Setenta años pasaron de la muerte de Eva Perón y su sola presencia -o ausencia- sigue llenando teatros. No importa que no aparezca ni un segundo en escena, su mención basta para convertir en fenómeno a un hecho teatral. Ocurre con Los otros Duarte (lunes a las 20 en el Teatro del Pueblo, Lavalle 3636), que desde su estreno agota localidades con la promesa de contar la historia no conocida de los medio hermanos de Evita. Pero, como todo lo que a ella refiere, la obra dirigida por Marcelo Velázquez hace mucho más que eso: es un repaso inquieto por cinco décadas cruciales de la historia reciente y un retrato claro de argentinidad.

Ganadora del Premio Argentores 2019 y del 2° premio del concurso de dramaturgia de la Universidad Nacional de las Artes, la pieza que escribió Gastón Quiroga narra la vida de Eva desde la mirada de Chacha, Cholo y Chichilo, supuestos hijos mayores de su padre Juan. Supuestos, porque distintos trabajos biográficos indican que fueron más, pero en la obra son ellos tres quienes representan a la rama “legítima” de la familia de la que sólo trascendieron Eva y su hermano Juan. Olvidados por la historia y los libros, los protagonistas encarnan al sector de la sociedad que deposita en la abanderada de los humildes todos los males de la nación. Una metáfora de “la grieta” desde el seno mismo de su grupo familiar.

La obra cuenta con una escenografía íntima, y la potencia depositada en el texto y en las actuaciones de José Manuel Espeche, Guillermo Flores y Cecilia Sgariglia. La gran pregunta que se lleva el público es quiénes en verdad son “los otros Duarte”, si los tres ignotos que aparecen en escena y que viven con profunda rabia el ascenso de quien consideran fruto de la traición a su madre, o si Evita y Juan, los bastardos separados de esa familia de estancieros conservadores de Chivilcoy. En diálogo con Página/12, Velázquez arriesga otra hipótesis, una tercera posición. “Llega un punto en que los Duarte no son ellos ni aquellos sino todos nosotros, toda la sociedad”, aporta el director.

-¿En qué sentido lo dice?

-En que estamos todos atravesados por el peronismo o el antiperonismo, no sin contradicciones. Y cuando digo "todos", lo digo desde un punto de vista individual pero también colectivo. Es interesante ver qué pasa en las familias, en los hermanos, en los padres, las divisiones que hay en torno a ese movimiento político. Cuando ensayábamos la obra, pensábamos con los actores en nuestras propias familias y en cómo el peronismo las atraviesa a todas, de alguna u otra forma. El teatro tiene mucho que aportar ahí, porque desde los griegos ha prestado mucha atención a esos vínculos.

-Justamente, en la obra es la propia familia de Evita la que se opone a ella. Sería como el gen más primario de la grieta peronismo/antiperonismo, de algún modo, aunque el sentimiento de los protagonistas vaya mutando.

-Sí. Y justamente me interesaba esa mutación, ver cómo se van transformando los personajes políticamente, y en relación a esa hermana o hermanastra que habían despreciado. Los hermanos la rechazan, pero la figura de Evita se va imponiendo en la historia argentina de tal manera que va opacando todo lo demás y ellos también tienen que hacer algo con eso.

-La más afectada, la que más parece odiarla, es Chacha, la hermana mujer. ¿Por qué cree que es así? ¿Hay algo patriarcal ahí, un estereotipo de envidia?

-Más bien creo que Chacha se ve en espejo con la figura de Eva. Hay una relación espectacular entre el amor y el odio, con una distancia que se va acercando y alejando. Con Cecilia, la actriz, trabajamos mucho sus parlamentos de forma tal que sus discursos estén en la vereda ideológica opuesta, pero con los mismos tonos que los de Eva. Es un personaje que en la intimidad de su casa manda, en su esfera doméstica decide por sus hermanos. La casa es su reino, que va un poco en línea con la idea de Eva de politizar los hogares.

-Evita no aparece en escena, tampoco en las gráficas de promoción de la obra. ¿Por qué tomo esa decisión?

-Porque no era necesario para que igualmente fuera la protagonista indiscutida del discurso de los otros tres. En esta oportunidad me interesaba hablar de los que nadie conoció, a los que ni siquiera llaman por los nombres sino por apodos. Eva es la figura más importante del siglo XX, ha marcado tanto a todos que quería ver qué pasaba con el hecho de que no aparezca ni en fotos, ni en un cuadro ni en nada. Fue una decisión importante para una obra que tiene un registro realista costumbrista y que no es nada sencilla en su recorrido. De todos modos, los hermanos no pueden hablar de otra cosa.

-Se están por cumplir 70 años de su muerte y aún es una de las figuras más revisitadas por el arte. ¿Cómo ve que en general abordan su figura las distintas expresiones artísticas?

-Me parece que los argentinos, por nuestra historia reciente, somos extremadamente respetuosos. La historia siempre es como nos la han contado. Me pregunto por qué el arte no puede tener la libertad de salirse de los cánones, y contar estas otras historias sin que estén atravesadas por cuestiones morales y tanta solemnidad. Pasa con Evita y con el peronismo en general, que es una gran contradicción porque no es homogéneo y por eso está vivo. Creo que hay mucha tela para cortar desde el arte y tenemos que hacernos cargo de eso.