo de la vida en el hemisferio sur. En varias provincias se realizaron celebraciones por el Wiñoyxipantv y por el Inti Raymi. Se trata de un momento de renovación de la energía y fortalecimiento.En estos territorios donde conviven distintas culturas, una democracia plena requiere medios de comunicación que visibilicen las distintas cosmovisiones.    Una comunicación que dé cuenta de la sociedad intercultural que integramos.

* Licenciado en Comunicación Social (UNLZ). Profesor de la UNRN

* Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA)