Si el tango cambia, si el tango cambió algo en los últimos 25 años, si cambió su poética, la textura de su sonido, sus voces, incluso sus costumbres, los “códigos” milongueros y hasta sus espacios, entonces también su representación. Esta premisa llevó a la muestra Tango y artes visuales que se realizó en el último Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA), con curaduría de la bailarina y artista plástica Romina Pernigotte, como parte de una serie de actividades del MICA coordinadas por Soledad Venegas y enfocadas en la industria del tango en un sentido amplio. La exhibición adoptó la forma de una proyección de imágenes y esa muestra, ahora ampliada, se podrá ver desde este miércoles 6 a las 20 en la Sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543). Esta vez la organización corre por cuenta de Walter Alegre, coordinador del área del género en el CCC y, nuevamente, por Venegas, que es investigadora de la institución.

La muestra, que pretende ser "un panorama gráfico sobre la producción de obras contemporáneas” llama la atención por su diversidad, por la potencia de algunas de las reflexiones iconográficas que aparecen tanto como por la pervivencia de algunos de sus elementos más tradicionales. Desde luego, el bandoneón sigue siendo una fija para identificar al tango, pero que aún aparezcan sombreros malevos en un circuito que los abandonó (salvo casos aislados y caricaturescos o meramente escénicos) llama la atención. Los vestidos largos con tajo al costado pueden pervivir en algunos espacios, pero hoy la diversidad de estéticas en las milongas o entre los públicos tangueros es tal que un vestido con tajo puede ser para una exhibición en Caminito o una osadía en un casamiento.

En todo caso, se advierte en algunos autores una tensión entre la necesidad de buscar un lenguaje nuevo y la adscripción a un código que aún diga inequívocamente “tango” al espectador. Aún así, en un gesto más que saludable aparecen numerosas técnicas distintas y algunos artistas incluso avanzan sobre propuestas más abstractas. Por otro lado, el abrazo mismo del tango aparece en primer plano, priorizado por los creadores por encima de la remanida “sensualidad” que suele representarse en los cuerpos cercanos. Si tanto de lo escrito –y dicho- en los últimos años en torno a la danza pasa por dejar de pensar el tango como una serie de pasos y más como dos personas que se mueven abrazadas a un compás, esta idea permea también en muchas de las ilustraciones, más allá de su técnica e incluso de lo que explícitamente representan sus artistas.

“Esta diversidad visual es el eco de una de las características esenciales del tango, el tango es ecléctico, de todos los colores, el espacio donde dialogamos en ebullición quienes construimos la máquina tanguera desde diferentes paisajes, un lugar de pertenencia para todes, la biblia y el calefón”, considera Romina Pernigotte, curadora de la muestra. Para la bailarina y artista plástica (Tango – equilibrios y desequilibrios) “no se trata tanto de una nueva iconografía, sino de una nueva forma de mirar, sentir y pensar los mismos íconos desde otras perspectivas y por consecuencia una nueva forma de interpretar y narrar el tango a través de imágenes”. Como ejemplo, proponer ver el fueye en su propia obra, que aparece desarmado, una representación inédita. “El bandoneón que el luthier desarma, para restaurar lo valioso, o descartar las piezas que ya no encajan en el engranaje, se convierte en mi símbolo de la deconstrucción que atraviesa hoy la comunidad tanguera”.

En cuanto a la pervivencia de otros elementos de esa iconografía, como los patiecitos, Pernigotte cree que como “en los noventa siendo adolescentes veníamos golpeados por el individualismo que nos dejó la posdictadura, el neoliberalismo y la colonización cultural, y descubrimos en el tango un universo poético, nocturno y marginal que nos enraizaba, nos contaba quiénes éramos y a partir de ese universo empezamos a buscar quienes podríamos ser”.

“En la muestra la mayoría de les artistas y colegas que forman parte de la muestra, están conectadxs fuertemente con el género, con la música, la poesía y sobre todo con el baile. Muchxs son milonguerxs y por ahí viene esta cuestión de lo gestual tan genuino. Porque cuando relatas el tango desde esa vivencia tan verdadera, intensa y potente, como son el baile o la música, estás pintando lo que ya pasaste por el cuerpo. Entonces hay autenticidad, real conocimiento y apropiación de lo que se está diciendo. Vivir cotidianamente el tango genera la necesidad de alejarse de los estereotipos”, analiza la curadora.

En cuanto a esa tensión entre la representación de un tango que fue, y la de un tango que es o que puede llegar a ser, Romina cree que dependerá de cómo se amplíen “los márgenes de la poética tanguera” y la aceptación que reciban. “Cuando las realidades que venimos transitando ya hace tiempo en el tango se naturalizan, las nuevas imágenes decantan por sí solas. Por ejemplo la imagen de dos mujeres bailando, irá pasando de formar parte de un tango de la periferia, LGTBIQ+ o políticamente correcto, a ser una posibilidad tan verdadera y genuina como la pareja icónica hombre-mujer que hasta hace poco era la única representación posible del tango danza”, explica. “A la vez lo pienso como un ida y vuelta entre las transformaciones de la realidad que originan nuevas imágenes y la cosmovisión construida por les artistas en su poética, que también crea realidad. El tango es una fuerza viva en constante devenir”.