Entrevista de José Frugoni

“Las noticias falsas son parte de nuestras vidas. ¿Quién no le ha dicho nunca una pequeña mentira a su novia?”. Esto lo dijo Jair Bolsonaro en septiembre del año pasado en el Palacio de Planalto, la sede del gobierno brasileño, mientras recibía un premio de comunicación de su propio Ministerio de Comunicación.

Bolsonaro dice que es un defensor de la libertad de prensa, pero a la vez es señalado como alguien que propaga desinformación (fake news). “En Brasil hoy las fake news ya están hablando no de vencer al oponente, sino de matarlo. De exterminar a la izquierda. Ese es el peligro”, explica David Nemer.

Entrevistado por la Agencia Regional de Noticias (ARN), este profesor y antropólogo brasileño es uno de los más destacados investigadores sobre desinformación y radicalización política en redes sociales. Además de trabajar en el Departamento de Estudios de Medios de la Universidad de Virginia en Estados Unidos, también es docente afiliado en el Centro Berkman Klein de la Universidad de Harvard, y autor de libros sobre tecnología y antropología como “Digital Favela” y “Technology of the Oppressed”, editado a principios de año.

Su metodología de trabajo se basa en sumergirse en las decenas de comunidades bolsonaristas y analizar su comportamiento. En 2017, cuando comenzó este estudio, solo había cuatro grupos, todos usando la aplicación de mensajería instantánea Whatsapp. Con el tiempo, también terminó vigilando la tendencia en Telegram, donde Bolsonaro es el presidente con el mayor número de seguidores del mundo.

El seguimiento le permitió descubrir que la infraestructura humana estaba organizada como una pirámide. En la base estaba el brasileño medio. Más arriba se encontraba la llamada “milicia digital de Bolsonaro” que trabaja para difundir los mensajes falsos. En el vértice de la pirámide estaban los influencers, encargados de suministrar nuevas noticias falsas a “la milicia” bolsonarista.

La investigación de Nemer reveló que los ideólogos de la estrategia de desinformación situados en lo más alto de la pirámide pertenecían al entorno más próximo de Bolsonaro: sus hijos. Ellos dirigían lo que la prensa brasileña llamó “el gabinete del odio”.

El investigador subraya que la relación entre compartir fake news y la baja educación es incorrecta, y plantea que las noticias falsas no están relacionadas con la inteligencia racional, sino con la emocional: “es como una fe”, dice.

Nemer considera que las instituciones brasileñas que se dedican al tema tienen una "intención muy buena", pero sus esfuerzos son "poco eficaces", ya que no cuentan con un compromiso real de las plataformas digitales para combatir la desinformación.

Nemer es pesimista sobre lo que puede ocurrir en Brasil en los próximos meses. “De octubre a enero mucha violencia va a acontecer infelizmente”, asegura. “Tenemos una persona que hace poco fue muerta recientemente (en Foz do Iguaçu) por otra que gritó ‘¡Aquí somos de Bolsonaro!’ y le disparó con un arma. Es un crimen político. Ya estamos viendo violencia”, sentencia.

-¿Qué relación tiene la desinformación con la radicalización y el surgimiento de la nueva extrema derecha en Brasil de la mano de Bolsonaro?
-Jair Bolsonaro no es una sorpresa. En Brasil tenemos algo que llamamos “la maldición de los 30 años”. Cada tres décadas sube al poder un personaje como él. Fue el caso de Getúlio Vargas en la revolución de 1930, en dictadura tuvimos a Jânio Quadros, después a Fernando Collor de Mello y finalmente a Bolsonaro. Es una reacción de la población conservadora de Brasil que se siente “injustamente” tratada. Por eso votan a alguien como Bolsonaro y así preservar los intereses de la elite financiera y de los conservadores. La Constitución de 1988, aprobada tras la dictadura militar, llevó a la victoria a Collor de Mello cuando los conservadores se sintieron atacados y lo votaron. Después de tantos años con el Partido de los Trabajadores (PT) en el gobierno, con Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016), se lograron muchos avances sociales como la Bolsa Familia (una asignación mensual para familias pobres), un mayor acceso a la educación, a la salud y las infraestructuras del Estado para las familias de renta baja. Eso a los conservadores no les gustó y volvieron a elegir a alguien de su agrado. Quien vive fuera de Brasil piensa que es un país muy liberal, mucho carnaval, fiesta… pero Brasil es un país extremadamente conservador y muy religioso. Hasta hace unos años el catolicismo era la principal religión en el país. Hoy hay una ascensión muy grande de los evangélicos. Y son extremadamente conservadores. Viven en la edad media. Con ellos no se puede ir a la playa, ni celebrar carnaval, ni hablar de los derechos de las mujeres. Bolsonaro subió al poder porque tenía el soporte de los evangélicos. Él es católico, pero su mujer es evangélica. También tuvo el respaldo de los militares. Desde los años de la dictadura militar, siempre buscaron la forma de tener poder. Los sectores más conservadores de Brasil hoy tienen mucho dinero y privilegios, y no quieren perderlo. Y Bolsonaro es una forma de garantizar estos privilegios.

