Malnazidos    5 puntos

España, 2020.

Dirección: Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro.

Guion: Jaime Marqués y Cristian Conti, sobre la novela Noche de difuntos del 38, de Manuel Martín Ferreras.

Duración: 101 minutos.

Intérpretes: Miki Esparbé, Aura Garrido, Luis Callejo, Álvaro Cervantes, Manel Llunell, Jesús Carroza, María Botto y Dafnis Balduz.

Estreno en Netflix

Los muertos vivos están más vivos que nunca. Estrenada en la Competencia Oficial del Festival de Sitges de 2020, y con un breve paso por salas españolas durante marzo de este año tras varias postergaciones a raíz de la pandemia, Malnazidos marca una nueva visita al trajinado subgénero de los zombies de sonidos guturales y hambrientos de carne humana, con la particularidad de que la acción se sitúa durante la Guerra Civil española. Una apuesta por abrazar con la misma fuerza el revisionismo histórico –distorsionado, desde ya, por las inevitables licencias narrativas– y la fantasía gore, de esas que chorrean toneladas de sangre, similar a la que ensayó Julius Avery en la muy recomendable Operación Overlord, en la que un grupo de paracaidistas norteamericanos aterrizaba en Francia durante el Día D para descubrir que la idea de que los nazis buscaban crear súper soldados era mucho más que un mito.

Lo que en Operación Overlord era puro nervio narrativo, cortesía de un relato trepidante que entendía el espectáculo como mucho más que una sucesión de secuencias bombásticas, aquí es una premisa con ecos de Doce del patíbulo y un tono que pendula entre un absurdo burlón de Luis García Berlanga y la acción más brutal ejecutada por un grupo forzado a colaborar en su lucha contra, en principio, los nazis. Los secuaces del Führer vuelven a ser la encarnación perfecta del mal, como dejan en claro los directores Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro en la secuencia de apertura que culmina con una masacre y un par de granadas volando por los aires mientras desprenden un misterioso humo blanco. Hasta ahí llega carácter sugerente de una película que rápidamente vira hacia la comedia gracias a la aparición de abogado devenido en capitán Jan Lozano (Miki Esparbé), al que su tío, un militar de alto rango, salva de la muerte a la que había sido condenado por cabecear a un juez medio amigote del Generalísimo. A cambio de ese “favor”, el tío le encarga una misión suicida: llevar un sobre hasta el otro lado de “la tierra de nadie” y volver al día siguiente.

Acompañado por un soldado joven y modosito, el capitán se cruza en su camino con soldados desertores de ambos bandos. Rojos y falangistas se llevan mal y se chicanean como si la guerra fuera un partido de fútbol, pero sus diferencias quedan de lado cuando un paracaidista sin piernas ni brazos despierte de la nada y salte directo a la yugular de uno de ellos, el mismo que poco después intenta manducarse a sus compañeros. 

En ese momento hay dos posibilidades para la película: convertirse en la carnicería que venía prometiendo o enredarse en teorías sobre los posibles orígenes de los zombies. La detención en un monasterio donde, junto a una monjita que recibió a los invitados inesperados, hablan sobre Dios y el Apocalipsis inclina la balanza hacia la segunda opción, sumándole además un intento de humanizar a los personajes poniendo el foco en sus pasados. Cuando, ¡por fin!, llegue la hora de los bifes, ni rojos ni fascistas son lo suficientemente interesantes para despertar un mínimo de empatía, por lo que su suerte importa poco y nada. El resultado es una película juguetona y pavota como su título.