-Hasta las elecciones de 2018 Bolsonaro era una figura periférica en la política brasileña. ¿Es imposible imaginar su ascenso sin la ayuda de las redes sociales?
-A los conservadores nunca les gustó el PT porque ahí hay una forma de usar el dinero público para promover a la gente más pobre y eso a ellos nunca les gustó. Vieron en Bolsonaro el actor perfecto para vencer al PT. Este apoyo, más la provocación del odio, inspirado en la estrategia en redes sociales del (expresidente de Estados Unidos) Donald Trump, muy reaccionaria, que promovió las fake news, al final logró quedarse con el poder. Bolsonaro parece un accidente, una sorpresa, pero infelizmente es un producto de Brasil.

-Una avalancha de desinformación circula todos los días en internet e incluso fuiste amenazado cuando alertaste de este problema. ¿Puede la historia repetirse en estas elecciones?
-Hoy la gente está más atenta sobre las fake news, sin embargo los que están enganchados a este tipo de noticias, si bien son pocos, son más radicales. Para hacer una masacre solo basta una o dos personas con un arma. Con eso se puede hacer un estrago muy grande. Ese es el gran miedo. Por ejemplo, si miramos las imágenes de la invasión al Capitolio en enero de 2021 parece que fue mucha gente, pero no fue así. Fue el uno por ciento de la base de Trump, muy poca gente, pero suficiente para generar graves problemas. Bolsonaro y sus hijos hicieron lo posible para que el acceso a las armas en Brasil fuera más fácil. Hoy es muy sencillo comprar un arma. Solamente necesita de 50 personas para hacer un daño muy grande. El problema es que los seguidores de Bolsonaro ya dijeron que no van a aceptar el resultado de las elecciones porque el propio Bolsonaro se los dijo.

-Tú monitoreas grupos bolsonaristas en Whatsapp y Telegram, ¿has notado un incremento de los mensajes violentos a medida que nos acercamos a las elecciones?
-Sí, claro. Tenemos una persona que hace poco fue muerta recientemente (en Foz do Iguaçu) por otra que gritó ‘¡Aquí somos de Bolsonaro!’ y le disparó con un arma. Es un crimen político. Ya estamos viendo violencia. Hace unas semanas, en un evento de Lula un dron arrojó aguas con excrementos contra la militancia petista. Varios ataques que son motivados por el odio político que Bolsonaro ha propagado. Voy más lejos, incluso. Ya en 2018 dijo que deberían ametrallar a los petistas. La violencia siempre es parte del discurso y la narrativa de Bolsonaro.

-En un escenario de derrota electoral de Bolsonaro, ¿cree en la posibilidad de que grupos extremistas bolsonaristas sean instigados a promover una insurrección, como sucedió con los partidarios de Trump?
-Eso es real. En los grupos de WhatsApp y Telegram bolsonaristas que investigo ya hay muchos debates que están a favor de no aceptar el resultado electoral si Bolsonaro pierde. Eso es muy grave. Incluso, he detectado conversaciones paralelas de gente que fomenta la compra de armas. También de cómo hacer para ser miembro de clubes de tiros, pero sabemos muy bien que no van a comprar armas para ir a un club de tiro. Si hacemos una línea de tiempo para analizar de hace cuatro años a hoy para analizar la construcción de la insurgencia en Brasil, vemos un incremento notorio de la violencia. El asesinato a tiros de un militante de Lula no me sorprende. Hace tiempo que vengo alertando de los riesgos del aumento del radicalismo. Incluso yo tuve problemas. Una vez publicaron fotos mías en un parque en San Pablo y tuve que salir de Brasil. No pude volver en dos años. No tengo pensado volver pronto porque es muy peligroso y la situación es muy extrema.

-Recientemente el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourao, dijo que a pesar de no respetar a Lula lo saludaran si gana las elecciones. ¿Crees que este tipo de mensaje genere intranquilidad en grupos bolsonaristas con riesgo de que haya una insurgencia militar?
-Este es el gran miedo. Aquí en Estados Unidos, Trump pidió el apoyo de los militares para que su golpe tuviera éxito, pero los militares dijeron que no, que su apoyo era hacia la Constitución y no a su presidente. En Brasil, los militares están con Bolsonaro, no con la Constitución. Hay ejemplos claros. El ministro de Defensa dijo que los militares deberían llevar a cabo un control paralelo de los votos. Eso es una insurrección. Es para hacer una investigación por posible crimen. No se puede decir. Lo de Mourao, también. Hasta llegar al 1° de enero de 2023 (día de la asunción del nuevo presidente) muchas cosas pasaran. Y Mourao estará junto a Bolsonaro intentando que Lula no gane. De octubre a enero mucha violencia va a acontecer infelizmente. Ellos van a intentar de todo para hacer un golpe.

-¿Bolsonaro tiene vía libre en Twitter para decir lo que quiera?
-Bolsonaro y sus hijos rompen los términos de uso de Twitter todo el tiempo, pero para ellos no hay condiciones. Ya lo vimos en Twitter en Estados Unidos con Trump. Para esta red social Trump era interesante. Lo mismo pasa hoy con Bolsonaro. Es un personaje que mueve mucho la plataforma. Atrae muchos usuarios. Es como la economía de la atención. La gente pasa horas al día en Twitter y la plataforma lo aprovecha para vender anuncios. Por eso Bolsonaro es lucrativo para Twitter. Y por eso es que Twitter está dispuesto a olvidar sus términos para tener una persona como él. Ellos no tienen una ética general. La reglas que se aplican a Bolsonaro son diferentes a las que se aplican al resto de usuarios.

-¿Por qué las fake news tienen tanto éxito en algunos países como Brasil?¿Tiene que ver con la educación de la gente? ¿Con la polarización social?
-No hay una conexión directa con la educación. Los mayores propagadores de fake news en Brasil son personas mayores, muy educadas, de clase media y media alta. Las fake news están más conectadas con la emoción que con el cognitivo. Por ejemplo, una persona que fue a la universidad y cree que una vacuna va a implementar un chip de 5G. ¿Qué inteligencia es? Es una emoción. Es como la fe. Si crees en Dios yo no puedo hacer nada para probar que Dios no existe, por ejemplo. Así funcionan las fake news. Están muy conectadas con la emoción. Y la emoción que más prevalece en fake news es el odio. Es lo que más viraliza en las redes sociales. Por eso las fake news están conectadas al odio. “Odio al comunismo, odio la izquierda que no trabaja, etc…” Es la política del “nosotros” contra “ellos”. “Ellos no son ciudadanos buenos, no trabajan”. “Nosotros somos los trabajadores que sacamos el país adelante”. Fake news. No hay que hacer un análisis muy grande: Bolsonaro siempre vivió del Estado. Al igual que sus hijos. Nunca trabajaron (risas). Cuando los conservadores se sienten amenazados entonces empiezan las fake news para decir que los otros quieren tomar esos derechos. Por eso es muy fácil engañar a la gente.

-¿Las fake news son solo un problema de extrema derecha?
-La mentira siempre existió y en el juego político lo que más hay es mentira. Cuando hablamos de fake news nos referimos a una gestión orquestada, organizada. Hay mucho dinero sucio en el medio. Hay una milicia digital trabajando para promover y mantener a Bolsonaro en el poder. Esa es la diferencia. Y cuando hay una organización de la mentira eso se vuelve un arma. En Brasil hoy las fake news ya están hablando no de vencer al oponente, sino de matarlo. De exterminar a la izquierda en Brasil. Ese es el peligro. Y es una cosa que solo se da con la extrema derecha.

-¿Cuál es la mejor manera de combatir las fake news?
-No hay una bala de plata. No hay una solución única. Primero se necesita una regulación. Además, las redes sociales también deben ser responsabilizadas de las fake news. Hoy este tipo de contenido es atractivo para estas plataformas porque les generan mucho dinero. Por eso, se necesita una regulación más firme y actual. También se necesita una educación mediática y una inclusión digital. Ambas deben ir de la mano. Por otro lado, la sociedad civil también debe tener una conversación sobre este tema. Una cosa es decir que el cielo es rojo, otra es decir que el holocausto nunca existió. Una mentira como esta, está enraizada con el racismo. La discriminación racial debe ser combatida. Estas cosas tienen que ser enseñadas en las escuelas. El odio es la gasolina de las fake news. Si digo que el cielo es rojo es una mentira, pero a nadie le importa porque mira hacia arriba, lo ve y listo. Pero si digo que la vacuna contra el coronavirus es una conspiración judía, porque los judíos controlan los bancos, ahí ya estamos hablando de antisemitismo. Y eso pasa en las redes.

-El Tribunal Superior Electoral (TSE) brasileño lanzó un sistema, en asociación con las principales plataformas virtuales (Facebook, WhatsApp, Instagram, Telegram, Twitter, Google y Youtube), para que cualquier ciudadano denuncie la recepción de noticias falsas. ¿Crees que servirá para algo?
-Para nada. Es una intención muy buena del TSE, pero estas compañías no hacen nada porque si lo hacen comprometen su lucro. Estas plataformas están con un modelo de negocio que no es sustentable si controlan y monitorean todos los mensajes. Por cada mensaje hacen dinero y por eso es un negocio imposible de controlar. De todas formas, lo que el TSE hizo con la posibilidad de denunciar es una buena iniciativa, pero de todas formas las promesas de controlar que hicieron estas plataformas no se han materializado ni lo harán.